Partido

6/8/2019

Respuesta al documento del PT de Uruguay enviado a la CRCI

Otra vez: en defensa de la unidad del Partido Obrero

Foto: BCM Ojo Obrero Fotografía

“Originalmente se llamaba ‘duros’ a los bolcheviques y ‘blandos’ a los mencheviques, porque los primeros estaban a favor de una dura disciplina revolucionaria, mientras los segundos la sustituían por la indulgencia, la clemencia y la ambigüedad. Los métodos organizativos del menchevismo son tan enemigos de una organización proletaria como el burocratismo estalinista. (…) Los bolcheviques leninistas rechazan la democracia sin centralismo como una expresión de contenido pequeñoburgués. Es necesario purificar las organizaciones leninistas de los métodos anarquistas y mencheviques para ser capaces de encarar las nuevas tareas”. (1)


No se trata de abusar en citas, pero nos vemos en la obligación de hacerlo pues los compañeros del PT comienzan su documento con la reproducción de un texto de Trotsky.  Se pretende respaldar una acción rupturista, como la que están protagonizando Altamira y Ramal, apoyándose en la autoridad de Trotsky y en la tradición de la IV Internacional. Estamos frente a una selección sesgada, disociada del pensamiento del dirigente de la revolución de Octubre y de un modo general, de Lenin, del bolchevismo y la III Internacional.


El centralismo democrático reúne dos términos indisociables. Por supuesto, hay que encontrar el equilibrio entre ambos. Pero siempre, siempre, una de las claves que Trotsky y los bolcheviques reivindicaron a muerte es la unidad de acción política.


Esto es aleccionador frente a aquellos que plantean que el centralismo fue una excepcionalidad rusa, que respondía a las condiciones de ilegalidad y clandestinidad. Por supuesto, las normas y reglas deben ser adaptadas a las condiciones y contextos específicos de cada país, pero esa circunstancia no puede efectivizarse a expensas y en desmedro de la acción común y centralizada de la organización.


El hecho de que la burocracia stalinista se haya valido -en forma descompuesta- de los principios  del centralismo bolchevique, al que convirtió en sus antípodas, no puede llevar a tirar por la borda ese principio. Trotsky salió fuertemente al cruce  de quienes intentaron  establecer un signo igual entre regimentación stalinista y centralismo democrático. La cita que encabeza el presente texto es ilustrativa, pues corresponde a 1933, en plena batalla contra la  degeneración estalinista. En ese texto, Trotsky es enfático contra la tentativa de equiparar ambos fenómenos:


“Algunos miembros de nuestra organización califican como estalinismo cualquier medida defensiva contra los elementos en descomposición, cualquier llamado a la disciplina, cualquier represión. Con eso solo demuestran estar tan lejos de entender el estalinismo como también del espíritu que debe guiar a una organización verdaderamente revolucionaria. La historia del bolchevismo fue desde sus primeros pasos la educación de la organización en una disciplina de hierro”. (2)


Al respecto es útil también refrescar el concepto de Lenin sobre el centralismo democrático. En un libro de 1904, donde resume el famoso Congreso de 1903 que terminó con la escisión entre bolcheviques y mencheviques, dedica un amplio espacio a la polémica en defensa de un régimen centralista riguroso, de la disciplina, del principio de la mayoría, de la subordinación de la parte al todo. Lenin es implacable contra la “mentalidad anarquista e individualista”. Los obreros, afirma, no tienen miedo de la disciplina de la organización. (3)


En esta misma línea, Trotsky condenó a la minoría del SWP norteamericano que acusaba a la mayoría de “burocrática”, pretendiendo establecer una semejanza entre la burocracia  soviética y el elenco dirigente del partido trotskista americano, liderado por Cannon, que buscaba presentarse como sucesora de la oposición de izquierda rusa. Entre otras cosas, Trotsky llamaba severamente la atención sobre la ligereza e irresponsabilidad de la minoría del SWP, que omitía el hecho que la fuerza de la burocracia residía en su dominio de los resortes del estado, es decir, en una poderosa maquinaria de coerción.  


