“Jeitinho brasileiro”

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La victoria de Lula por goleada en la segunda vuelta de las elecciones brasileñas dio lugar a un gran torneo de macanazos. Los explicadores de los hechos consumados no vacilaron en adjudicar la hazaña al ‘carisma’ nordestino del ganador, quien había sido incapaz, sin embargo, de valerse de esos ‘encantos’ para presentarse en los programas de debate con sus adversarios en el primer turno. Lula, en realidad, lejos de pensar en sus dotes histriónicas estaba preocupado por las cataratas de corruptelas que lo habían acosado hasta el día de las elecciones y le habían arruinado una victoria en la primera vuelta. Cuando ya había transcurrido una semana de las elecciones, el PT anunciaba una catarata de expulsiones de sus principales bonetes: el ex presidente del partido, Berzoini; el candidato a gobernador por Sao Paulo, Aloizio Mercadante; el policía que le hacía la ‘inteligencia’ de la campaña; un dirigente del Banco do Brasil, y varios más. Más que ‘carisma’, el que alguna vez fuera insultado por la derecha con el mote de ‘sapo barbudo’, no sabía donde esconder la cara.
Las otras explicaciones son, si cabe, más burdas, pues hacen aparecer al gobierno de banqueros que presidió Lula desarrollando una “redistribución de los ingresos en beneficio de los pobres”. Para abogar la imagen súbita de un Robin Hood que nadie había reconocido hasta hace un par de semanas, la prensa se dedicó a exhumar las fotos de un Lula joven y barbudo parado frente a las multitudes (un verdadero paseo por el recuerdo) y el propio Lula dejaba por momentos su ajustado modelo Armani para salir a la calle en camisa. ¿Alcanzaría para desmentir esta falacia señalar que “En tres años y medio de gobierno de Lula, el lucro de las grandes empresas más que cuadruplicó en relación a igual período del segundo mandato de Fernando Henrique Cardoso?” (Marcelo Rehder, 23/10, Folha). “La suma del lucro líquido de las 227 principales empresas con acciones negociadas en la Bolsa creció de 29,3 mil millones de reales a 131,7 mil millones entre los dos gobiernos. La diferencia, de 102,4 mil millones, representa un salto de 349,8%”. Si los montos se ajustaran a dólares la diferencia sería aun mayor dada la enorme valorización que ha tenido el real en casi tres años.
Operativo clamor o
el ‘jeitinho brasileiro’Como dijo un ocurrente empresario brasileño, “hubiera sido malo que Lula se plebiscitara en el primer turno, pero hubiera sido peor que no ganara el segundo”. Porque, en efecto, todas las fracciones capitalistas montaron un operativo para asegurar este resultado. Alckmin acabó perdiendo incluso una parte de los votos que le tocaron en la primera vuelta.
Tres días después de la primera ronda, La Nación (4/10) informaba algo que parece un delirio ahora que los resultados son conocidos: “hasta el momento es Alckmin el que parece haber cosechado apoyo extra para el ballotage”. Hacía referencia a una encuesta de Datafolha que asignaba a Alckmin la mitad de los votos que habían ido a parar a los terceros candidatos: Lula sólo recibía el 29% de los votos que le habían tocado a Heloísa Helena y el 26% de los de Cristovam Buarque. Lo que la encuesta no podía saber es que Lula contaba con un pacto político con los principales partidos, pero en especial con los dos jefes del partido de Alckmin — José Serra, del Estado de Sao Paulo, y Aécio Neves, de Minas Gerais — , los cuales habían ganado sus distritos por abrumadora mayoría. Prensa Obrera había reportado que en un PT descabezado por la corrupción, Lula había pactado la sucesión presidencial con José Serra, que es el ‘pollo’ del ex presidente Cardoso (Ver "Lula, el candidato de la 'unidad nacional', en Prensa Obrera, 21 de septiembre).
