Partido

25/7/2020

Qué pasó el 20 de octubre

El recorrido de los acontecimientos que llevaron al asesinato de Mariano Ferreyra.

Están por cumplirse 10 años del asesinato de nuestro compañero Mariano Ferreyra, y de las graves heridas sufridas por Elsa Rodríguez y otros militantes y trabajadores, a manos de la patota de la burocracia de la Unión Ferroviaria, en ese entonces, bajo el mando del ex secretario general del gremio, actualmente difunto, José Pedraza y su sequito.

El 20 de octubre del 2010 estaba prevista la realización de una acción de lucha, un corte de vías impulsado por los trabajadores tercerizados despedidos del ferrocarril Roca, quienes llevaban meses de lucha contra 117 despidos y por el pase a planta permanente.

Los antecedentes inmediatos de esta acción se remontan al corte de vías del 21 de julio, del mismo año, el cual se prolongó durante varias horas y se levantó bajo amenaza de represión. La única respuesta del gobierno kirchnerista fue el tratamiento de caso por caso y empresa por empresa en el Ministerio de Trabajo con el fin de desactivar la lucha y la exigencia de una cláusula de paz social. De un largo raid de dos meses y medio de reuniones casi diarias sólo se obtuvo la reincorporación de una decena de compañeros.

Por su parte, la empresa Ugofe –sociedad de los empresarios del transporte Roggio, Romero y Cirigliano- siempre fue mantenida al margen de toda responsabilidad por parte del gobierno: no era convocada a las audiencias ante el Ministerio de Trabajo, ni responsabilizada por el fraude laboral consumado con la tercerización. En agosto, la firma de un acta entre Ugofe y la Unión Ferroviaria, de aumento salarial progresivo para los tercerizados que los equipararía a fin de año con la categoría inicial del personal de planta, logró disolver parcialmente el movimiento y dejó solos a los despedidos que se habían organizado en la lucha.

Algunas semanas más tarde un intento de bloqueo de las boleterías en la Estación Constitución fue frustrado por la presencia de una patota de la Unión Ferroviaria: Cristian Favale, responsable material del asesinato de Mariano se encontraba allí. La acción del 20 de octubre aparecía como el último recurso de un movimiento de lucha que había agotado todas las instancias previas y cuyo sector más avanzado había dispuesto no bajar los brazos ante la adversidad que presentaba el conflicto.

Cristian Favale, junto a la patota de la UF, impidiendo el bloqueo de boleterías en la estación Constitución.

El empeño de la dirección de la Unión Ferroviaria por frustrar la lucha de los trabajadores tercerizados no solo se debía a un favor de estos a la patronal y al gobierno, del cual eran tributarios, sino que respondía a que los mismos dirigentes de la burocracia, José Pedraza entre ellos, eran propietarios de parte de las empresas que empleaban a los tercerizados, a través de testaferros y allegados –es el caso de la Cooperativa de Trabajo Unión del Mercosur.

La concentración del 20 de octubre tuvo lugar en el viejo (y actual) local el Partido Obrero de Avellaneda, ubicado en Lebensohn 500, a solo metros de la Estación Darío Santillán y Maximiliano Kosteki (Avellaneda), donde debía producirse el corte. Allí los trabajadores, junto con las organizaciones sociales y políticas que acompañaban el reclamo, entre ellas el Partido Obrero, deliberaron sobre el estado de situación: la estación estaba saturada de elementos de la patota ferroviaria, que habían sido convocados al lugar por indicación de la lista Verde de José Pedraza; su segundo, Juan Carlos “Gallego” Fernández y el lugarteniente, Pablo Marcelo Díaz. La Verde, también había reclutado a una cantidad de trabajadores que no tenían consciencia plena de a qué se dirigían. Muchos de estos desistieron de participar en los acontecimientos posteriores, que terminaron con la vida de Mariano.

Por estas razones, los manifestantes decidieron reorientar la actividad conduciendo la columna de tercerizados y organizaciones por los márgenes de las vías, sobre la calle que actualmente lleva el nombre Mariano Ferreyra y que conduce al Puente Bosch, que conecta con el barrio porteño de Barracas. En la zona, un terraplén con suficiente altura y un cercado, separa las vías del tren de la calle Mariano Ferreyra. En ese lugar se produjo el primer encuentro con la patota ferroviaria, quienes desde lo alto insultaban y amenazaban a los trabajadores, mientras seguían los pasos de la columna hacia barracas, custodiando las vías para impedir el acceso de los tercerizados.

