Partido
25/7/2020
Las primeras horas tras la muerte de Mariano Ferreyra
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Minutos después de cerrar la puerta de la ambulancia que habían conseguido para llevar inmediatamente al hospital a Mariano Ferreyra, Elsa Rodríguez y a Nelson A., la prioridad era alejarse del lugar. Los compañeros restantes se dirigieron a la Av. Vélez Sarsfield, a la altura del barrio de Barracas, donde la mayoría de ellos subieron al colectivo 37 para dirigirse hacia Callao y Corrientes donde se improvisaba una concentración para denunciar los hechos que culminaron con la balacera de la patota del ex secretario general de la Unión Ferroviaria, José Pedraza. En medio del viaje, los compañeros y amigos de Mariano bajaron del transporte para dirigirse al Hospital Argerich donde habían trasladado a los heridos. Al llegar al lugar, tras unos pocos instantes, el llanto conmovedor de la familia, con quienes se encontraron en el lugar, daría la pauta de lo sucedido.
Inmediatamente se inició el pedido de solidaridad de todos los trabajadores, organizaciones populares y organismos de derechos humanos contra el atroz crimen que ese miércoles 20 de octubre, en horas del mediodía, se había perpetuado contra la clase obrera.
La emboscada criminal de una patota sindical había terminado con la vida de Mariano Ferreyra, de 23 años, militante del Partido Obrero, dejado al borde de la muerte a Elsa Rodríguez y herido con dos impactos de balas a Nelson A., del Polo Obrero, que sobrevivirá casi sin secuelas y podrá, cinco meses después, conocer a su primer hijo.
Cuando los primeros militantes llegamos a Callao y Corrientes, los que no habían estado en el lugar del ataque encontraron a los compañeros estragados de dolor, algunos aun en shock. Todo el que iba llegando se enteraba que Mariano había muerto y que Elsa luchaba por su vida. Llorábamos, nos abrazábamos, mientras se organizaba el corte de toda la intercepción de ambas avenidas, donde tendría lugar una conferencia de prensa. Fue una movilización atípica, porque la tristeza le ganaba a la bronca política.
En esa conferencia se denunció que las balas asesinas de la burocracia de Pedraza habían sido las responsables de la muerte de Mariano y la herida de Elsa, de Néstor A. y del ferroviario tercerizado Abel P., cuya herida de bala en su pierna mostraba en el lugar.
Denunciamos que estábamos ante un crimen organizado para defender el negociado infame de la tercerización, que unía a los empresarios de Ugofe –concesionaria del ferrocarril Roca-, al gobierno y a la burocracia sindical ferroviaria. Allí se señaló, una vez más, que con la plata de los subsidios, los concesionarios del tren pagaban contratos millonarios a “empresas” que les pertenecían a ellos mismos o a allegados, incluso a dirigentes del propio sindicato: la burocracia de Pedraza era comisionista de ese negocio. La lucha de los tercerizados por el pase a planta permanente ponía al relieve ese millonario negociado.
Se denunció que la Policía Federal había estado presente, dejado actuar a la patota y garantizando su huida del lugar: había liberado la zona.
La claridad de lo sucedido fue tal que a pocas horas de los hechos se podía saber quiénes eran los responsables de este crimen contra la clase obrera. En esa conferencia se identificó al principal responsable, José Pedraza, quien había mandado a su “gente” a escarmentar a los trabajadores y militantes; y al ejecutor y director de la masacre, en el lugar de los hechos, jefe del cuerpo de delegados de la burocracia, Pablo Marcelo Díaz, quien minutos después del ataque saldrá en los medios de comunicación declarando que los “ferroviarios” solo habían “defendido las vías”. A las 16 horas de la tarde, los compañeros de Mariano y Elsa ya habían resuelto el crimen.
Al rato, llegó la noticia de que José Pedraza, su segundo, el “Gallego” Fernández, los empresarios de Ugofe y los funcionarios del gobierno, con el secretario de Transporte Schiavi a la cabeza, se encontraban reunidos en la sede de Unión Ferroviaria, donde se desarrollaba el congreso denominado “Latín Rieles”. La movilización se dirigió a la estación Constitución, donde está ubicada la sede central del sindicato ferroviario, señalando que ahí se encontraban los responsables políticos del crimen.
No estábamos equivocados. En el juicio quedaría acreditado, y constaría en la sentencia, que desde ese lugar Fernández y Pedraza “le daban indicaciones a Pablo Marcelo Díaz, lo hicieron mediante 15 intercambios telefónicos desde las 7:46 h hasta las 15:48 h. Se puede concluir que todos estaban conectados y coordinados en el mismo momento en el que los acontecimientos se desarrollaban, y que a través de los llamados, determinaron conjuntamente evitar los reclamos actuales y potenciales que puedan pretender realizar los empleados tercerizados, sin importar los medios”.
Al final del día se había dado a conocer a la sociedad lo sucedido y sus responsables; nuestro dolor fue el pilar de la organización y lucha por justicia. El Partido Obrero fue abrazado por los trabajadores y la juventud para ese propósito.
Un crimen que estremeció al país
Al día siguiente, la jornada de protesta y movilización, tras el asesinato de Mariano, arrancó con un corte total de ambas manos de la autopista Panamericana. A partir del mediodía hubo cortes y demoras en varias líneas de trenes y en la red de subtes. Entre las 12 y las 14 horas no funcionó la línea Roca del ferrocarril por una protesta que comenzó pasado el mediodía. En la línea Sarmiento hubo demoras durante la tarde -los empleados dejaron viajar gratis a los pasajeros. Tampoco funcionó la línea Belgrano Norte. Por su parte, en los subtes se liberaron los molinetes en las cabeceras de todas las líneas. Fabricas como la gráfica Morvillo, pararon y movilizaron.
Durante el día hubo movilizaciones en todo el país. En Buenos Aires la movilización, a partir de las 17 horas, partió desde Callao y Corriente hasta Plaza de Mayo, cerrando una jornada dominada por las protestas. La convocatoria fue multitudinaria, con más de 60.000 personas.
Las columnas de jóvenes cantaban “A Mariano Ferreyra, lo vamo’ a vengar… a Mariano Ferreyra, lo vamo’ a vengar. Con piquetes y la huelga general”, y ya apuntaban a los dirigentes José Pedraza, Pablo Díaz y el “Gallego” Fernández, como los responsables de la balacera que se abatió sobre los manifestantes.
El documento que se leyó en Plaza de Mayo denunciaba que los manifestantes del 20 de octubre “fueron atacados a mansalva por una patota armada perteneciente a la cúpula de la Unión Ferroviaria, dirigida por José Pedraza […] que actuó en una zona liberada por la Policía Federal lo cual plantea la responsabilidad del gobierno nacional”. Al final de la lectura del documento, en un acto premonitorio que dejaba al desnudo el convencimiento, ya no de un partido sino de toda una generación, de que no se dejaría impune el asesinato de Mariano, la compañera Vanina Biasi agregó “somos miles los que le decimos a la patota sindical que van a ir a la cárcel y que Pedraza se va a morir en la cárcel”.
Era nuestra tarea que no se consagrara la impunidad y que lográramos la cárcel y el castigo a todos los responsables materiales y políticos del crimen. Toda una generación, junto al Partido Obrero, estuvo a la altura de esa tarea.
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