“Es verdad que, para justificar su dictadura, la burocracia soviética utilizó los principios del centralismo bolchevique, pero en el proceso los transformó en lo contrario de lo que eran. Pero eso no desacredita, en último análisis, los métodos del bolchevismo. Durante muchos años, Lenin educó al partido en la disciplina proletaria y en el centralismo más severo. Al hacerlo, tuvo que sufrir centenas de veces el ataque de las camarillas y fracciones pequeñoburguesas. El centralismo bolchevique fue un factor progresivo y aseguró el triunfo de la revolución. No es difícil comprender que la lucha de la actual oposición del SWP no tiene nada en común con la lucha de la oposición rusa de 1923 contra la casta privilegiada de los burócratas pero, por otro lado, es muy parecida con la lucha de los mencheviques contra el centralismo bolchevique”. (4)


La oposición de la minoría del  SWP se emparenta con el punto de vista de los mencheviques. El ataque de la oposición al centralismo en nombre de la democracia encierra un punto de vista anarquista e individualista, opuesta a la creación de un partido de combate.  


Los dirigentes de la revolución de octubre fueron enemigos de un partido concebido como un “club de debates”, sometido a un deliberacionismo permanente. La línea aprobada deberá  pasar por la prueba de la realidad y eso se irá verificando en el tiempo y a partir de una  confrontación permanente con los hechos que permitirá ir sacando conclusiones y estableciendo la clarificación que corresponda mediante el debate interno. Pero entre tanto el partido no queda paralizado. La orientación política que, luego del debate democrático, es aprobada por mayoría debe ser activa, lealmente apoyada y llevada adelante, empeñándose en ella, hasta por aquellos que no tenían acuerdo con ella. Agotado el debate, se entra en acción y el debate queda desplazado en el orden de prioridades.


No es por casualidad que el documento de fundación del SWP de los Estados Unidos, redactado en 1938 bajo la dirección de Cannon y con la directa colaboración de Trotsky, insiste  en la necesidad de combinar el debate y la democracia con aquella “severa disciplina y aquel centralismo, sin el cual no existe partido revolucionario”.


Podemos leer en el documento de fundación del SWP de 1938: “Cualquier discusión interna del partido debe ser organizada a partir del punto de vista según el cual el partido no es un club de debates, con debates interminables sobre toda y cualquier cuestión y en todos los momentos, en que no se llega nunca a tomar ninguna decisión, paralizando así la organización; al contrario, el partido debe ser concebido como un partido disciplinado para la acción revolucionaria”. (5)


Podríamos seguir citando. Hay un concepto general que preside el punto de vista de los bolcheviques. La tentativa de la dirección del PT (U) de reproducir fuera de contexto, unilateralmente, citas acerca del abordaje de las fracciones oscurece una comprensión de conjunto. Si la pretensión es respaldarse en la aureola y tradición del leninismo y el trotskismo, le decimos que están condenados al fracaso.


“La democracia y el centralismo no se encuentran en absoluto en una proporción invariable de la una con el otro. Todo depende de circunstancias concretas, de la situación política del país, de la fuerza y experiencia del partido, del nivel general de sus miembros, de la autoridad que las directivas han logrado ganar. Antes de una conferencia, cuando el problema consiste en formular una línea política para el próximo período, la democracia triunfa sobre el centralismo. Pero cuando se trata de la acción política, el centralismo subordina a la democracia”. (6)


