Grassi: homenaje a la integridad revolucionaria
El 23 de septiembre se cumplen 39 años del secuestro y desaparición de los compañeros Fernando Sánchez y Gustavo “Mondragón” Grassi, militantes de Política Obrera. Ambos fueron secuestrados en la vía pública y llevados al centro clandestino “El Atlético” y, posteriormente, a la Escuela de Mecánica de la Armada. Hasta hoy, los responsables de sus desapariciones no han sido juzgados.
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Gustavo Grassi (“Mondragón”), se incorporó a la TERS, la juventud estudiantil de Política Obrera, en el Nacional Buenos Aires, en la época del Cordobazo. Fue parte de toda una camada de jóvenes militantes que abrazó el trotskismo revolucionario en uno de los principales y más politizados colegios de la ciudad de Buenos Aires.
Creció como militante desarrollando todo tipo de tareas. Cuando se produjo el golpe de 1976, era un compañero fogueado en la militancia clandestina.
Fue secuestrado a los 26 años, cuando se encontraba en la flor de la vida y de la actividad revolucionaria. En ese momento trabajaba en la gran fábrica textil Selsa, ubicada entonces en el barrio de Parque Patricios. Allí realizaba una intensa actividad clandestina de reorganización sindical contra la dictadura y los interventores militares del sindicato textil (AOT).
Lo secuestraron junto a Fernando Sánchez, que era responsable de la comisión de organización de PO, en una de esas citas en las que se ajustaba la distribución del periódico clandestino que editábamos bajo la dictadura militar.
En la misma empresa donde trabajaba “Mondra”, también lo hacía la compañera Ana de Once (Silvia Lewin, conocida por sus compañeros como “la enfermera”), que anoticiada horas antes de su ingreso a fábrica de la desaparición de Gustavo, no se presentó. El partido decidió que ella debía pasar a la clandestinidad.
Ni Grassi ni Sánchez delataron detalle alguno de la organización. El partido no sufrió ningún golpe represivo ni nuevas detenciones producto de estos secuestros. Según supimos posteriormente, Gustavo y Fernando fueron llevados al centro clandestino “El Atlético” y, luego, a la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA). Allí fueron vistos por nuestra compañera Laura Dabas -hoy fallecida-, que también se encontraba secuestrada en ese momento.
Al igual que Fernando, Gustavo Grassi no alcanzó a conocer a su hija, que nació cuando él ya estaba secuestrado.
Con su silencio y su vida, Gustavo protegió a la militancia revolucionaria y sentó las bases del actual desarrollo del Partido Obrero. Su hija, sus familiares y los militantes del PO pueden estar orgullosos de contar en su historia con Gustavo “Mondra” Grassi.
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