Recorrido de la manifestación del 20 de octubre.

Superado el Puente Bosch, los trabajadores intentaron subir a las vías trepando el terraplén, cosa que solo lograron unos pocos que fueron recibidos a los piedrazos por la patota ferroviaria. Por debajo, la columna era sorprendida por una emboscada de la policía bonaerense que había traspasado su jurisdicción para actuar en conjunto con los agresores de la Verde. La columna logra reponerse del ataque y reorganizarse sobre la intersección de Pedro de Luján y Algarrobo (las vías), para luego alejarse unas cuadras a reconsiderar el desarrollo de la acción prevista. Ya promediaban las 13 horas de la tarde.

A unas cuadras de este primer ataque, los trabajadores deliberaban sobre los pasos a seguir, mientras algunos descansaban y se revisaban las heridas de los piedrazos y balas de goma. En definitiva, la decisión fue postergar la medida planificada y convocar a una reunión a realizarse el día siguiente por la tarde. Al tiempo que esto sucedía, al grupo de la Unión Ferroviaria se le unieron, marchando por las vías desde estación H. Yrigoyen, los integrantes de la barra brava de Defensa y Justicia, contratados para “escarmentar” a cualquier costo a los despedidos y manifestantes. Toda una acción premeditada, que contó con el reparto de armas y la dirección política del jefe de cuerpo de delegados del Ferrocarril Roca, Pablo Marcelo Díaz, quien mantenía  contacto con Pedraza ,  Fernández  y Karina Benemerito  que se encontraban en la sede de la Unión Ferroviaria, donde tenía lugar un Congreso de Latinrieles.

La patota de la UF avanzando contra los manifestantes.

Los manifestantes ya estaban desconcentrando cuando se percataron de que un grupo de la Unión Ferroviaria se dirigía al trote para embestirlos violentamente, por lo que comenzó a agilizarse el repliegue de la columna para evitar cualquier tipo de agresión física a los compañeros. La patota había superado el retén de las vías de la Policía Federal sin ninguna oposición de las fuerzas policiales. Camino a atacar a los trabajadores, fueron filmados por las cámaras de la empresa Chevallier y por un móvil de C5N, conducido por la periodista Gabriela Carchak, quien había reporteado a los tercerizados y quien fue amenazada por la patota.

Como la emboscada era inminente, un grupo de trabajadores y militantes se quedó para contener el ataque y evitar la cacería de los 200 manifestantes, entre ellos Mariano Ferreyra.

En la intersección de Pedro de Lujan y Perdriel se produjo el segundo ataque, donde se logra contener el avance de los agresores pero donde estos emplean múltiples armas de fuego contra los trabajadores y tercerizados. De los sucesivos disparos terminan heridos un trabajador, Ariel; un militante, Nelson; Elsa Rodríguez, militante del Polo Obrero, es alcanzada por una bala a más de 100 metros de distancia, quedando gravemente herida; Mariano es impactado en el abdomen y cae en la vereda, a pocos metros de donde una placa y un mural recuerdan su memoria. Cristian Favale y Gabriel Sánchez se encontraban disparando a unos pocos metros de Mariano.

Luego de los disparos, la patota huye en dirección a las vías donde termina siendo cubierta por el mismo retén policial que les había permitido el paso, sin que se confisque ni una sola arma o prueba que los incrimine.

En el lugar del ataque, una ambulancia detenida por los militantes trasladaba a Elsa, Nelson y a Mariano. Mariano llegaría sin vida al hospital, nada se pudo hacer para salvarlo.

Los sucesos de aquel 20 de octubre del 2010 dejaron al desnudo nuevamente el entramado de intereses de las patronales, la burocracia sindical y el Estado, llevado al punto de la connivencia y la complicidad en el ataque contra los trabajadores. Todas las fuerzas actuantes expresaban la defensa de un negocio amparado desde la Secretaría del Transporte del gobierno kirchnerista, pasando por las fuerzas policiales que permitieron el accionar de la patota asesina de la burocracia oficialista. Por el lado patronal se encontraban los responsables del vaciamiento ferroviario: culpables, poco tiempo después, de la Masacre de Once, con el saldo de 51 muertes y 700 heridos. El asesinato de Mariano refleja la naturaleza del Estado, expresada en esta asociación de la burocracia sindical, las fuerzas de represión y los funcionarios contra la lucha de los trabajadores y al servicio de los intereses capitalistas.

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