Policiales - Gatillo fácil
18/11/2004|877
Escuadrón de la muerte en Don Torcuato
Seguir
Prensa Obrera N 874 se refirió a la historia criminal de las empresas privadas de seguridad, a los personajes mafiosos que han desembarcado con ellas y, por su intermedio, al reciclaje del Plan Cóndor dedicado ahora al tráfico de drogas y de armas y, por supuesto, a la represión. Ahora, al salir a luz el funcionamiento del “escuadrón de la muerte” en Don Torcuato, se tiene que esas empresas, en combinación con la Policía, tienen otra de sus especialidades en el asesinato de niños, como sus colegas de Río de Janeiro.
Ese escuadrón estaba formado en su mayor parte por “patas negras” de la Comisaría 3" y del Comando Patrullas de Tigre, que operaba en una zona que ellos mismos llamaron “triángulo de la muerte”, entre la Panamericana al oeste, la avenida Belgrano al este y la avenida Libertador al sur. El grupo actuaba al mando del sargento Hugo Alberto Cáceres, (a) “el Hugo Beto”, quien había organizado una agencia de seguridad que actuaba a modo de comisaría paralela. Ese comando parapolicial cobraba a los comerciantes y dueños de countries para “limpiar” la zona de “indeseables”. Por eso Cáceres y su gente fotografiaban a los pibes detenidos por cualquier circunstancia. Esa foto, claro está, significaba el asesinato seguro, a plazo fijo, del chico apresado.
Paralelamente, “el Hugo Beto” también cobraba a delincuentes para darles “zona liberada”, mientras se transformaba en secreto a gritos su vínculo con el narcotráfico y los desarmaderos de autos robados. Por supuesto, los vecinos que se negaban a pagar por su “seguridad” eran asaltados una y otra vez. Además, en aquel “triángulo” no patrullaban los móviles de la 3° ni del Comando Patrullas; sólo los autos blancos con sirena y baliza arriba del “Hugo Beto”, y sus muchachos provistos con equipos de comunicaciones, armas pesadas, municiones -muchas de uso prohibido- y chalecos antibala.
Entretanto, la comisaría paralela funcionaba en la casa de Cáceres, en el barrio Los Dados, un búnker con arsenal y archivo que pudo ser visto por el periodista Ricardo Ragendorfer. Allí había carpetas con fotografías de “malvivientes”, casi todos adolescentes menores de 16 años. Sobre varias de esas fotos, Ragendorfer vio el cartel “abatido”.
Entre esos chicos asesinados -serían más de 60- figuran algunos casos que produjeron movilizaciones importantes, como los de José Guillermo “Nuni” Ríos, Angel Fabián Blanco, Juan Teodoro Salto, Leandro García, Gastón “Monito” Galván y Miguel “Piti” Burgos. Esas movilizaciones, finalmente, llevaron a estos criminales a juicio oral.