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17/11/2005|925

CROMAÑON | Una victoria popular

El juicio político a Ibarra está muy lejos de ser una ‘prueba’ de la “vigencia de las instituciones”, porque lo que ha ocurrido es exactamente lo contrario: una enorme victoria popular contra esas mismas instituciones, que conspiraron durante meses para proteger al principal responsable de la masacre de Cromañón.

En los últimos días, cuando se tornó evidente que —a pesar del gobierno— existían los treinta votos necesarios para iniciar el juicio, Kirchner y Alberto Fernández se pusieron al frente de esas conspiraciones. El ‘pase’ de Borocotó fue sólo la cara visible. En la Legislatura se montó un verdadero cerco físico de matones a los despachos de algunos diputados cuyo voto se encontraba en duda. El diario Perfil reveló la oferta de cargos y prebendas en la Ciudad y en la Nación para los legisladores que rechazaran el juicio a Ibarra; lo mismo había hecho Ibarra, con el auxilio del ‘Coti’ Nosiglia, para imponer, en 2002, su veto a la ley que reducía la jornada laboral en el Subte sin afectar los salarios. La Legislatura fue militarizada por fuera y por dentro. El jueves pasado, la Legislatura sesionó bajo la custodia de centenares de miembros de la Federal, que desplazaron de sus funciones a los propios empleados de seguridad de “la casa”. Cuando la policía se convierte en garante del funcionamiento de la Legislatura, la Legislatura acaba convirtiéndose en el rehén de la policía y en el cómplice de sus ‘cajas’ y fechorías. Después de alentar y tolerar semejante atropello, los ‘demócratas’ se juntan al coro de los que denuncian la ligazón entre la ‘política’ y el delito policial.

El gobierno de Kirchner no se privó de ninguna de las maniobras más pérfidas, mientras el propio Kirchner ponía ‘previsoras’ distancias geográficas en Calafate. Cuando el resultado de la votación era aún incierto, los operadores del kirchnerismo se apersonaron a los familiares para sugerirles la conveniencia de que solicitaran pasar el juicio “a cuarto intermedio” para la próxima Legislatura, alegando una “incertidumbre sobre el resultado actual”. Fracasaron. En una conferencia de prensa posterior, los familiares denunciaron el papel de Kirchner en el operativo de corrupción política que pretendía birlarles la definición del juicio político.

Derrota del pacto de impunidad

En estas condiciones se llega a la decisiva sesión del pasado jueves 10. La Legislatura y sus alrededores son militarizados y Farías Gómez virtualmente secuestrado por su ‘bloque’. El libreto de la impunidad ya está escrito: al cabo de algunas horas de sesión, el bloque kirchnerista se retira, abucheado, con el convencimiento de que el operativo ha concluido con éxito, o sea, de que el juicio político no supera los 29 votos. Pero el recinto se convierte en una caldera; con sus consignas y su agitación en las gradas, los familiares hacen saber que no tolerarán una votación política y formalmente fraudulenta. En una reunión de presidentes de bloque, una nueva “transversalidad” —integrada por una parte del macrismo y todo el ibarrismo— exige que “se vote ya”. De Estrada se comunica con Aníbal Fernández y le pide “seguridad y garantías para poder votar”, explícitamente, “mayores efectivos de infantería”. La Legislatura, sin embargo, ya está copada por centenares de efectivos. La ‘institución’ no puede ser salvada ni por los ‘marines’. Cuando los diputados ensayan una última negociación con los familiares: “si vuelve el bloque kirchnerista, ¿podremos sesionar?”, una asamblea rechaza la propuesta con el planteo de “queremos a todos los legisladores. Queremos los treinta votos que nos robaron”. Los familiares votan permanecer en la Legislatura hasta “que aparezcan”. La conspiración de los ‘veintinueve votos’ y la ‘victoria moral’ comienza a hundirse. En la madrugada, los diputados resuelven votar un cuarto intermedio hasta el lunes 14. 

Ibarra asesinó, y Kirchner lo encubrió…”

La impasse de setenta y dos horas sirvió para acelerar la descomposición del bloque de la impunidad.

Ahora, una funcionaria de Ibarra sale a decir que Kirchner le habría “soltado la mano a Ibarra”. Esa mano no se soltó nunca. Fernández y Kirchner nunca “aceptaron” el voto favorable de Farías Gomez —que permitió alcanzar el número necesario para el juicio; Farías Gómez dijo que su decisión era irrevocable. Por eso los familiares de Cromañon le dedicaron el resultado de la votación “a Kirchner, que lo mira por TV” y no se cansaron de repetir que “Ibarra asesinó, y Kirchner lo encubrió…”. Durante muchos meses los familiares habían confiado en la gestión de Kirchner y en sus reuniones con Aníbal Fernández; no llegaron a las conclusiones actuales por generación espontánea.

En medio de un festival de compra de votos y voluntades, la campeona de la ‘transparencia’ —Elisa Carrió— no hizo oír su voz. Horas antes de la sesión del lunes, la jefa del bloque de ‘macristas puros’, Gabriela Michetti, había señalado por TV que “debe votarse sin nuevas dilaciones, aunque haya veintinueve votos”; el macrismo estaba ‘arreglado’ con el kirchnerismo (tampoco el ‘pase’ de Borocotó surgió de la nada). Como parte de este consenso fraudulento restringieron a 10 familiares la presencia en la sesión del lunes y redoblaron la presencia policial. La votación del juicio político es, en consecuencia, una victoria sin atenuantes contra Kirchner, Ibarra y contra el régimen político y social que condujo a Cromañón y sus partidos.

Seguidilla de fracasos

Durante la campaña electoral, los Macri, Carrió y Bielsa evitaron incluso la mención de una crisis política en la Ciudad. Los unía el objetivo de terminar con la causa de Cromañón.

En la misma semana de los sucesos de la Legislatura, tuvieron lugar, en la Ciudad, las agresiones de los matones de Telefónica contra los trabajadores de Atento; las golpizas de los matones de Forja-UOM contra los de Crónica; prosiguió el lock-out contra el teatro Colón; y se reforzó la tentativa de devolverle el Bauen a los vaciadores (capitaneada por el legislador kirchnerista Diego Kravetz, el imposible líder del ‘movimiento de fábricas recuperadas’ y fogonero de la impunidad para Ibarra). Todos esos ensayos terminaron en grandes reacciones obreras y en estruendosos fracasos de las patronales. La pretensión de restituir la autoridad política del enemigo del Garrahan, del Colón y de los secundarios y maestros porteños ha fracasado.

La crisis de Cromañón ha mostrado la verdad del kirchnerismo: un rejunte incestuoso de los deudos de Cavallo, Menem y Patti.

No se equivocaron los delegados de Metrovías, los trabajadores del Bauen o del Garrahan cuando decidieron venir, el lunes pasado, a la Legislatura, para luchar junto a los familiares contra Ibarra y contra Kirchner.

La victoria de Cromañón empalma con todas las aspiraciones populares.

Vayamos por ellas.

Marcelo Ramal