Lean bien: cuando se trata de la acción política, el centralismo subordina a la democracia. El punto  central, clave de la controversia es la unidad de acción política. La dirección del PT (U) corre el arco e introduce una falsa polémica. Está fuera de discusión el derecho de cualquier  militante o grupo de militantes a constituir una tendencia o fracción. Pero lo que es inadmisible es la quiebra del frente único y la intervención común en la lucha de clases. Esto  es lo que Altamira pretende desconocer. En el texto que proclama la constitución de la fracción publica se plantea que la campaña electoral la van desarrollar en sus propios términos, es decir, con sus propias consignas y con sus propios materiales. No se trata solo de una expresión de intenciones sino que lo están llevando a la práctica. Más aún, han subido la apuesta y han empezado a sacar materiales o avisos como fracción pública de la UJS, del Polo, de las agrupaciones sindicales, dividiendo también faccionalmente estas organizaciones de masas que impulsa el PO. Hay una agenda ya en marcha de actos y charlas paralelas, programadas inclusive para el mismo día y la misma hora que las de la agenda establecida por el comité nacional y los comités locales. El colmo ha sido la decisión de boicotear el acto central del partido en Argentinos Juniors que congregó a 9.000 compañeros, al igual que los actos simultáneos en el interior.


Esta conducta corrobora en un 100 % lo que venimos señalando: bajo el rótulo de fracción publica, una figura inexistente en el estatuto, estamos ante  la tentativa de armar una nueva organización. Si a eso le unimos el hecho de que retienen las cotizaciones y tienen sus finanzas propias, no integran los organismos y rechazan colaborar con la prensa: ¿que  distingue esto de un partido independiente? No se trata de salirse por la tangente pontificando sobre el derecho de fracción. Lo que sí advertimos es que una fracción sin ningún límite supone la  fractura del partido. En lugar de un partido, tendríamos una federación de tendencias, lo cual es contrario al principio de un partido de combate que siempre reivindicamos y del que estamos orgullosos. La defensa de una organización de combate, preparada y unida para la acción, es una base granítica constitutiva no solo del PO sino de la propia CRCI, que se delimitó tajantemente del carácter federativo de  los otros agrupamientos internacionales  en los que cada corriente preservaba su feudo y zonas de influencia.


Viene al caso reproducir la reflexión que hicimos sobre este punto con motivo del Seminario de Izquierda que tuvo lugar en el 2005, en Buenos Aires:


“La organización del partido de la clase obrera tiene como principio el centralismo democrático. El enorme valor del centralismo democrático consiste en asegurar la unidad del partido para desarrollar la lucha política organizada para la tomar del poder contra la burguesía. En ese sentido el centralismo democrático se opone por el vértice al liquidacionismo, que se caracteriza por romper la unidad de la lucha de la clase obrera a partir de diferencias de distinto orden, que deben siempre ser superadas mediante el debate colectivo y la propia experiencia realizada en la acción común”.


Así como introduce una falsa polémica sobre el derecho de tendencia o fracción, el texto del PT (U) hace lo mismo cuando se refiere a su expresión pública. El alcance de la actividad pública debe ser previamente precisado. En la reunión de Atenas, planteamos que ese punto ameritaba una  discusión cuidadosa y consensuada. Pero lo que está fuera de discusión es que  una actividad pública sin fronteras equivale a otro partido.


No es cuestión de correr el arco. Hay que pronunciarse sobre esto. ¿El PT (U) defiende o no la unidad de acción política del partido? ¿El PT (U) da su visto bueno sobre las finanzas paralelas? ¿Y sobre el llamado a una campaña financiera para la llamada “fracción pública”? ¿El PT avala la división del Polo, UJS, Tribuna Docente y demás agrupaciones por la llamada “fracción pública”? ¿El PT (U) avala una campaña electoral propia, actos propios, volantes propios, consignas propias? Sobre esto, el texto del PT (U) hace un silencio de radio. Se ha dedicado a reproducir como casete lo que dicen los textos de Altamira  y Ramal, sin siquiera tomarse el trabajo de responder las graves denuncias sobre la escalada rupturista que venimos denunciando.


