Partido

3/10/2020

Mariano Ferreyra y el fútbol: tirar una pared con la lucha obrera y popular

El rol de la pelota y su mundo en una pelea clave.

Tirar una pared resume muchos de los valores del fútbol y el deporte colectivo. Para aquelles que no saben, la jugada denominada de esa forma implica darle un pase al compañere y correr hacia adelante para buscar su devolución, más cerca del área y el arco contrario. La “pared” es la conexión, la solidaridad, la confianza en esx otre que es del mismo equipo y que tiene que participar de la jugada, en una pieza digna de una obra artística.

Pensar la pared y su esencia, que no es otra cosa que el juego en equipo, es reflexionar sobre el fútbol en una instancia pequeña pero consistente en la que sentimos que jugamos, que colaboramos y fluimos con la pelota en los pies. Es lógico el sentimiento en tal caso, puesto que el fútbol, como pocas actividades, refleja un sentir popular incomparable, de un deporte que es pasión de millones, que van a ver a sus clubes sin esperar nada, como si algunos sentimientos pudieran salirse un poco del engranaje capitalista, al menos por 90 minutos.

Pensando en esos valores, es posible afirmar metafóricamente que Mariano Ferreyra tiraba paredes. Quizás no en una cancha, ya fuentes cercanas a este cronista han afirmado (con ironía) que no le interesaba mucho el balompié, pero sí donde más importa: en la lucha. Será por eso, tal vez, que el fútbol lo aplaudió de pie.

Fueron varias las veces. Una el 13 de agosto del 2012, cuando las plateas y populares del Estadio Libertadores de América en Avellaneda se enrojaron las palmas en el entretiempo del partido con Vélez para aplaudir a un grupo de compañeres que dieron la vuelta a la cancha con una bandera que pedía justicia por Mariano. Eran las épocas en la que “Independiente Místico”, de la mano del presidente Javier Cantero, confrontaba con las mafias del paravalancha, mientras el gobierno nacional apostaba a un armado propio de barrabravas, autodenominado “Hinchadas Unidas Argentinas”. Conglomerado del que, por cierto, surgieron matones como Cristian “Harry” Favale, barra de Defensa y Justicia y uno de los responsables clave del crimen de Mariano.

Y esa secuencia en la que miles reconocían y tomaban como propia la pelea del joven militante del Partido Obrero y de la Fuba y hacían suyo el grito de justicia, se repitió en decenas de canchas. Las tribunas de Lanús, Tigre, Belgrano, Morón, Talleres de Escalada, Atlanta, Huracán, Racing y San Lorenzo, también vieron vueltas olímpicas o equipos que salían para sacar su foto tradicional de cada encuentro con la lucha de Mariano. Costaba que se los vea en vivo y en directo, por supuesto, porque el tan famoso “Fútbol Para Todos” no solía enfocar bien la cámara en esos momentos, como ese jugador rústico que quiere cerrar la pared con una o dos patadas pero que no llega. El sol no se puede tapar con la mano.

La participación del fútbol necesitó del protagonismo de las agrupaciones de hinchas. “La impotencia que provoca saber que esos mafiosos siguen controlando la mayoría de los sindicatos de la Argentina”, esbozó la organización “San Lorenzo Primero”, en una carta a su comisión directiva, como una de las causas para que el ciclón de Boedo levante la bandera de Mariano. El mismo espíritu de la hinchada de Talleres de Remedios de Escalada, que copó con banderas y carteles de “justicia”, pese a ser el lugar en el que José Pedraza reclutó parte de su patota. Las mismas ganas de les hinchas de Belgrano que proyectaron la película “¿Quién mató a Mariano Ferreyra?” como parte del ciclo cineclub “La Piratería”. Las tribunas saben con quién tocar e irla a buscar para esperar una devolución.

Y Mariano, además, tiró una pared con los grandes. Con un Carlos Tevez, por ejemplo, que jugaba en el Manchester City y en pleno 2010, cuando pidió justicia y saludó a “Elsa (Rodríguez)”, a la “familia” y a quienes están “apoyando a Mariano y a todos los trabajadores”, era una estrella a nivel mundial (al día de hoy lo es) y venía de ser titular en la Argentina que salió en el quinto puesto en el mundial de Sudáfrica.

En esa misma línea, un tiempo después fue un tal Lionel Andrés Messi quien posó, en una entrevista para la revista La Garganta Poderosa, con una camiseta argentina con el nombre de Mariano y la 10 en la espalda, en el mismo reportaje en la que dijo que lo “emocionaban” las banderas del Che Guevara.

En pleno Mundial Brasil 2014, no fue otro que el gran René “loco” Houseman, campeón del mundo en el `78 y de la Argentina con el glorioso Huracán del `73. En una carta por el cumpleaños Nro. 27 de Messi, el exwing escribió: “Para serte sincero, no te conocía ni cuando gritaste tus primeros goles, ni cuando diste tus primeras notas. Te conocí después, primero con la 10. Y luego descubriendo la clase de tipo que sos, algo que terminé de confirmar justamente en esa nota con La Garganta, cuando te pusiste la camiseta de la villa, y la de Mariano Ferreyra o la de Julio López. O sea, cuando te pusiste la camiseta argentina”.

El fútbol, con su sentir popular, no puede estar ausente de las peleas políticas más importantes. Hay una conexión de solidaridad inobjetable entre este juego colectivo y la movilización popular, que si bien no es automática, encuentra en sucesivos momentos una relación natural.

Porque el fútbol es pueblo. Porque la lucha de Mariano es pueblo. Es una relación tan simple y tan clara como tirar una pared.