Partido

2/11/2006|970

Bolivia: los pulpos ‘nacionalizan’ el petróleo

En ocasión de un artículo anterior acerca de la situación boliviana, dijimos que la incapacidad del gobierno de Evo Morales para llevar hasta el final la ‘nacionalización’ de los hidrocarburos en sus propios términos, obligaría a los pulpos petroleros a salir al socorro de esa ‘nacionalización’ para impedir el derrumbe del gobierno del MAS y la posibilidad de que ese derrumbe desencadene una nueva situación revolucionaria. (Ver “Bolivia: Las nacionalizaciones y la Constituyente en la picota”, en Prensa Obrera, 7/9).

Es lo que, según todo indica, acaba de ocurrir en las últimas horas. Los acuerdos firmados por el gobierno con la totalidad de los monopolios han sido saludados por todos los círculos capitalistas. Habría que empezar con la Cámara de Hidrocarburos de Bolivia, que agrupa a los pulpos, que “considera que los acuerdos ‘crearán una relación positiva y duradera entre las compañías y el Estado’…” (Cronista, 30/10). Repsol, por su lado, “aseguró que la compañía llevará a cabo ‘nuevas inversiones’ en Bolivia” (El Deber, Santa Cruz, 30/10). “British Gas fue más lejos, porque ‘señaló que los nuevos contratos pueden ser tan rentables como los anteriores’” (ídem). Los ‘anteriores’ eran el equivalente a un latrocinio. En resumen, Bolivia habría pasado de una ‘nacionalización andina’ a una ‘nacionalización gringa’. La resistencia de los pulpos, la debilidad financiera del Estado boliviano, la fragilidad organizativa de YPFB habían puesto en crisis las nacionalizaciones y forzado la renuncia del ministro de Hidrocarburos, Solís Rada. Asistimos ahora a una tentativa, que habíamos anticipado en varias oportunidades como probable, de aplicación de los ‘métodos nacionales’, pero por parte del capital foráneo.

Letra chica

Lo que no está dicho en la mayoría de los informes periodísticos, es que en virtud de estos acuerdos queda cancelada cualquier reparación o indemnización por las irregularidades de todo tipo cometidas en la firma de los contratos originales, que se caracterizaron por una virtual cesión gratuita de yacimientos y activos que pertenecían a la YPF de Bolivia. En estos fraudes se encuentran involucradas, en particular, Repsol, Amoco, Pan American, Enron y Shell. Los acuerdos hacen ‘borrón y cuenta nueva’, asimismo, con toda clase de fraudes cometidos en el curso del negocio petrolero, como la subfacturación de las exportaciones, la evasión impositiva y hasta el contrabando. Por eso los voceros de los pulpos subrayan, ahora, que han obtenido “seguridad jurídica”. No es casual que destaquen “el reconocimiento público de las inversiones realizadas hasta ahora”, precisamente porque su realidad está definitivamente cuestionada. Se trata de sumas enormes, que originalmente se había pensado destinar, precisamente, a financiar la ‘nacionalización sin confiscación’ que había prometido el gobierno. El gobierno acomete, ahora, la ejecución de los acuerdos sin el dinero para proceder a comprar las acciones que le den mayoría en nuevas asociaciones con los pulpos y, por sobre todo, para dotar a YPFB del necesario capital de trabajo para controlar el proceso industrial y comercial operado por las petroleras. Seguramente se habrá pactado que, para compensar la ausencia de reparaciones e indemnizaciones, Bolivia incurra en un endeudamiento, por ejemplo ante el Banco Interamericano de Desarrollo.