El texto, lamentablemente, es un calco de la metodología que viene aplicando en su propia  prensa. Quien entre a la página del PT va a ver publicados solo los artículos de JA referidos a la crisis del PO y en general sobre la situación política argentina. La otra campana brilla por su ausencia. El Comité Nacional del PO está proscripto. Esto todavía llama más la atención porque la abundancia de textos de Altamira contrasta con  la  ausencia de artículos propios del PT (U) sobre la lucha política y de clases en el propio Uruguay. La prensa impresa no sale desde fines de abril y ni siquiera hubo una nota en la prensa digital con un balance del paro nacional del PIT-CNT. La tenacidad y el empeño puesto para escribir sobre la situación del PO y producir  largos textos desaparece cuando se trata de tomar posición frente a los convulsivos acontecimientos de la lucha de clases local. Estamos frente a una censura del PO y encima  la dirección del PT se rasga la vestidura sobre la democracia interna que debe imperar en el PO,   y hasta se pretende dar cátedra sobre la difusión pública de las divergencias. Es necesario que comiencen por casa y prediquen con el ejemplo.


El texto del PT replica a un texto presentado por el DIP semanas atrás referidas a la crisis del PO “en tanto podría interpretarse como una limitación del derecho de fracciones de un partido revolucionario“. Ese derecho, sin embargo, no es ilimitado. Debe ser fundado y avalado por un documento que lo justifique, y luego evaluado por el comité nacional. Estamos lejos de un piloto automático. Por ejemplo: la dirección del PT (U) rechazó hace no mucho tiempo atrás el pedido de fracción realizado por un grupo de compañeros de su organización, considerando que su alcance  y contenido no reunía tal pretensión. El abordaje debe ser concreto y es lo que precisamente plantea el DIP. La tentativa de hacer un paralelismo entre la llamada “fracción pública” y la dirección del PO por un lado, con el espartaquismo y la dirección de la socialdemocracia por el otro,  no tiene el menor asidero -tal cual lo advierten los compañeros  turcos. En un caso se estaba frente a una dirección contrarrevolucionaria, y en el otro con la dirección del PO. El propio PT uruguayo admite que eso no ocurre con la dirección del PO  pero… “no hay que descartar que termine sucediendo”. Estamos ante un grosero abuso de la “dialéctica”. No es la primera vez que en nombre de la dialéctica se termina justificando  juicios antojadizos y hasta disparates. Un recurso debe ser usado cuando corresponde, de acuerdo a una caracterización política. Trostsky tomó la decisión de fundar  la IV Internacional cuando la III entregó a la clase obrera alemana al nazismo, es decir que sus decisiones estuvieron asociadas a traiciones fundamentales en el escenario vivo de la lucha de clases. No nos podemos guiar por esta pseudo dialéctica grosera. Esto es, sin embargo, a lo que apelan Altamira y Ramal. Ahora han dado un paso más y plantean que van por la “recuperación del PO”. En otra palabras, que los dirigentes de la actual dirección del PO son irrecuperables y deberían ser  expulsados, desconociendo que el 80% de los delegados al reciente 26 Congreso los eligió. No habría ni siquiera, según ellos, base en el PO para restablecer el trabajo en común y funcionar en los mismos círculos y organismos. A confesión de parte, relevo de pruebas. La llamada “fracción publica” es la pantalla del rupturismo.


El documento del PT (U) vuelve a repetir como casete y sin reflexionar los mismos argumentos frente a las divergencias, sin agregar nada nuevo. Todas las divergencias de las que habla el documento del PT (U) fueron discutidas en el Congreso: el catastrofismo, las consignas para la etapa y el abordaje de las elecciones. Esas divergencias fueron caracterizadas, sin embargo, por el propio Altamira, como “tácticas”,  de consignas, hasta el punto tal que no ameritaban la formación no ya de una fracción sino ni siquiera de una tendencia. ¿A qué se debe este cambio súbito? Silencio de radio pese a que el PT (U) advierte que el asunto de tendencias y fracción es un asunto serio, que no debe tomarse a la ligera.


