Hay que combatir la droga, hay que organizarse contra el capitalismo

La muerte del estudiante Sebastián Bordón a escasos días de las elecciones produjo una verdadera conmoción política. Cayeron funcionarios mendocinos, docentes bonaerenses y los coletazos seguramente arrastrarán a más funcionarios.


El tema es un caso típico de las golpizas que se dan en casi todas las comisarías del país y luego, el encubrimiento de las pruebas. La movilización de los familiares de las víctimas del gatillo fácil tiende siempre a quebrar esta estrategia de encubrimiento e impunidad.


La droga


Pero el asesinato de Sebastián pone al desnudo otro aspecto que es el problema de la droga. De algunas de las declaraciones formuladas por algunos de sus compañeros, surgiría que la conducta del estudiante pudo obedecer a los efectos de la cocaína o a una gran crisis de abstinencia. El problema de fondo es que frente a la situación creada por la modificación radical en la conducta de los jóvenes con problemas de adicción, no existe instrucción alguna a docentes, padres o familiares, pues ésa es una cuestión que para el gobierno no existe oficialmente.


La decisión de los docentes de dejar en la comisaría a Sebastián pudo deberse a que ni ellos ni sus compañeros lo podían controlar. La cocaína provoca en algunos adolescentes efectos devastadores, de ataques directos a hermanos, padres y seres queridos y a sus propios compañeros. La idea de que la policía sería la única que podría resolver este problema terminó en que los canas lo ‘boletearan’.


La ausencia de una política para tratar a los adictos y el secreto con que esto se maneja, provoca muchas veces la definitiva destrucción de los jóvenes. Muchos padres, desesperados e impotentes ante la imposibilidad de manejar las conductas de sus hijos, terminan enviándolos a una comisaría o a un juez, produciendo en la mayoría de los casos un efecto aún más negativo.


El paso siguiente es la derivación del joven por la fuerza a un ‘centro asistencial’. Este es el comienzo de otro proceso aún más doloroso y negativo para el joven y su familia, porque el Estado está prácticamente desligado del asunto, no asigna fondos para hacer las separaciones según grados de adicción, edades y medios sociales. Ni siquiera toman en cuenta el período llamado de rehabilitación, siguiendo con el consumo hasta quedar libres de esa tutela.


La negativa de los compañeros de Sebastián, e incluso de los docentes, a hablar, pudo estar reflejando un problema mucho más profundo. No existe en los medios secundarios ninguna politica para resolver los problemas de conducta que provocan algunas adicciones. Los recursos son las clásicas amonestaciones para expulsar del colegio al chico con ‘problemas de conducta’.


Los jóvenes están expuestos a tres principales problemas: la droga, la represión y el sida, más el oscurantismo para miles de jóvenes, que quedan en el camino sin terminar sus carreras secundarias.


La impunidad


El gobierno es responsable directo de esta situación. Según el propio secretario de la lucha contra el narcotráfico, Julio César Aráoz, “Nuestro país se convirtió en el principal productor de América Latina de los químicos necesarios para la elaboración de droga” (Clarín, 6/10). Mientras, el gobierno lanza comerciales hipócritas que prácticamente acusan a los jóvenes de dejarse agarrar por la droga, se deja que ésta penetre abiertamente en todo el territorio.


Hay total impunidad para los que introducen la droga en el país, pues nunca se vincula ‘directamente’ al que blanquea el dinero con el que la distribuye. El‘blanqueo’ del dinero recaudado por la venta de droga sería de casi 300.000 millones de dólares anuales a escala mundial, la mitad del total de los producido. Su transformación en inversiones ‘legítimas’ es tan significativa en algunos países que, de acuerdo con los informes de la ONU, su brusca desaparición “provocaría un cataclismo económico” (ídem).


Esos son los verdaderos responsables de las muertes de miles de jóvenes: los grandes capitalistas y los gobiernos de los lacayos de estos capitalistas, como lo es el de Menem. La bestia que le pegó a Sebastián hasta matarlo es la punta del ovillo de la madeja que comienza en la permitida entrada masiva de droga al país.


La clase obrera necesita más que nunca de una política educativa para contener y ayudar verdaderamente a los jóvenes, para afrontar con los ojos bien abiertos la cuestión de la represión, del SIDA y de la droga. Pero esto no lo van a hacer los grandes capitalistas que lucran con esta tragedia.


Deben recuperar los puestos los docentes de Moreno cesanteados, pues también son víctimas, como muchos padres, de la ausencia deliberada y criminal de una política. Por el juicio y castigo inmediato de los asesinos directos de Sebastián, los policías de Mendoza. Pero por sobre todo, la gran lucha es acabar con el capitalismo, que nos llevará inevitablemente a la destrucción, en su voracidad por extraer ganancias de cualquier lado a costa los explotados del mundo.