ARGENTINA-URUGUAY | La guerra de las papeleras

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La gran difusión que ha tenido el diferendo entre los gobiernos de Uruguay y Argentina por la posible instalación de dos grandes fábricas papeleras en Fray Bentos no significa que la población obtenga toda la información que el tema exige: existe un deliberado silencio cómplice entre ambos gobiernos sobre el nudo de la polémica.
La inmensa mayoría de las empresas papeleras están consideradas como grandes depredadoras del planeta. Las grandes empresas papeleras cargan con la responsabilidad de haber provocado, en todos los lugares del mundo donde actúan, un desequilibrio ecológico terrible para la humanidad: el de la deforestación indiscriminada sólo dictada por su propia voracidad.
La tala de árboles siempre produce un escurrimiento de las aguas de lluvia, causa de grandes inundaciones, con pérdidas millonarias de bienes, fundamentalmente en los sectores más marginados que viven a la vera de los ríos.
En el proceso de la elaboración del papel, más del 85% del trabajo se realiza con agua, por eso no por casualidad todas las papeleras del mundo están al borde de los ríos. Los ríos y los lagos cumplen para estos grandes depredadores tres funciones fundamentales: minimizan el costo del agua utilizada; sirven para el transporte de sus productos (tienen hasta puertos propios); y, a la vez, los ríos y lagos constituyen la gran cloaca de los residuos tóxicos provenientes del proceso de fabricación del papel.
El gobierno argentino, ¿defensor de la ecología?
Desde hace añares, una gran parte de las papeleras argentinas se han ubicado sobre el Paraná. Celulosa Campana, Papelera del Plata, Wixel, Campanita, Papel Prensa de San Pedro, Iby en Entre Ríos, Andino sobre Santa Fe, Celulosa de Capitán Bermúdez, y tres grandes papeleras de Misiones arrojan a este río los efluentes tóxicos derivados de una gigantesca producción de más de 850.000 toneladas anuales de pasta de celulosa.
Los quimicos básicos para la producción de papel son el cloro y el ácido sulfhídrico. Todas esas papeleras han cosechado centenares de denuncias sobre la contaminación del agua. Algunas de estas empresas han llevado su depredación al extremo de no mantener ni los más mínimos recaudos en materia de contaminación, bajo el silencio cómplice de los gobiernos nacionales, provinciales y de la propia burocracia sindical.
La contaminación de las papeleras es sólo uno de los aspectos de la gigantesca cloaca de más de 1.500 kilómetros en que se ha transformado el Paraná, pues el mismo procedimiento de las papeleras lo aplican las fábricas de los cordones industriales de Campana, Zárate, Villa Constitución, San Lorenzo, el norte de Santa Fe y Misiones. Con estos antecedentes, la “preocupación” del gobierno argentino sobre “el impacto ambiental en el río Uruguay y en el Río de la Plata” suena a cargada.
El gobernador Bussi, de Entre Ríos, también se ha hecho “ecologista”; ha llegado a la desfachatez de pedir “permiso” al gobierno nacional para llevar el caso de la instalación de las papeleras frente a Gualeguaychú hasta el Tribunal de La Haya, mientras que la papelera Iby, ubicada en su provincia, fabrica 18.000 toneladas anuales de pasta de celulosa, para lo cual, además de violar sistemáticamente las normas ambientales, viola todo tipo de norma laboral y de producción, con trabajadores en negro o con contratos basura, impidiendo la sindicalización y sin tener ningún tipo de seguridad industrial.
El gobierno argentino tiene aún mayor desfachatez pues ha pedido que se mida el impacto ambiental sobre el Río Uruguay, omitiendo el desastre ecológico que se produce en el Paraná.
Uruguay, ¿y por casa cómo andamos?
Las papeleras Fanapel y Parner, de Juan Lacaze, arrojan desde hace muchos años al Uruguay la misma basura tóxica que las papeleras argentinas, pero con un agravante: Fanapel, la pomposamente llamada “Fábrica Nacional de Papel” uruguaya, ha sido comprada por una multinacional inglesa, la Investment Corporation, desplazada de Europa por prácticas de contaminación ambiental.
Fanapel no sólo ha trabajado activamente estos años en Uruguay, ¡sino que ha comprado Celulosa Argentina de Zárate y de Capitán Bermúdez!
Las dos plantas papeleras que pretenden establecerse en Fray Bentos, la Botnia (finlandesa) y la Ence (española), tienen también una negra historia detrás. La conducta de la Botnia, que opera sobre el Lago Saimaa (el más importante de Finlandia), la ha dejado casi fuera de la producción europea a raíz de un grave incidente ambiental que aniquiló toda la pesca en el verano de 2003.
Botnia está armando su retiro de la producción finlandesa hacia tierras donde hay menor control. La cuestión de fondo es que las normas ambientales europeas exigen un tratamiento antitóxico libre totalmente de cloro, y Botnia trabaja hoy con el sistema llamado ECF (libre de cloro elemental), arrojando efluentes de dioxinas (sustancias altamente tóxicas de propiedades cancerígenas). A partir de 2006, el sistema ECF va a ser prohibido en toda Europa.