El documento del PT (U) reproduce un texto que sacamos en oportunidad de la crisis del MAS a fines de los 80. Ni siquiera percibe que este texto constituye un cuestionamiento demoledor al accionar de Altamira y Ramal. “El militante revolucionario –dice una de las partes citadas-  tiene el derecho y la obligación de pensar por su propia cabeza, en tanto aplica en la práctica y en el terreno de la organización, las resoluciones votadas por la mayoría. No es la discusión franca sino la intriga y la camarilla lo que está reñido con la pertenencia al partido revolucionario”. Esto se opone por el vértice con la llamada “fracción pública” que no "aplica" sino que desconoce las resoluciones de la dirección. El PT nos reprocha que haya sido la dirección PO la que haya alentado que Altamira y Ramal  formen una tendencia. ¿Por qué ese  reproche cuando lo natural hubiera sido reivindicarlo ya que se trataba de un llamado a una  discusión leal, por canales orgánicos en oposición a la acción clandestina, intrigante y de camarilla? Léase bien: la conducta fue catalogada en momentos de la crisis del MAS como incompatible con “la pertenencia al partido revolucionario”. Tenemos a Altamira contra Altamira.


EL PT (U) lanza acusaciones sobre las cuales después se ‘rectifica’ tramposamente, haciéndose eco de los infundios de Altamira y Ramal, sin verificar su veracidad y sin prestar la mínima atención (y por supuesto no pronunciarse) a las denuncias del Comité Nacional del PO sobre la actividad faccional y rupturista de largo desarrollo de Altamira y Ramal. Acompaña así una actividad intrigante de esta fracción pública liquidacionista del PO de manera ligera. Esto a pesar que la dirección nacional del PO manifestó su propósito que todo tipo de denuncia fuera investigada por la Comisión de Control -con la presencia de elementos elegidos por la llamada “fracción pública”- que marca el Estatuto partidario. En lo que refiere al rol la Comisión de Control, el PT plantea una interpretación confusa y sesgada. Pero el Estatuto es un documento programático, es un acuerdo político, adoptado por una organización de membresía voluntaria.


Rechazamos, y es necesario que el PT (U) rechace también, todo accionar clandestino, combinando el hostigamiento calumnioso y provocador en las redes, incluido elementos  descompuestos  y algunos de ellos  separados por cuestiones de abuso de género. Rechazamos  el apañamiento de Altamira y Ramal de estos elementos y el aliento de este accionar faccional fuera de los organismos y canales partidarios. En el largo documento del PT (U) no hay una  sola palabra sobre estas denuncias, sobre las cuales hasta el día de hoy ni Ramal ni Altamira  ha dado explicaciones negándose a comparecer ante la comisión de control.


La carta del PT nos acusa de métodos administrativos y abiertamente burocráticos para resolver la crisis. No deja de llamar la atención, pero en el largo documento jamás se menciona   que hubo un Congreso, que vino precedido por 17 boletines internos y 300 documentos, en que cada uno tuvo libertad para exponer sus posturas. Nunca hubo tanta discusión y confrontación de posiciones en la historia del PO. Esa deliberación  intensa se expresó en el propio Congreso, a Altamira se le asignó tiempo especial para que expusiera sus planteos y en donde hicieron uso de la palabra 57 compañeros en la comisión política y 66 en la sesión plenaria, donde se terminó aprobando la resolución política. ¿Cómo se puede hablar tan ligeramente de administrativismo y burocratismo?


Alentamos un debate leal y franco de las posiciones en disputa. No despreciamos las discrepancias pero al mismo tiempo no podemos soslayar los volantazos de posiciones políticas y la ligereza  que se constató a lo largo del debate. El último volantazo lo tenemos ahora con el retiro de circulación del “Fuera Macri”, que es sustituido por el “Fuera el FMI” haciendo suyo tardíamente el planteo impulsado por el comité nacional. Tuvieron que rendirse ante la evidencia de que el “Fuera Macri” era insostenible, que nos confinaba  objetivamente al campo del Pejota-kirchnerismo. Altamira y Ramal copiaron, sin embargo, defectuosamente la consigna, planteando “Fuera el FMI” a secas, en lugar de “Fuera el régimen del FMI” que es el que venimos enarbolando y que plantea terminar con todo el sistema político que engloba a todas las instituciones y poderes estatales y los partidos que los sostienen.


