El Partido: un problema apasionante
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“Lo importante no es lo que ves, sino lo que es”, dice un aviso publicitario. En política, el fenómeno se invierte. En tanto la evolución social está determinada por la subjetividad, por el grado de conciencia del pueblo explotado, lo que importa es lo que se ve. Precisamente, la tarea del Partido es transformar la lucha instintiva de las masas en acción revolucionaria consciente. Esto es: hacer coincidir lo que se ve con lo que es. El Congreso del Partido, en última instancia, consiste en una gran evaluación general de nuestra marcha hacia ese objetivo.
En ese sentido, un primer dato es el siguiente: durante cuatro días, más de 400 delegados discutieron los problemas de la hora que nuestro partido debe resolver. Este número indica un crecimiento superior al 50 por ciento desde el XIII Congreso, a fines de 2002, y esto sin tener en cuenta que se habría contado con otros 100 delegados de haber estado representados los militantes incorporados a partir de enero de 2004.
El segundo dato, más importante aún, radica en la calidad de ese equipo de delegados: allí estuvieron representados los piqueteros del norte de Salta, los trabajadores victoriosos de Metrovías, la conducción del Sindicato del Pescado marplatense, los docentes de Santa Cruz y de la provincia de Buenos Aires –estos últimos en lucha abierta contra la burocracia de la Ctera–; los trabajadores movilizados de San Lorenzo, en pleno cordón industrial santafesino; la Lista Naranja Gráfica, que al cierre de esta edición terminaba una campaña formidable para expulsar del sindicato a los burócratas de sillón enquistados allí tras la figura gastada del geronte Ongaro; los compañeros de Transporte del Oeste, protagonistas del “colectivazo” que tomó la Plaza de Mayo el lunes 12 de abril; luchadores del Chaco, Jujuy, Santiago del Estero, Catamarca, Neuquén; los obreros que recuperaron Sasetru y hacen frente al desafío de ponerla a producir; los ceramistas de Zanón; la combatividad juvenil de los militantes de la UJS que dirigen la Federación Universitaria de Buenos Aires, y, en general, los mejores luchadores del Polo Obrero que han comprendido la necesidad de la construcción partidaria. Y la lista podría seguir hasta devorarse la página.
Esa representación, en fin, indica por sí el significado del Congreso y ha servido, aun antes de comenzar los debates, para que nosotros mismos tomáramos conciencia de las conquistas obtenidas por el Partido y el grado de responsabilidad que esas conquistas implican.
Por cierto, sabemos que nuestro XIV Congreso no representa un desembarco masivo del movimiento obrero —esto es, del movimiento piquetero— en el Partido Obrero, pero sí la consolidación de la vanguardia piquetera agrupada en la organización partidaria, el desenvolvimiento de su grado de madurez y la apropiación, por parte de esa vanguardia, de los problemas del Partido.
La crisis de crecimiento
Por citar un ejemplo, cualquier economista burgués sabe que en los países atrasados tanto la fuga como el ingreso de capitales producen determinados problemas, pero ese mismo economista preferirá siempre lidiar con los problemas producidos por el ingreso de capitales y no con los generados por su fuga. En el caso de un partido revolucionario sucede algo parecido: hoy bregamos con los saludables conflictos causados por un crecimiento geométrico, que no nos da tiempo para formar debidamente los cuadros capaces de contenerlo. Esa cuestión, la de la formación y educación política de nosotros mismos, recorrió todo el Congreso y los debates de las siete comisiones que trabajaron durante todo el fin de semana largo del 8 al 11 de abril.
Una compañera de Hurlingham, organizadora de comedores populares, constructora en su barrio del Polo y del Partido, a quien los nervios le hacían difícil el discurso en éste, su primer Congreso, relató cómo echó mano a la ayuda de compañeros con mayor experiencia para comprender el periódico y poder, como ahora sucede, explicarlo ella misma a sus vecinos. Y vimos que por ahí vamos bien, que en Prensa Obreratenemos nuestra primera –y tal vez la mejor– herramienta de formación.