La diferencia entre el sistema que arroja cloro a las aguas y el que no arroja cloro es una cuantiosa inversión industrial. En la Argentina y el Uruguay de hoy el sistema es más simple: tiran directamente “todo al río”, casi sin inversión tecnológica que evite la contaminación.
La Ence española, que se instalará junto a Botnia en Uruguay, tiene el mismo sistema ECF, con el agravante de que además se dedica a la compra de tierras para forestar y luego las desforesta indiscriminadamente para vender a escala mundial la madera para fabricación de pasta de celulosa. ¡Lo llamativo es que la Ence ya vende madera a muchas empresas de celulosa en Argentina!
El presidente de Ence, José Luis Méndez, en declaraciones que llaman la atención por su absoluto descaro, señaló para “Proyecto Uruguay”: “El objetivo de la compañía es expandirse donde se den las condiciones propicias, y hoy por hoy el asentamiento de Ence en Uruguay cuenta con un enorme potencial de crecimiento. Ence posee en Uruguay 62.000 hectáreas de bosque y cuenta con la estructura logística en un marco fiscal y legal oportuno” (fuente: página web de la Ence española).
En resumen: la historia de que ambos gobiernos se preocupan por evitar la contaminación ambiental es, como se dice en la jerga popular, “para la gilada”.
La única realidad es que se trata de una lucha entre las multinacionales desplazadas de Europa y las actuales empresas de celulosa rioplatenses, donde estas últimas llevan las de perder por dos razones: 1) a pesar de que todas ellas son depredadoras por igual, las europeas tienen mayor tecnología y utilizan el sistema CFE, que es un poco menos contaminante que el bárbaro que se usa por estas costas; 2) no menos importante, las multinacionales van a producir la quiebra de los sectores papeleros más rezagados. Ejemplo, ya estuvo cerrada Celulosa Argentina de Zárate hasta que la compró la “uruguaya”, ahora inglesa, Fanapel. Está en una seria crisis económica la planta de celulosa de Puerto Piray.
Las dos plantas a instalar en Fray Bentos tienen un proyecto de producción de 1.500.000 toneladas de pulpa de celulosa, casi el doble de lo que se produce en toda la Argentina, y cinco veces más de lo que necesita Uruguay. La producción se hará en condiciones óptimas para la exportación, casi en la puerta del Río de la Plata. Este es el corazón de la guerra de las papeleras.
Entregados es poco
Kichnner y Tabaré Vázquez son peones de esta lucha de las multinacionales. Vázquez auspicia descaradamente el ingreso de las dos multinacionales. “La solución que han planteado las empresas es que ellas mismas financien los controles y formen a los especialistas, un mecanismo que claramente no ofrece garantías, aunque en principio sería aceptado por el gobierno” (Brecha, 22/7). Es poner al zorro al cuidado del gallinero.
Por su parte, Mujica y los dirigentes del MLN se han pasado de matar al imperialista Dan Mitrione, a ser los adalides del ingreso de las multinacionales en Uruguay, como lo demuestran Fanapel, Botnia, Ence, los que se llevarán Pluna... y el último que apague la luz. Los uruguayos, que realizaron decenas de campañas contra las privatizaciones, ahora ven que el gobierno de “izquierda tan soñado” las hace entrar en masa.
El “ecologista” Kichner es el único pingüino del mundo que auspicia la contaminación. Su defensa “nacional y popular” consiste en que la única forma de competir de las empresas “nacionales” es haciendo la vista gorda a la contaminación de las empresas de los ríos y las explotaciones mineras, y permitiendo el trabajo en negro y los contratos basura, como lo demuestran las empresas del río Paraná, Esquel, Río Turbio, entre otras. El gobierno argentino entiende la defensa de la “empresa nacional” permitiendo todo tipo de atropellos de ellas contra la propia población y contra los trabajadores argentinos.
La lucha de las papeleras va a concluir, inevitablemente, con muchos cambios de dueños en las dos veredas rioplatenses, a favor de las multinacionales desplazadas de Europa.
Corresponde denunciar a las direcciones burocráticas de los sindicatos papeleros, que salvo honrosas excepciones aceptan ser la variable de ajuste de las contiendas patronales. Si para muestra basta un botón, reproducimos una exquisita declaración de un dirigente papelero argentino (Alberto Chávez, representante de la Federación del Papel) ante manifestaciones populares contra la contaminación de una de las empresas más depredadoras del país, Pasta Celulósica Piray: “Hace medio siglo que la fábrica funciona en las mismas condiciones y ahora que el país está envuelto en crisis y faltan fuentes de trabajo no se puede pretender frenar la ocupación de cientos de familias papeleras”. “Aunque todos conocen de la contaminación que la fábrica produce” (Territorio Digital.com, 10/4/04).
Es necesario defender un programa que combine la defensa de las condiciones de trabajo en las papeleras (ya que la contaminación también va para los de adentro) y la lucha contra la contaminación ambiental que produce un desequilibrio del medio ambiente y destruye la vida de los más vulnerables, que son los pobres.
Tanto europeas como rioplatenses, las patronales viven de la explotación de los trabajadores y de la complicidad de los gobiernos títeres al servicio de los distintos intereses patronales.