El texto del PT nos reprocha que acusemos a la minoría de exagerar sus divergencias, de forzar la mano. Los compañeros del PT saben perfectamente que el documento internacional precongresal fue aprobado por unanimidad en el comité nacional. Lo mismo sucedió con la resolución internacional del Congreso, con presencia de  compañeros de la autodenominada minoría. En el documento internacional se señala que las tendencias a la bancarrota capitalista no anulan la iniciativa y la capacidad de la burguesía de  articular una estrategia y ofensivas contrarrevolucionarias, más bien esta capacidad se potencia y se perfecciona en la época de descomposición capitalista. No inventamos nada; no existe un pasaje automático de la economía a la política. Es lo que advierte Trotsky en una “Escuela de estrategia revolucionaria”.


El documento del PT (U) repite como un loro  lo que dice Altamira pero no se toma el trabajo de constarlo. Es falso que consideremos que las elecciones han cerrado la crisis en la Argentina y que se ha impuesto un relevo ordenado. Asistimos a un gran escenario de convulsión política y económica, pero no alcanza con señalar la crisis por arriba sino que es fundamental para un partido revolucionario tener en cuenta el estado en que se encuentra las masas. No se nos puede escapar el dominio de la burguesía del escenario electoral y político, tomado de conjunto, y el hecho que ha prosperado una tregua impuesta por las direcciones  sindicales, evitando una reacción general contra el enorme ataque en curso. Esto es imprescindible al momento de formular las consignas que ayuden a desenmascarar a los partidos patronales, a separar a los trabajadores de la burguesía e impulsar su irrupción independiente. Las tres consignas que presiden nuestra campaña apuntan en esa dirección: fuera el régimen del FMI, que la crisis la paguen los capitalistas y por un salida política de los trabajadores. Son consignas que  apuntan a la cuestión del poder, a través de una aproximación pedagógica en el marco de la campaña electoral.


Si el PT hiciera suyas las objeciones de Altamira, debería comenzar por revisar su propia campaña electoral. ¿Cuál es la consigna central que preside la campaña electoral del PT? Adivinen: “Por una alternativa política de los  trabajadores” acompañada por “Que la crisis la paguen los capitalistas”. ¿Y la consigna de poder?


Más aún, el 17 de diciembre último una nota en la web del PT (U) señala en su título que “Con el FA o sin él se prepara un viraje derechista". Si "se prepara" ¿no significa que la clase burguesa maquina una ofensiva estratégica contra las masas? Es lo que dice correctamente el artículo: pretenden “desarrollar un ataque mayor a la clase trabajadora y sus conquistas”.


Estamos de acuerdo también con su final: Para los trabajadores uruguayos, latinoamericanos y del mundo entero, la única perspectiva de futuro en este cuadro convulsivo pasa por la constitución de una alternativa política propia y el reforzamiento de las organizaciones obreras bajo una perspectiva de independencia de clase, para hacer frente al fascismo, a las guerras de rapiña, para defender las condiciones de vida y las conquistas históricas debemos poner en pie un polo obrero y socialista”. ¿Y las "consignas de poder"? No son estas en abstracto (que genérica y estratégicamente figuran) sino la construcción de "una alternativa política propia y el reforzamiento de las organizaciones obreras", lo que el articulo -con el cual coincidimos en este aspecto- plantea.


La carta del PT (U) coloca en boca del PO "que la izquierda revolucionaria no puede tener la iniciativa". ¿Dónde se dijo esto? Sí se dijo que la burguesía conserva capacidad de iniciativas, no que la izquierda no la "puede" tener (eso sí sería abandonar programa y abdicar de cualquier perspectiva revolucionaria).


Por último, nos vemos obligados a salir al cruce de una serie de falsificaciones.


El PT nos acusa que por anticipado apuntábamos a la exclusión de la minoría del CC. Es falso, jamás hablamos de una dirección "homogénea". El párrafo que reproduce el documento desmiente esta afirmación: "El problema que tenemos es debatir problemas que no tenemos en vez de poner el foco en los problemas que tenemos que superar". “La dirección que sea electa en el próximo Congreso deberá superar esta fragmentación partidaria y enfocarse en la superación de los problemas reales del partido”. Señala una hoja de ruta, una agenda para la nueva dirección, una escala de prioridades, de ningún modo la exclusión de nadie.


