Partido

28/3/2019

Dos anécdotas de Rubén

Despedida a un gran luchador.

Rubén sabía cómo hacer triunfar una huelga


Me tocó compartir militancia con Rubén hace unos años atrás en la vieja zona sindical de San Telmo. Lo que cuentan los compañeros sobre su ironía era su marca registrada, pero por sobre todas las cosas, Rubén tenía una capacidad hermosa para impulsar a los compañeros a militar, nos hacía querer siempre ir por más. Rubén estaba lleno de anécdotas ligadas al partido y a las luchas, tremendas, una mejor que la otra, y nunca fanfarroneaba con ninguna. La que más me gustaba y me quedó grabada es la de la vez que en el medio de una de las tantas luchas en Perfil, Fontevecchia lo chicaneaba con que él quería instaurar la dictadura del proletariado en el diario y, que el PO nunca podía tomar el poder. En plena discusión, Rubén se cansó y le escupió que no sabía si el PO iba a tomar el poder en ese momento, pero sí que el PO le había enseñado como ganar una huelga. Ocuparon Perfil, la huelga duró más de 40 días y triunfó. Rubén sabía cómo hacer triunfar una huelga.


Alejandro Luján


No fue foul


Septiembre de 2000. Diario La Razón. Un viernes, a pocos días de elegir delegados, recibimos 50 telegramas de despidos, casi el 80% de la redacción. Nos instalamos los echados frente al edificio, en el Barracas más profundo, acompañados por un grupo de no despedidos que se solidarizan con nosotros y deciden no entrar. Llega la solidaridad activa de compañeros de otros medios y no podía faltar Rubén Schofrin, presente desde siempre en cualquier lucha del gremio de prensa. La empresa, con el vital auxilio de la policía, organiza dos nutridos cordones humanos (bah, uniformados) para que pueda ingresar un reducido grupo de trabajadores carneros y sacar el diario. A mi lado, Rubén; quedamos cabeza a cabeza con la policía, que se planta y resiste el embate y las puteadas, a pesar de la tenacidad de los compañeros presentes. El operativo carnereaje parece tener éxito, cuando de repente Rubén cae pesadamente al piso como Foreman ante Cassius Clay y sólo profiere ayes de dolor. Me inclino, asustado: «¡Rubén, Rubén! ¿Estás bien?». Me responde, bajito: «No fue foul, boludo. Pero vos gritá, gritá con desesperación». La situación se tensa aún más, tanto que luego la patronal decidirá armar una redacción clandestina en otro lugar.


Ése era Rubén, un tipo íntegro, luchador incansable, de un sutil humor irónico, un compañerazo. Constructor del Sindicato de Prensa de Buenos Aires (Sipreba), cuando la Utpba había pasado a ser una cáscara vacía e irrecuperable. Un socialista revolucionario, constructor de Política Obrera durante la dictadura cívico-militar y del Partido Obrero desde 1983.


Compartimos, además, la pasión por Atlanta, esa que se volvía a encender luego de cada frustración y que nos hacía preguntar si era más difícil la revolución o que Atlanta vuelva a Primera.


Rubén, ¡hasta la victoria siempre! Ya te estamos extrañando.


Edgardo Imas