DEL 26 DE OCTUBRE AL 2 DE NOVIEMBRE DE 1971 | La disolución de los sindicatos clasistas de Córdoba

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(LA OTRA HISTORIA)
El 26 de octubre de 1971 la policía de la provincia de Córdoba ocupó las sedes de los sindicatos clasistas Sitrac y Sitram, sindicatos de empresa de dos de las tres plantas Fiat de Córdoba (una tercera, GMD, está en el Smata). Desde la madrugada, la Gendarmería, con armas largas, se instaló dentro de las plantas de Concord y Materfer, y reprimió todos los intentos de asamblea, luego de haber asistido, azorada, al primero. “Fuimos un poco a calmar los ánimos, para que no hubiera una represión muy fuerte, que no corriera riesgo la vida de los compañeros y la gente nos respondió de otra manera, nos dijo por qué no podemos hacer una asamblea. Y no sé si se dio en Argentina una asamblea con estas características. Todos los compañeros salieron de planta al patio, la asamblea la dirigimos Páez y yo, a metros estaban los milicos con armas largas, escopetas de granadas de gases, la represión…”. En esa asamblea se resolvió la huelga dentro de la planta y la Gendarmería reprimió a mansalva, una batalla campal en la que “la gente se recluyó adentro de las plantas y respondía con pedazos de piezas que había en los cestos de las máquinas”(1). Los trabajadores de GMD, que abandonaron la planta y marcharon en apoyo a sus compañeros fueron dispersados por las tropas. Las direcciones de Sitrac y Sitram “en la resistencia” llamaron al pueblo a converger sobre Ferreyra —la barriada en la que están instaladas las plantas y exigieron plenario de la CGT para esa misma noche, y paro activo el 27, con movilizaciones. Todos los directivos y delegados de los sindicatos clasistas tenían a esta altura órdenes de captura y eran sometidos a una cacería implacable (Gregorio Flores y otros dirigentes estaban en prisión).
El asalto a las plantas Fiat fue precedido por comunicados del III Cuerpo de Ejército garantizando la “libertad de trabajo” y la difusión de la resolución 304 del Ministerio de Trabajo disponiendo el retiro de las personerías jurídicas y la cancelación de las gremiales de Sitrac y Sitram. En paralelo, el gobierno había intervenido el sindicato de empleados públicos (SEP) y dispuesto 163 cesantías, una de ellas de su secretario general.
Rige la dictadura militar, presidida por Lanusse. El 14 de mayo de 1970, diecisiete meses antes, los obreros de Fiat Concord habían ocupado la planta con rehenes y arrancado la renuncia en masa de la burocracia de la planta y el reconocimiento a la dirección provisoria, abriendo un ciclo excepcional de lucha obrera e independencia política de la clase en el período.
La consumación de la derrota
El 26 de octubre de 1971 fue martes. Ese mismo día los empleados públicos abandonaron sus lugares de trabajo y realizaron actos y manifestaciones en el centro. El 27 amaneció con más de 60.000 trabajadores en distintas manifestaciones de lucha: Fiat, docentes, Luz y Fuerza, judiciales, no docentes y empleados públicos. Ese mismo día, en Santa Isabel (IKA, luego Renault), el abandono de la planta fue frenado por la burocracia con el argumento que la CGT resolvería esa noche misma un plan de lucha. El plenario de la CGT, ya tardío por sí, resolvió un paro activo de 14 horas para el viernes 29, absolutamente ritual y aislado frente a la magnitud del mazazo de la dictadura sobre la clase obrera de Córdoba (Luz y Fuerza -el gremio de Agustín Tosco- planteó paros de cuatro horas para el 28 y 29, y se subordinó a la decisión final). La continuidad de cualquier medida de lucha de la regional quedó supeditada a un nuevo plenario de la CGT que se hace recién el miércoles 3 y allí, en lo que constituye un golpe final, la moción de Sitrac-Sitram a favor de una huelga general en apoyo a los sindicatos de Fiat es derrotada y la cuestión queda a resolución de la CGT nacional (La Voz del Interior, 4/11/71), es decir, de Rucci y la burocracia sindical nacional. ¡Es decir, de los artífices, junto al gobierno militar, el peronismo y la UCR del operativo de destrucción de las organizaciones obreras clasistas (¡!)
Sumados sus votos, el sector peronista “legalista” de la CGT, dirigido por Atilio López; el independiente, dirigido por Agustín Tosco; y el clasista, tenían mayoría en la CGT. La decisión de aislar y quebrar al Sitrac Sitram es responsabilidad por lo tanto del ala “combativa” de la CGT que va a tomar a su cargo la “tarea sucia” que el ala “ortodoxa” de la derecha peronista no es capaz, por su raquitismo, de llevar adelante.
