Partido

17/11/2005|925

4.000 PERSONAS EN LA FEDERACION DE BOX | La realidad del Partido Obrero

Dos mil personas dentro del estadio de la Federación Argentina de Box y más mil quinientas más afuera, que cortaron la calle Castro Barros y siguieron el acto por una pantalla, son números que expresan un acontecimiento político que necesita ser evaluado en su correspondiente magnitud.

Fue una manifestación de solidez, a sólo 18 días de las elecciones, expresada en el entusiasmo de los asistentes. Ahí estuvieron la casi veintena de legisladores —concejales o diputados provinciales— logrados por nuestro partido y también otros, que no consiguieron acceder a una banca pero obtuvieron porcentajes electorales elevados. Hemos peleado y logrado más del 20 por ciento de los sufragios en el patio de la casa de Kirchner, en el norte de Santa Cruz, en las ciudades petroleras de Caleta Olivia o Pico Truncado. Ni hablar de las elecciones salteñas, donde “la lista de los perseguidos”, como la llamó Claudio del Plá, diputado provincial, multiplicó su representación legislativa y quedó segunda en todos los barrios populares de la capital y de las ciudades del norte de esa provincia.

Habían transcurrido 18 días desde las elecciones del 23 de octubre, pero ¡qué acontecimientos extraordinarios ocurrieron en esas dos semanas! La ocupación por la fuerza del call-center Atento, a cuyos trabajadores Telefónica no quiere reconocer como tales, o la victoria de los periodistas y gráficos del diario Crónica frente a la violencia física de una patronal vinculada con la burocracia sindical de la UOM, por citar sólo dos casos. Esas luchas han encontrado a militantes de nuestro partido en puestos dirigentes de primera línea.

“Estuvimos en la lucha y por eso somos reconocidos”, dijo la compañera Liliana Díaz, de Marcos Paz, a quien le sobraron votos para resultar electa concejala, pero le cierra el paso un estatuto que exige un piso del 15% (¡!). La completó con una fuerza especial Gabriela Arroyo, de Jujuy, quien señaló en su discurso y luego, en una charla con Prensa Obrera, que nuestra primera tarea, antes incluso que la lucha reivindicativa, está dada por “la construcción de un partido sólido, capaz de dirigir esas luchas y llevarlas hacia la victoria, hacia una alternativa obrera y socialista. En Jujuy la gente empieza a observarnos y a acompañarnos, porque por primera vez ven una organización partidaria que muestra en los hechos y en las palabras un programa coherente”.

“Para que gobierne en todo el mundo la clase obrera”, gritaban las tribunas y los compañeros que seguían el acto desde la calle. Sí, éste fue un acto internacionalista, y era de ver la conmoción con la cual nuestros jóvenes piqueteros, muchos de ellos llegados desde villas o desde los barrios más pobres, aplaudían el levantamiento de la juventud de los suburbios de París y de las grandes ciudades francesas. En esos jóvenes insurreccionados a tantos miles de kilómetros nuestros pibes se veían a sí mismos, que pueden entenderse con ellos aunque el idioma sea distinto.

La lista de los perseguidos”

José “Pepe” Barraza, a quien tantos compañeros vieron personalmente el viernes por primera vez, es un hombre peculiar. Cuando Prensa Obrera le pidió una entrevista mostró sorpresa y hasta cierta timidez. Habló en voz baja de su ciudad, su vecindario, su pasado político, su familia, de la alegría y el revoltijo afectivo que le produjo ser elegido concejal después de la cárcel, las persecuciones y hasta las infamias que debió soportar, en esa ciudad de Tartagal donde nació y vivió siempre. Esa voz baja y esa timidez se pierden quién sabe dónde cuando sube al estrado y se yergue ante el micrófono y el público que lo ovaciona y lo escucha. En ese momento muestra en plenitud toda su calidad de cuadro político de la clase obrera.