Los acuerdos establecen que los pulpos deberán pagar al Estado un 82% del valor de la producción, un 50% en concepto de regalías. “Pero dentro de este marco, caben muchas cosas”, dice el corresponsal de El País (30/10). Otros diarios hablan de que hay que ver “la letra chica” o la “letra menuda” de los acuerdos. Un ejemplo de las cosas que caben y de las que faltan: Petrobras hizo saber que “el asunto sobre el precio del gas y de las refinerías de propiedad de Petrobras no fue tratado en el acuerdo” (El País, 30/10). La petrolera Chaco “sólo suscribió un acuerdo inicial”. Lo que aparece como más relevante en la ‘letra menuda’ tiene que ver con la obligación de inversiones de las empresas, que aparentemente no figuran en los acuerdos, sino que “se negociarán los planes de desarrollo y en función de ello se establecerán volúmenes de entrega de cada uno de los campos petrolíferos para atender los compromisos comerciales dentro y fuera de Bolivia. Es decir, las inversiones se consensuarán previamente” (El Deber, Santa Cruz, 30/10). Bien leída, lo que esta letra ‘menuda’ quiere decir es que las inversiones se pactarán con posterioridad a los acuerdos que se están firmando, por lo tanto en condiciones que dependerán de las relaciones de fuerza del momento. Por eso los pulpos insisten en que los acuerdos no tocan la rentabilidad: porque son acuerdos sin compromisos de inversiones. Los firmantes han pateado la pelota para adelante, pero las petroleras se han quedado con la amnistía de sus delitos y de las reparaciones que deben.

Kirchner y Lula

Muchos coinciden en que Kirchner jugó un papel fundamental en esta ‘nacionalización a la gallega’. En primer lugar porque el reciente acuerdo de provisión de gas que firmó con Morales, le asegura a los pulpos un mercado de 21 millones de metros cúbicos por día por veinte años. El ministro de Hidrocarburos de Bolivia había adelantado, hace tres semanas, que el acuerdo con Argentina iba “a ser determinante para los nuevos contratos que se negocian con las petroleras; en la industria petrolera no hay inversiones si no hay mercado asegurado”. Lo mismo opinaba la otra parte. Un editorial de El País (16/10) decía: “Sin embargo, no todo va mal en Bolivia. Se acaba de anunciar la firma de un acuerdo con Argentina para exportar (…) por veinte años. El presidente de Repsol, Antonio Brufau, pedía que se ampliara el plazo”. Pero más que el plazo importa, claro, el precio, porque los 5 dólares por millón de BTU que comenzará a pagar Argentina más que duplican el precio vigente hasta ahora y aseguran a las petroleras beneficios superiores a los actuales, incluso en el caso de que tuvieran que pagar mayores impuestos. Muy importante es también que el precio base de ese acuerdo, los 5 dólares, se irá corrigiendo de acuerdo a una fórmula polinómica “bastante similar a la del contrato que Bolivia tiene con Brasil” (Cronista, 30/10). Es lo que le faltaba a Lula para dar el ‘okay’ — un arreglo sobre el precio del gas a Brasil, luego de haber frenado la ocupación de las refinerías de Petrobras.

Los acuerdos firmados a última hora resaltan el papel político de los Kirchner y de los Lula a la hora de contener las crisis políticas en los países vecinos más débiles, y encima de esto reforzar las perspectivas de explotación y beneficios de los pulpos internacionales. El papel del gobierno argentino en el asunto boliviano ha vuelto a cambiar la caracterización que hacen los yanquis del kirchnerismo. A la luz de los acuerdos bolivianos deben juzgarse las declaraciones de Brasil, después de la victoria final de Lula, acerca de la importancia política del ‘eje’ Argentina-Brasil. Opera como un ‘relay’ del gobierno yanqui en un período de debilidad extraordinaria del gobierno norteamericano. Lo que todo esto vuelve a enseñar también es el condicionamiento de los procesos nacionales por los internacionales, o sea la primacía de la economía y de la política mundiales.

Alternativas

¿Paquete cerrado? Ni un poquito siquiera. Todos los partidos de la derecha boliviana han saludado positivamente los acuerdos, que ahora deben ser aprobados por el Congreso. Antes, los luchadores bolivianos se encargarán de discutirlo entre las masas, donde pondrán de manifiesto sus tropelías. La mejora fiscal que espera el Estado demorará en llegar, en parte porque hay que escribir la ‘letra menuda’, en parte porque todo lleva su tiempo. Mientras tanto la situación social de las masas es desesperante. ¿Habrá un crédito ‘puente’ en el intervalo? Sería entrar en la rueda de la deuda externa de nuevo, y sería un vaciamiento anticipado de los recursos. ¿Y la Constituyente, mientras tanto? ¿Los acuerdos con las petroleras despejan todas las piedras en el camino con la oligarquía de Santa Cruz? A los luchadores de Bolivia y a sus organizaciones se les ofrece una nueva oportunidad para ofrecer un rumbo revolucionario a los explotados de su país.

Jorge Altamira