El lunes 1º de noviembre era no laborable. Fiat había despedido a esta altura a la masa del activismo (259 trabajadores), y anunciado el ingreso de 400 nuevos operarios. Desde las 19:30 horas de ese día, forman fila los aspirantes que responden al aviso de la patronal, bajo custodia de la Gendarmería. No hay movilización ni piquetes. Los sindicatos clasistas han resuelto paro general para el 2, pero el 90% de los trabajadores desoye el llamado. Sitrac y Sitram dejan de existir y son “encuadrados” en la UOM de Lorenzo Miguel incluso contra el reclamo masivo de pasar al Smata, recuperado en 1972 de manos de la burocracia.
A esta altura, los sindicatos clasistas eran una referencia en la clase obrera como expresión de lucha por el dominio de los lugares de trabajo, la expulsión de la burocracia de los sindicatos y la independencia obrera. Particularmente en Córdoba, fuera de Sitrac-Sitram las corrientes clasistas en los gremios tenían peso creciente en el Smata, el SEP, municipales, calzado y otros gremios menores. El Primer Congreso de Sindicatos Combativos, Agrupaciones Clasistas y Obreros Revolucionarios, convocado por Sitrac-Sitram el 28 y 29 de agosto de 1971 es saboteado por el PC, el peronismo combativo (Atilio López), los Montoneros y las direcciones independientes (Tosco), pero expresa un movimiento en ascenso expresado en siete sindicatos de Córdoba, tres de Capital Federal, once de Tucumán, cuatro regionales de la CGT, once comisiones internas de fábricas, 58 agrupaciones obreras de base, 22 delegados de asambleas de activistas —estas últimas provenientes en gran parte del GBA y del Cordón fabril Rosario San Lorenzo(2). Una fracción significativa de las representaciones de la Capital, GBA y Córdoba provino de las agrupaciones clasistas orientadas por el PO (en ese momento Política Obrera).
Los sindicatos clasistas llamaron a repetir en todo el movimiento obrero su propia experiencia: expulsar a la burocracia sindical y recuperar el control de los lugares de trabajo a través de la acción directa. En la recapitulación de lo obtenido en el terreno reivindicativo en apenas 18 meses de gestión, figura el aumento del salario, la baja y el control obrero de los ritmos de producción, un convenio votado en asamblea y con paritarios de base —contemplando la defensa del básico, el rechazo a todo aumento en la producción originado en mayor esfuerzo obrero y la reducción del número de categorías, para crear una fuerza laboral más unida y compacta. Sobre todo, como dice el balance de las conducciones, se impuso “el respeto al obrero”. Sitrac y Sitram expresaron el punto más alto de un movimiento general (en febrero de 1970 los obreros de El Chocón ocuparon la represa rechazando la expulsión de sus dirigentes por la burocracia) y empeñaron todo su esfuerzo en esta dirección. El odio de la burocracia hacia los clasistas de Fiat fue creciente y tuvo este origen. Es cierto que “las tensas relaciones entre Sitrac-Sitram y los peronistas cordobeses eran la consecuencia del apoyo de los sindicatos de Fiat a las listas disidentes en los gremios locales” aunque “el mensaje clasista solía recurrir a las propias tradiciones de la clase obrera peronista, incluyendo a sus corrientes anticapitalistas, que habían quedado sumergidas desde la época de la Resistencia y vuelto a surgir después del Cordobazo”(3).
La preparación del asalto
La disolución de Sitrac y Sitram se produjo sin una prolongada batalla física, y una de las razones fue la concienzuda preparación del operativo de aislamiento de los sindicatos clasistas —y de la rebelión obrera emparentada con ellos. Un año antes de la disolución, los principales partidos políticos, incluyendo el peronismo, suscribieron una declaración pública exigiendo elecciones directas inmediatas y el fin del régimen militar, en una operación de rescate de la dictadura fundida luego del Cordobazo. El frente, bautizado La Hora de los Pueblos, recibió el apoyo de casi todos los sindicatos de la ciudad, salvo los clasistas de Sitrac Sitram. El 1º de mayo de 1971 la dictadura militar, a través de Lanusse, anunció el Gran Acuerdo Nacional (GAN), una propuesta de regreso al “estado de derecho” pactado con los partidos políticos y cuya principal preocupación fue hacer frente a la “violencia laboral”, es decir la rebelión creciente del movimiento obrero. Formó parte de este acuerdo multipartidario el Encuentro Nacional de los Argentinos (ENA), un frente dirigido por referentes políticos de la burguesía “nacional” (Alende, Sueldo) impulsado por el PC y con el apoyo del movimiento sindical “independiente”.
En función de esta política, la dictadura militar fue eslabonando, pieza por pieza, una red de compromisos políticos con Perón, los partidos tradicionales y la burocracia sindical —y una operación de cerco sobre los sindicatos clasistas. El 12 de abril se había derogado el decreto-ley que prohibía la actividad de los partidos políticos. El 16 se amplió la masa de recursos de las obras sociales con destino a los sindicatos. El 18 de junio se promulgó la ley de represión contra el terrorismo y la “subversión interna”, planteando el sometimiento de las autoridades civiles a las militares. El 23 de junio Perón declaró que el movimiento obrero “deberá encuadrarse en la verticalidad de la conducción” y la consigna será “unidad, solidaridad y organización”. El 12 de julio el gobierno dio a conocer el laudo sobre los convenios colectivos de las plantas Fiat, concediendo la razón a la empresa en casi todos los puntos. El 3 de septiembre se hizo la entrega formal de los restos de Eva Perón a Perón. El 17 de setiembre se estableció el calendario electoral (1973).