Antes nos había dicho que su Tartagal, segunda ciudad de la provincia, tiene 75.000 habitantes, que su padre fue obrero municipal y esa tradición familiar lo vinculó a él mismo, desde pequeño, con las luchas de los trabajadores. “Todos mis vecinos conocen mi vida, todos los que me votaron saben que estuve preso por piquetero, por cortar rutas, saben a quién votaron y por qué”. Luego explica que su incorporación al PO fue “la culminación de una etapa de mi vida”. Eso ocurrió después de los cortes de ruta de 1997, y dice que se sintió conquistado por el título de un periódico que hablaba de la necesidad de una alternativa obrera y socialista: “Era lo que yo buscaba”, añade. También, claro está, por haber compartido sus luchas con compañeros del partido que estuvieron ahí, en la primera línea, desde el primer momento. “Los que aguantaron lo que viniera, los que mantenían los cortes a puro piedrazo mientras del otro lado metían bala”.

En su discurso recordó que días pasados algún periodista le preguntó si ahora piensa llevar los piquetes al Concejo Deliberante. Él contestó que sí, pero que en ese caso el piquete significa llevar adelante un programa político, la experiencia colectiva de la clase obrera de todo el país concentrada en su partido. “Demostramos la superioridad intelectual de la clase obrera frente a los intelectualoides y los escribas del régimen”, sostiene con calma segura. Ese concepto vale por todo un programa.

Barraza fue parte de “la lista de los perseguidos” a la que hacía referencia Del Plá. Claudio explicó que, hace cuatro años, cuando por primera vez el Partido Obrero consiguió en la provincia representantes parlamentarios, la derecha dijo que se trataba “de un fenómeno pasajero, de una anomalía”. Desde entonces, la “anomalía” no ha hecho más que crecer y desarrollarse pese a todos los obstáculos que se le pusieron y se le ponen en el camino. Resulta lógico que los capitalistas consideren “anómalo” el desenvolvimiento independiente de obreros y clases medias empobrecidas, y que ese desenvolvimiento encuentre su manifestación en el partido de la clase.

Pero también Del Plá dejó otro concepto que vale por un programa: los revolucionarios socialistas que ocupamos una banca en los parlamentos de la burguesía, dijo, entramos “en el corazón de la podredumbre capitalista”. En otras palabras, no vamos allí a transformarnos en legisladores que buscan acuerdos con otros legisladores sino, como indicó Del Plá, a hacer que esas bancadas sirvan de canal de organización para grandes masas de trabajadores, para que el pueblo explotado les pierda el miedo y el respeto a los políticos del enemigo. En definitiva, para destruir desde adentro esas instituciones y contribuir a la tarea de que el movimiento obrero construya las suyas propias.

La autoridad ganada

Después de las elecciones, “Aníbal Fernández nos dio por muertos y aparecemos por todas partes, y donde no estamos nos ponen ellos” (discurso de Néstor Pitrola).

La autoridad del PO se ha reforzado en los 18 días transcurridos desde las elecciones hasta el acto. Son 250 las incorporaciones obreras al partido, sólo en el Gran Buenos Aires, desde el 23 de octubre.

Ese fortalecimiento se manifestó en esa “realidad imprevista” que significó el acto del 11 de noviembre.

Por supuesto, no se trata de un análisis unívoco. Nuestro partido ha cumplido un papel electoral magnífico en algunas partes y no lo ha hecho en otras, precisamente allí donde aún no ha podido superarse al centroizquierda, incluidos en primer término el MST en sus dos versiones y el Partido Comunista, que han servido de peso muerto, de elemento de confusión, de divisionismo. Esa dispersión, que no ocurrió en Salta o en Santa Cruz, aunque ahora el gobierno nacional busca armar desde la Casa Rosada un nuevo “Frente Cívico” salteño para amortiguar y desviar la posible caída del gobernador Romero y colocar un nuevo obstáculo al desarrollo del PO.

Altamira subrayó en su discurso que no “todos estamos en lo mismo”, “que no estábamos en lo mismo aquellos que marchamos contra Bush en Mar del Plata y los que asistieron a la Cumbre de los Pueblos organizada por Kirchner”. Es desde esta distinción que invitamos a los compañeros de la izquierda a hacer entre todos un balance de lo sucedido y de lo por venir.

Alejandro Guerrero