Los puntos salientes de la operación los relata Clarín del 18/10. Apuntando a los electores de los terceros partidos, en especial el PSOL, cuyos dirigentes habían insinuado la posibilidad de apoyar a Lula si éste se comprometía a no privatizar Petrobras, el Banco do Brasil y la Caixa Economica Federal, Lula denunció que Alckmin tenía, precisamente, esas intenciones. Cualquier brasileño bien informado sabe que la burguesía brasileña no tiene esa agenda en su carpeta sino privatizar la seguridad social brasileña por medio de un sistema de AFJPs. Petrobras es, a todos los efectos prácticos, una empresa privada, y el Estado solamente vendería su parte en el capital sólo en el caso de que firmara un tratado de libre comercio con la Unión Europea y/o Estados Unidos. La crisis con Bolivia mostró las claras ventajas que tiene la participación estatal en Petrobrás para defender a los pulpos mundiales del petróleo.
Lo interesante es que cuando Alckmin hizo la desmentida correspondiente, el agente del Departamento de Estado de EE.UU. en Brasil, el ex presidente Cardoso, salió a decir que defiende esas privatizaciones y la de Petrobras, aun sabiendo que esa posición es rechazada en las encuestas por la mayoría de la población. Alckmin, según Clarín, estaba en ese momento tratando de “ganar a la franja nacionalista y de centroizquierda”. Al día siguiente, hora por hora, “Lula dio por descontado que el próximo presidente en 2010 serán o el gobernador electo paulista José Serra o el gobernador reelecto de Minas Gerais Aécio Neves” (20/10). Con enemigos así, para que hacen falta los amigos. Lula se extendía sobre esta relación en el diario de campaña del partido rival, el PSDB, o sea la Folha de Sao Paulo (el de mayor circulación nacional), donde además aprovechaba para mentir como nunca asegurando que nunca había ido a una fiesta durante su gobierno. El sabotaje de Cardoso a la candidatura de Alckmin no se le escapó a la prensa española, como se puede leer en El País del 19/10. Bien mirado, la alianza pactada entre Lula y Cardoso viene de lejos y explica que Serra, el único que podía pelearle las elecciones a Lula, no fuera electo candidato a presidente por el PSDB. Ya después del segundo turno, La Nación (30/10) se permite informar que “la estrategia de seducción de Lula sería la de darle a entender a la oposición que le dejará el camino abierto para una victoria en 2010 a cambio de que lo dejen gobernar”. El corresponsal está obviamente atrasado, pues ese acuerdo está en vigencia desde hace tiempo. Cardoso, Serra y Aécio salieron al socorro de las tribulaciones de Lula, o como dicen por allá, le dieron un ‘jeitinho’ para mantener al frente del Estado a la figura que ha sabido imponer un plan de ajuste a las masas brasileñas a través de sus amigos en las burocracias sindicales y campesinas.
‘Pra frente Brasil’
Las declaraciones de diverso orden que se conocieron con posterioridad a la victoria de Lula, dan cuenta de un gobierno que se propone ‘contener’ a Venezuela y ‘reforzar’ el ‘eje’ con Argentina. Los más claros en este punto fueron los voceros de Estados Unidos, que han visto con toda claridad lo que han logrado Kirchner y Lula con Evo Morales: imponer una ‘nacionalización’ de los hidrocarburos en sus propios términos y sacar a Evo y a los pulpos de una crisis inminente muy fuerte. Esta labor le quedaba grande a Alckmin, o en todos los casos no le daban los tiempos.
Pero el problema principal que enfrenta Lula no es Venezuela sino Brasil. Concluido el segundo turno se reiniciaron los despidos en Volkswagen, algo que es más que un síntoma si se piensa que fue de este modo que hace un cuarto de siglo empezó la formación de la Central de Trabajadores y del PT. Si durante los últimos cuatro años, Brasil creció poco y exportó mucho, quiere decir que tuvo lugar un proceso de ‘ajuste’ industrial que aun no ha concluido y que por fuerza será permanente en las condiciones de la economía mundial. Cuando se reinicien las huelgas y las ocupaciones de fábricas y de tierras, la burguesía brasileña se va a olvidar de Hugo Chávez por preocupaciones más apremiantes.