Mi homenaje a Cata
Compartido por Ester, Mariana y Miriam
Seguir
Cata aceptaba difícilmente las convenciones y sabía que su muerte era próxima. La esperaba e incluso la preparaba. El materialismo y el racionalismo formaban parte de sus convicciones y de su manera de vivir. Entonces no vale la pena que agreguemos un homenaje más, no menos merecido por redundante. Pero sí queremos transmitir nuestra emoción y algunos de los recuerdos que nos trae ahora y de las reflexiones que nos inspiró cuando estábamos con ella. Es también su herencia, destinada a ser compartida.
Como muchos de los compañeros del núcleo original de Política Obrera, conocí a Cata a través de sus hijos, Luis, primero, y Miguel, después. El tercero, Diego, era más chico. A diferencia de otros casos, Luis y Miguel, y Diego después, pero ya en otras condiciones, comenzaban a militar en su adolescencia con el apoyo de sus padres. Castro Barros fue una casa que acogió reuniones y encuentros de todo tipo, y la casa de Miramar nos permitía pasar unos días en la playa. Los Guagnini eran así. Cata nos recibía y Ornar nos contaba algunos avatares de sus trabajos científicos. Luego iniciábamos la reunión.
Teníamos poca edad y menos experiencia política. El apoyo de los Guagnini nos permitía, creo yo, establecer una forma de continuidad que no podíamos tener personalmente. Cata se formó políticamente en la década del ‘30, en los contornos de la Reforma Universitaria y en el cuadro de un Partido Comunista que el stalinismo y el siniestro Codovila no habían todavía aplastado totalmente en su actividad estudiantil e intelectual. La Reforma del ‘18, Ingenieros, Ponce eran sus fuentes, y se reclamaba de la confluencia entre el liberalismo argentino anticlerical y el socialismo, más cerca de Jaurés que de Marx y Lenin. Se nutrió en la lucha contra el fascismo y por la República Española.
El stalinismo liquidó toda posibilidad de desarrollo de esta corriente y con el peronismo se aisló del movimiento obrero y de las luchas populares.
Cata volvió a la lucha política a través de sus hijos, porque retomaba con ellos un curso posible de su vida. Pero ahora en Castro Barros se discutía sobre la Revolución Cubana, el trotskismo, eventualmente el maoísmo. Cata y Ornar apoyaban moral y materialmente una militancia que rompía con la trayectoria reaccionaria del Partido Comunista y que retomaba a su manera los símbolos más perecederos de los años ‘30. Fue un verdadero fuego de artificio para nosotros, en el que participaban todos los habitantes de Castro Barros, cada uno a su manera. Era muy bueno sentir la presencia de personas de 50 años, de funcionarios públicos que podrían haber devenido burócratas y rutinarios, de lectores que seguían amando los libros, de socialistas que ignoraban a la IV Internacional pero que seguían creyendo en la fuerza emancipadora de las luchas obreras y populares, que detestaban a la burguesía. Es el clima que necesitan los militantes para formarse y crecer, con risas y lágrimas. Es lo que encontramos en Castro Barros y los Guagnini formaban parte de la historia del país, de su movimiento.
Cata fue en esos años la madre de compañeros y militantes, y sobre todo una transmisora de una forma de relevo. Hay que tener mucha energía para hacerlo.
Los compañeros de Política Obrera mostraron un coraje enorme en el duro período de la dictadura no sólo porque mantuvieron la vida política de la organización y su periódico, sino también porque intervinieron en las manifestaciones de lucha de la población, trataron de estructurarlas y organizarías, y corrieron todos los riesgos para hacerlo. Y durante muchos años estas manifestaciones abiertas fueron pocas, y el combate de Familiares fue decisivo.
Cata dio un salto personal en ese momento, porque emergió como una luchadora popular y porque lo hizo también como militante de Política Obrera y del Partido Obrero. Ahora su acercamiento al marxismo retomaba su experiencia personal de 30 años atrás en el cuadro organizativo y político del trotskismo. ¿Por qué? El destino político de sus hijos contó, y las amistades con los compañeros de Luis, Miguel y Diego también, pero estuvo su propio trabajo personal, su coraje, su olfato.
Gracias a la lucidez de decenas de militantes, el Partido Obrero pudo emerger en 1983, entre otras cosas, con una fórmula presidencial que presentaba a dos luchadores obreros y populares, Gregorio Flores y Cata Guagnini. A pesar de la dictadura y la represión, se produjo un verdadero salto y Cata fue uno de sus protagonistas, por la conjunción de su historia personal y de su valentía. Fue un eslabón de la lucha popular contra el régimen burgués y de la construcción de la organización revolucionaria. Sublimó el dolor profundo por la ausencia de dos de sus hijos y el exilio del tercero.
Claro que fue un desgarro terrible, una tragedia personal. Pero Cata lo transformó en rabia, lo racionalizó y se hizo todavía más acogedora y activa.
La burguesía atravesó la crisis de la caída de la dictadura y el cambio de régimen político con muchos sobresaltos, pero sin una crisis revolucionaria. Los elementos presentes en 1983 no maduraron suficientemente en ese momento. La experiencia de Cata a la cabeza de Familiares quedo relativamente aislada. Pe nuestra compañera mantuvo su continuidad. Era una dirigente del Partido, pero sobre todo una militante presente y permanente. Y Castro Barros volvió a ser el hogar de los compañeros, y Cata nuestra amiga. ¿Quién apoyaba a quién? ¿Nosotros que llenábamos sus horas, o Cata que nos acompañaba y nos mimaba? Vida personal y vida militante se daban S cita en su casa; solidaridad y afecto. A Cata le gustaba comentar la situación política, aunque I no nadaba en las sutilezas y las I polémicas. Reafirmaba en cambio I las disyuntivas de hierro de la sociedad burguesa y sus opciones, solidaridad, libertad, lucha con los explotados. Así mantuvo siempre, a pesar de sus crecientes dificultades físicas, una actividad y una presencia.
Cata hablaba poco de sus hijos pero mucho de sus nietos. Los eslabones de la cadena estaban allí, en una nueva generación, con sus luces y sus sombras. Así fueron sus últimos años, con las mismas fidelidades. Una perseverancia tozuda y una integridad enormes, que el dolor personal resaltaban pero que no requerían j de ningún énfasis. Cata no recurría a los énfasis. Estaba demasiado inmersa en su ciudad, su gente, como para resaltar su propia trayectoria. Tuvo los mismos interlocutores durante 40 años, y haber pertenecido a su mundo fue una gran alegría.
De los años ‘30 a los años ‘60, de 1983 a 2001, Cata fue un hilo conductor. Su contribución ha sido enorme, simplemente porque fue genuina. Es una parte de la historia de la lucha por la emancipación humana, aquí y ahora. Ahora son otros los que tienen que asegurar la continuidad. Sin Cata va a ser un poco más difícil.