Partido

15/4/2004|846

Refundar el internacionalismo obrero

Discurso de Jorge Altamira (Extractos)

Vamos a un Congreso Mundial; es una responsabilidad enorme. Vamos con la madurez política, que es la nuestra, que hemos desarrollado al cabo de años de lucha proletaria conciente, que es el hilo conductor de nuestra victoria. En reuniones internacionales recientes los compañeros de otros países insistieron en una permanente propuesta nuestra, de que debíamos tener un programa para hacer un cabal trabajo internacional y de que nosotros debíamos presentarlo. Y lo hemos presentado. Desde 1938, por primera vez, una organización que trabaja internacionalmente lo hará con un programa.


Cada uno de los delegados se va a reconocer en ese programa, que es una creación colectiva del PO. Porque un programa es tal cuando la vanguardia que protagonizó la experiencia histórica sobre la que el programa se basa, se reconoce en él y es a partir de la cual sacará nuevas conclusiones. Todo programa es colectivo en el sentido de que la experiencia histórica es, por su naturaleza, una experiencia colectiva.


Con el programa, introducimos esencialmente la clarificación política. A partir de ahora, las corrientes y las sectas van a tener que explicar por qué discrepan, pero no sobre hechos circunstanciales sino sobre posiciones en el terreno histórico.


El movimiento que se va a reunir en Buenos Aires no es homogéneo; no tenemos la experiencia de una práctica común. Con la organización que va a salir del Congreso, vamos a encarar una práctica común y el programa madurará en su seno con el tiempo, como fruto de esa experiencia en común. Por eso, los estatutos que proponemos impiden a cualquier organización tener mayoría en la dirección internacional. Vamos a crear un partido internacional, que no es todavía la IV Internacional ni una verdadera Internacional Obrera, pero que va a luchar centralizada y organizadamente por una Internacional Obrera como nosotros luchamos en Argentina, centralizada y organizadamente, por un partido obrero.


Hay un fenómeno que debemos comprender. Para las masas del mundo, la IV Internacional no significa nada. Cuando en 1938 se fundó la IV Internacional, para la generación que había vivido la experiencia de la revolución rusa, de las revoluciones europeas, de la revolución china, de la revolución española, de la formación y degeneración de la III Internacional, de la burocratización de la URSS y del ascenso del nazismo, el planteo de Trotsky tenía un significado concreto porque habían vivido esa experiencia histórica.


Ahora, aunque nuestra propuesta es comprendida por todo el mundo, porque como nunca se están librando experiencias y luchas internacionales, la IV, propiamente dicha, es ajena a todo el mundo; tenemos que familiarizarla con la clase obrera por medio de nuestra acción y propaganda.


¿Qué nuevas manifestaciones grandiosas de la clase obrera marcarán el nacimiento de la nueva Internacional Obrera? No lo sabemos; militamos en esa perspectiva histórica abierta.


Todos los militantes del PO deben formarse con una conciencia internacionalista e infundir esa conciencia a las masas que nos rodean porque esa conciencia refuerza la convicción de las masas de nuestro país de que somos un partido confiable para luchar por el poder. Así como es importante no ser un partido de la Capital Federal sino un partido inscripto en la historia de las masas del país, es importante la conciencia de que somos una falange de la clase obrera internacional que está librando batallas gigantescas en todo el mundo en medio de la guerra.


En relación a Irak está ocurriendo algo que mi generación no había visto en esta dimensión: la división de la burguesía norteamericana y el propio Estado norteamericano; el enfrentamiento entre los capitalistas yankis y europeos y la división de los capitalistas en la propia Europa. Es una brecha excepcional, que sólo se presentó con anterioridad en las vísperas de la primera y la segunda guerras mundiales, y que apenas se insinuó con la caída de De Gaulle, primero, y Níxon y Carter después. La primera guerra desató la revolución rusa; la segunda, la revolución china. Estos acontecimientos históricos muestran la incidencia de la quiebra de las burguesías imperialistas sobre el movimiento revolucionario de las masas.