De ahí que el Congreso —máxima autoridad del Partido— ha mandatado al Comité Central entrante para redoblar la campaña de prensa, que deberá ser debatida por todo el Partido. El primer paso ha de consistir en una adecuada discusión del contenido del periódico en los círculos partidarios y promover su lectura en el Polo Obrero, de modo de armar a nuestros compañeros para extender la llegada a toda la población de nuestra Prensa Obrera.
“Vamos por oleadas”
Una detrás de la otra, para no darles un momento de paz. Sabemos, como dijo en su discurso al Congreso el compañero Jorge Altamira, que la izquierda argentina tuvo partidos más grandes que el nuestro, que hicieron congresos más numerosos que el nuestro. Y bien: esos partidos ya no existen. El crecimiento complica los problemas (las sectas no cumplen función social alguna, por eso los problemas les son ajenos). Además, no tenemos —no podemos ni queremos tener— esa red de miles de punteros rentados que permiten a los partidos de la burguesía sostener su aparato aún después de estallar. Nuestro único colchón de seguridad es nuestro programa, el programa de la revolución proletaria hecho organización, fuerza material.
Esa organización, esa transformación del programa en fuerza social movilizada, significa, como dicen los cánticos populares, no darles tregua, que no tengan paz, ir por oleadas, pelear por la dirección de todas las grandes luchas populares en todo el país: “Cuidado con los movimientos limitados al puerto de Buenos Aires”, advirtió Altamira.
Pepe Barraza, piquetero del norte de Salta, informó al Congreso que preparan una actividad internacionalista con trabajadores bolivianos, para que las constructoras encargadas de tender un puente internacional entre la Argentina y Bolivia contraten por lo menos un 50 por ciento de mano de obra local, cosa que las empresas rechazan porque la lucha piquetera a uno y a otro lado de la frontera ha impuesto salarios superiores a los del convenio negrero de la Uocra. Barraza pidió también que el II Congreso del Polo Obrero sea una reunión internacionalista, con compañeros desocupados de Uruguay y de Brasil.
Vamos también a dar nuestra propia respuesta al problema de la seguridad, y propondremos a la próxima Asamblea Nacional de Trabajadores la organización de una gran Marcha Federal contra el hambre y el gatillo fácil. En ese mismo sentido, impulsaremos la constitución de un amplio frente político de piqueteros, sindicatos y comisiones internas antiburocráticos, fábricas ocupadas y partidos de izquierda. A la mayor brevedad, nuestro partido publicará un folleto sobre el problema de la inseguridad —transformado, como hemos dicho insistentemente en Prensa Obrera, en una crisis de Estado— para tareas de agitación y propaganda en todos los vecindarios.
Estamos a las puertas de una nueva crisis política por la cuestión del gas, la deuda externa y el estallido del peronismo. Por eso, la inseguridad se ha transformado en terreno de lucha entre sectores que se disputan la sucesión del gobierno. En definitiva, se avecina un recrudecimiento de la crisis institucional, y ese recrudecimiento revaloriza nuestra consigna de Asamblea Constituyente. Con ese objetivo, resulta preciso apuntar al resurgimiento de las asambleas populares, lo cual, a su vez, se vincula directamente con la necesidad del control obrero en todos los órdenes de la vida social.
He ahí las tareas que el Partido Obrero tiene inmediatamente por delante en este tiempo de descomposición del Estado, del régimen político y social del mundo capitalista. Ahora no marchamos contra la corriente, como sucedía en los años ‘70. Ahora vamos en favor de la tendencia obrera a la ruptura con la burguesía, a la independencia de clase, al gobierno propio. Nos proponemos consolidar y extender la herramienta política, el partido revolucionario que permita desenvolver ese proceso tan lleno de problemas apasionantes. Esa fue la importancia histórica del XIV Congreso del Partido Obrero.