Segundo. El documento  del PT insinúa que existiría una base material en las desviaciones  que atribuye a la dirección. Aunque lo dice en forma difusa, señala la existencia de presiones del movimiento de mujeres, de los desocupados, de los centros de estudiantes. ¿De qué está hablando? La característica del texto del PT es revolear hipótesis en forma ligera e infundada. El texto del PT debería aportar, más allá de sospechas, alguna evidencia de este fenómeno. Sin embargo, no aporta ni una palabra. Estamos frente a una enorme irresponsabilidad. Lo mismo  sucede cuando se hace referencia al creciente número de funcionarios y rentados. La realidad es la contraria: lo sorprendente es el bajo número de compañeros rentados en relación al desarrollo y conquistas alcanzadas. Al hacerse un relevamiento a la hora de examinar cuestionamientos de Altamira en ese sentido, lo único que saltó son desfasajes en exceso en los ingresos de compañeros de la llamada minoría.


Tercero: jamás hubo una intervención judicial de parte del comité nacional al partido de Tucumán. La intervención es un resorte interno del partido. Lo que se hizo fue notificar a la justicia el nombramiento de la nueva autoridad, del mismo modo que  comunicamos nuevos apoderados cuando eso ocurre. Quienes sí apelaron a la justicia fue la llamada minoría, que impugnó el Congreso de 2018, habilitando al Estado capitalista a una eventual intervención judicial  del partido.


Concluyendo, defendemos  la unidad de acción política del partido y llamamos, en ese marco, a desenvolver en forma franca y leal las discrepancias que existan.


Lo que es inadmisible es un partido dentro del partido. Cuando salió el texto firmado por los 7 compañeros planteando una fracción pública, rechazamos esta maniobra porque bajo esa denominación encubría una ruptura. Esto volvió a corroborarse en la reunión de Atenas, cuando estaba al alcance de la mano la posibilidad de un acuerdo. Luego del esfuerzo inmenso puesto por las organizaciones de la CRCI, los representantes de la llamada “fracción pública” patearon el tablero. Esto a pesar de la declaración pública del Comité Nacional de reconocer a la fracción en el marco de la unidad de acción partidaria y numerosas garantías más para impedir que se siga consumando la división del PO. Cuando Altamira constató que la propuesta de Atenas no coincidía con sus pretensiones despolitizadamente hegemónicas, la rechazó. La misma metodología  que utilizó después del 26 Congreso, luego de perder  la votación por 80% a 20% de los delegados presentes. Altamira no se banca haber sido minoría del Congreso partidario y quiere “recuperar el PO” transformando el 20% de la minoría en una mayoría contra el 80% de los delegados congresales que votaron la orientación y la dirección.


Aunque planteamos enmiendas, el llamado Armisticio de Atenas es una base que reivindicamos para avanzar.


La carta del CC del PT no intenta mediar, ni trabajar por reunificar al PO. Su texto es una defensa incondicional, apresurada y forzada de la llamada “Fracción Pública”.


Llamamos a los compañeros del PT a rechazar el rupturismo de Altamira y Ramal, pronunciarse por la propuesta de Atenas y contribuir a salvar la unidad del Partido Obrero y de la CRCI de un liquidacionismo sin principios. 


Notas:


(1) L. Trotsky, “Hay que poner punto final” (18 de setiembre de 1933).


(2) L. Trotsky, ídem.


(3) V. I. Lenin, Un paso al frente, dos pasos atrás.


(4) L. Trotsky, “De un arañazo al peligro de gangrena” (enero de 1940), En Defensa del Marxismo.


(5) “The internal situation and the character of the party”. In: The founding of the SWP. Minutes and resolutions, 1938-1939 (Pathfinder Press, 1982).


(6) L. Trotsky, Carta al Socialist Appeal.