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15/5/2008|1037

Bolivia: Todos quieren revocar a todos para que no se vaya nadie

Como ya lo destacamos la semana pasada, Bolivia ha dejado de ser por el momento el país de los golpes de estado y de las insurrecciones populares y se ha convertido en una nación  gobernada al ritmo de los votos, referendos y revocatorias. De prototipo de democracia "inviable" ha pasado a ser el reinado de la apelación a la soberanía popular. Para las próximas semanas se prevén varios referendos autonómicos así como otros tantos revocatorios de las autoridades, incluido el Ejecutivo nacional, que además se contradicen recíprocamente. Ni siquiera parece importar que los primeros, a diferencia de los segundos, estén convocados ilegalmente. Se trata, por cierto, de una verdadera impostura.

Para añadir confusión a los equívocos, la decisión de llamar a referendos revocatorios del Presidente y de los Prefectos fue decidida por la derecha en el Senado sobre la base de un proyecto de la izquierda, del MAS, que había sido largamente retenido por la derecha en esa Cámara. Cuando se conoció el voto, el gobierno lo interpretó como un intento de desestabilización, sin importarle que él hubiera sido quien lo promovió, claro que en otras condiciones políticas. Pero, enseguida, no solamente cambió de opinión sino que también lo hizo la mayor parte de la derecha, que empezó a caracterizarlo como una soga de salvamento para el gobierno y de torpedeo para los Prefectos, en especial luego que se hubiera impuesto aprobación popular, aunque ilegal, de los estatutos autonómicos en el Departamento de Santa Cruz. La derecha teme ahora que Evo sea ratificado en el cargo de hecho (o sea si no es revocado) y que muchos Prefectos anti-gubernamentales, al revés, sean revocados. La decisión del Congreso boliviano de convocar a los referendos revocatorios desplaza al submundo de la ilegalidad a los referendos autonómicos que ya habían sido decididos antes para fechas contiguas. Estas conspiraciones de pasillos y salones empequeñecen los relatos de Maquiavelo y las trapisondas de las democracias modernas. La diferencia resida quizás en que estos sabían más o menos lo que hacían, mientras que sus discípulos tardíos del Altiplano y del llano navegan entre brumas.

Nadie sabe lo que va a ocurrir con este enmarañamiento de votaciones, porque probablemente no pase nada, o porque si pasa algo también quedaría en la nada. Pero cuando se despeja la humareda del macaneo, lo que queda claro es que el proyecto de refundación indígena y nacional de Bolivia – el "socialismo andino" de García Linera, el vicepresidente, y el MAS – ha quedado archivado sin nunca haber conocido la luz, y que el izquierdismo boliviano va a un pacto con la oligarquía (incluso gobierna mediante un pacto de hecho) – no solamente de Oriente sino también de Occidente. Porque después de todo, los barones que le dieron el Sí que le devolvió la vida al proyecto de revocación de mandatos, no son de Santa Cruz sino del Altiplano – los representantes de la burguesía minera del oro, del zinc, del estaño y los testaferros locales de las petroleras. La prensa dice que el partido de derecha que sacó a relucir los revocatorios sepultados, el PODEMOS, ha intentado recuperar protagonismo partidario, o sea haciendo campaña para voltear a Morales – pero esto le queda grande. Es más probable que esté buscando recuperar la voz en el concierto derechista monopolizado por la oligarquía de la soja de Santa Cruz. Lo que García Linera ha llamado sin sombra de vergüenza "un empate estratégico" entre la oposición y el gobierno es la justificación para un arreglo del gobierno con la oligarquía y el capital extranjero. 

¿Qué hacer? No sería sorprendente que la izquierda opositora de Bolivia y la Central Obrera reincidan en su posición preferida, la abstención, que en este caso no sería solamente una sino varias abstenciones, una suerte de abstencionismo en serie,  y que serviría para plasmar un radicalismo opositor sin tachas, porque plantearía el resumen de todas las consignas: revoquemos a todos. Lamentablemente, tenemos la impresión de que en Bolivia hay una furiosa tendencia popular al voto, en especial entre los explotados, porque quieren defender a Evo, por un lado, y porque lo ven como un arma contra los prefectos secesionistas y sus aliados, por el otro,  aunque el sufragio popular sea hoy más incapaz de aportar soluciones que nunca.
Para empezar una discusión, sugerimos llamar a votar contra la revocación de Evo Morales y por la revocación de todos los Prefectos, denunciando la tendencia al compromiso y hasta al acuerdo estratégico entre ambos. Este voto debe estar sustentado en un programa y la campaña por este voto ser impulsada con métodos revolucionarios de agitación y de organización. El propósito es reanudar los lazos con la masa indígena urbana y campesina y promover la alianza obrero-campesina y con los pobres de las ciudades. Las reivindicaciones deben referirse a la nacionalización real del petróleo y las minas, bajo control obrero, y a la expropiación de latifundistas y grandes capitales agrarios, para hacer la revolución agraria. En base a este programa debería impugnarse la Constitución aprobada por el MAS, que también debe pasar por el procedimiento del referendo. En oposición a esta Constitución que defiende el actual orden social, reclamemos una nueva Constitución y una nueva Constituyente, que deberá ser convocada por las organizaciones obreras y campesinas.

Jorge Altamira