Goyo: el militante
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Mucho se ha hablado del legado de Gregorio, de su conocida lucha en los ‘70 (la que está documentada). Están sus libros. Es conocida su trayectoria política en las filas del Partido Obrero, el valor fundamental de su candidatura a presidente para recuperar las conclusiones, la experiencia y la historia de la generación del Cordobazo, masacrada por la dictadura genocida.
Lo que no es muy conocido es su lucha actual, la de los últimos años. Tuve el privilegio de ser un testigo directo (e incluso una parte) de ella en estos últimos cuatro años. Diariamente, nos encontrábamos en las oficinas del bloque de izquierda en la Legislatura provincial, donde él se “apoderó” de la pc que tenía para mi uso y en ella, luego de terminar su cuarto libro (Las brujas…), emprendió una nueva publicación. Las brujas… fue un placer personal que él se dio; se desternillaba de la risa, se emocionaba recordando anécdotas que luego escribía y me “obligaba” a leer. Fue un recreo que se permitió.
Desde hace dos años estaba metido a fondo en un nuevo libro, cuya función fundamental era la lucha contra la cooptación política, contra quienes se pasaban al campo del kirchnerismo o de otras variantes patronales, era la denuncia de los “conversos”, de quienes lo hacían por guita o un cargo y era la polémica con quienes lo hacían de buena fe.
Gregorio defendía a capa y espada la independencia política de los trabajadores y la necesidad de que cuenten con un partido propio para tomar el poder. En los escritos, lo explica de una y mil maneras, acude a la organización social y económica del capitalismo para desentrañar las tendencias políticas que dominan políticamente a las masas y denuncia, a través de su experiencia política los intereses que hay detrás de ellas.
Hace un poco más de un año me invitó a un asado que él había organizado con diversos compañeros de la lucha de los ‘70, de los clasistas. Estaban conocidos luchadores de Fiat, de Materfer, de Perkins, entre otros. Lógicamente, el debate político surgió. Muchos declararon su simpatía por el gobierno K, algunos ex montos lo hacían desde su lugar de funcionarios de los derechos humanos. Gregorio parecía prestar poca atención al debate, más dedicado a comer, pero en un momento se paró y dijo más o menos lo siguiente: “No puedo hablar, tengo problemas físicos para hacerlo, yo sólo sé que los trabajadores no podemos ir atrás de ninguna variante política de los patrones, yo soy y sigo siendo clasista y ahora les va a hablar él” y me señaló para que tomara la palabra. Ahí comprendí que su insistente invitación para que fuera respondía a una decisión militante, que me “usaba” para superar las limitaciones físicas que tenía en ese momento.
Gregorio no vivía del pasado, era un militante actual, de primera fila en las movilizaciones, siempre con un banderín del PO en las manos. Intervino muy entusiastamente en el plenario obrero que armamos desde el bloque legislativo del FIT contra los despidos y suspensiones en febrero de 2009. Participó con el mismo entusiasmo en la conferencia sindical del PO. Recuerdo su emoción y su alegría cada vez que le contaba una victoria política, vivía pendiente de la evolución y lucha de su clase. El Goyito, el Viejo, como lo llamábamos, era una presencia fuerte y cotidiana.
Querido compañero, querido amigo, te voy a echar mucho de menos. Hasta la victoria, siempre.