Partido

16/11/2006|972

La Confederación Sindical Internacional

LA MAYOR ONG DEL MUNDO

En las vísperas de las elecciones de la CTA, varios de sus dirigentes (Yasky, Wasiejko, Micheli, Meguira) viajaron a Viena para participar de la fundación de la Confederación Sindical Internacional (CSI).

La nueva “Central Sindical Internacional” nace como consecuencia de la fusión de las centrales internacionales ya existentes: la CMT (Confederación Mundial del Trabajo, que agrupaba a los “sindicatos cristianos”, o sea del Vaticano, entre los cuales se encontraba la CTA) y la CIOSL (Confederación Internacional de Organizaciones Libres, que agrupaba a los sindicatos de los países “democráticos”) y varias centrales de países del ex bloque soviético, notoriamente la central rusa (que por su número de afiliados es la mayor de la nueva central).

La CGT argentina (que pertenecía a la CIOSL) también integra la CSI; Gerardo Martínez viajó en su representación al congreso fundacional.

En términos políticos, se han fusionado las burocracias sindicales “cristianas”, las “socialistas” y las ex “comunistas”. Es decir, burocracias que en cada uno de sus países han entregado todo lo que se podía entregar.

La AFL-CIO es, en el plano internacional, una agencia del Departamento de Estado y aún de la CIA. Como tal, ha sido uno de las principales puntas de lanza de la penetración del imperialismo en Europa Oriental y, en particular, en sus movimientos sociales. La burocracia de los sindicatos que la integran han dejado pasar cada uno de los violentos ataques de las patronales norteamericanas contra los trabajadores; los últimos fueron los cierres de plantas y miles de despidos anunciados por las terminales automotrices.

En cuanto a la alemana DGB, ha sido uno de los puntales de la “milagrosa recuperación de la competitividad alemana” (Financial Times, 30/10). La DGB (y su principal sindicato, la IG Metall) han promovido la firma de convenios de empresa “bajo los cuales los trabajadores aceptan significativas reducciones en los salarios reales (y en los salarios nominales en algunos casos) a cambio de protección en el empleo” (ídem). Las bases rechazaron estos acuerdos con los pies: la afiliación a los sindicatos en Alemania occidental cayó del 32,7% de los trabajadores en 1988 al 21,7% en la actualidad.

La CGT francesa ha dejado pasar la destrucción del empleo (con las formas de trabajo “promocionado”, contra el cual se levantó la juventud).

No hace falta explicar lo que dejaron pasar la CGT argentina o la propia CTA.

En resumen, de “pluralista, progresista y democrática”, como declaró Pedro Wasiejko, la nueva central internacional no tiene nada. Menos de defensora de las reivindicaciones obreras.

Pero estas burocracias sindicales tampoco reivindican haber creado una central sindical. Según uno de sus dirigentes, el objetivo de la CSI es “convertir al sindicalismo en la primera ONG del planeta” (citado por Lutte Ouvrière, 3/11). Su programa es la “globalización responsable”, es decir, la colaboración internacional con el gran capital.

Las burocracias sindicales reaccionan así a la “competencia” de las ONG (mientras los sindicatos perdían afiliados). Muchas de estas ONG tienen directa actuación en el ámbito laboral, creando tercerizadas.

Convertir el sindicalismo en una ONG es el punto final de la integración al imperialismo.

Luis Oviedo