Dos hechos van a precisar el marco político del asalto a los sindicatos clasistas.
El 8 de octubre de 1971 se produce una sublevación militar nacionalista contra el plan de “institucionalización” de la dictadura. El intento de golpe va a ser rápidamente reprimido y derrotado, pero va a dar lugar a un coro político unánime en apoyo al generalato “democrático”, en el que se suman las fracciones más proimperialistas, La Hora de los Pueblos, la burocracia sindical en pleno y el PC (el respaldo político “contra el golpe” llega a tal punto que Lanusse se atreve a presentar tímidamente su propia candidatura).
El 19 de octubre el plenario de la CGT Regional, reclamado por Sitrac y Sitram para enfrentar el despido de activistas enfrentados a la burocracia en el sindicato de municipales y otros conflictos, termina a los tiros por una provocación de la derecha peronista. “El objetivo de esta agresión fue el de dislocar a la CGT regional con vistas a terminar con cualquier tipo de paro solidario con el gremio de empleados públicos en huelga. No cabe duda que el sentido ulterior era el de aislar a Sitrac-Sitram para reunificar a las 62 del interior tras el GAN”(4). El retroceso en masa de toda la oposición burguesa y de la burocracia sindical ante la dictadura militar y su plan de “institucionalización” fue un componente esencial de la situación política que precipitó el asalto a los sindicatos clasistas.
Crisis de dirección
Este repliegue político incluyó a las tendencias peronistas de izquierda, al PRT y a otras corrientes con influencia en el seno del Sitrac-Sitram. En el momento culminante, ninguna de estas corrientes ni las conducciones de los sindicatos plantearon la huelga general por tiempo indeterminado hasta quebrar la ofensiva de las patronales y el gobierno, basando su accionar en paros aislados y manifestaciones callejeras, un camino de desgaste que desorientó a los trabajadores en lucha. Sin embargo, las condiciones para una movilización que diera vuelta la ofensiva contra la clase obrera existían, más allá del cerco político que se pretendía instaurar contra la clase obrera. La resistencia de los obreros de Fiat contra la ocupación, la extrema tensión en Santa Isabel, las movilizaciones sistemáticas de empleados públicos, con 5.000 trabajadores volcados a las calles, las tendencias de lucha en otros gremios, iban montando el escenario de una huelga general a escala de toda la ciudad. Sólo como ejemplo de la política que dominó la acción de las masas en ese momento, la agrupación El Obrero (que constituiría luego la OCPO, Poder Obrero) el mismo 2 de noviembre en que las direcciones de Sitrac y Sitram se empeñan en el paro general en las plantas, propuso, en acuerdo objetivo con la burocracia de empleados públicos, el levantamiento de la huelga. En su reemplazo, planteó una “guerra” de movilizaciones, que precede a una derrota, luego de 35 días de una enorme huelga.
El balance más general sobre la caída de Sitrac y Sitram plantea en primer lugar la responsabilidad de la burocracia, no sólo nacional, sino regional, en el operativo de aislamiento y sabotaje a la movilización de las masas —la alianza peronista e independiente que ha sido identificada por el PC y gran parte de la izquierda como una conquista de la clase obrera, en nombre del “sindicalismo de liberación”. El balance debe incluir, también, la desconfianza de tendencias políticas que se reclamaban clasistas (influidas fuertemente por el petardismo) hacia la intervención de los trabajadores como clase, lo que en aquellos días significaba la huelga general y la lucha contra la burocracia sindical, a través del impulso a un congreso de delegados de fábrica y un Comité de Huelga Regional.
Al momento del ataque a los sindicatos clasistas, la JP ha entrado de lleno en la demagogia de Perón de la “patria socialista” y la “juventud maravillosa”, apoyando un proceso al que calificaron de liberador, siendo que se trataba de una contrarrevolución “democrática”. El PRT-ERP tiene una política de adaptación en la misma dirección, planteará más tarde un gobierno de sectores burgueses progresistas y finalmente dará libertad de voto el 11 de marzo (una invitación a votar por el Frente Justicialista). La JP, sólidamente ligada al peronismo “legalista” de Atilio López jugó un papel importante en la pasividad de los sindicatos frente a la destrucción de los sindicatos clasistas.
Un régimen militar en crisis quebró la resistencia de los obreros de Fiat, porque el peronismo en la conducción de las masas logró aislarla. La quiebra del Sitrac-Sitram no le permitió al régimen militar superar su crisis, pero logró eliminar la única perspectiva orgánica de independencia obrera planteada en ese momento.
La nueva vanguardia obrera que se está gestando en el país aprenderá de esta historia y tomará las banderas de los obreros revolucionarios de Ferreyra.