1° de mayo: Por un partido de trabajadores
Las diferentes opiniones sobre la plaza
El impacto político del 1° de Mayo se ha reflejado en los análisis que provocó en la prensa y en los partidos, obligando a casi todo el mundo a algún tipo de pronunciamiento. Casi sin excepción, se ha evaluado el acto en función de perspectivas políticas más generales, y más precisamente electorales. Semejantes interpretaciones son indudablemente interesadas, porque pretenden negar que la movilización fue, en primer lugar, un repudio a la política del gobierno y del régimen, en segundo lugar, una manifestación de solidaridad con las luchas populares, y en tercer lugar, una acción independiente de la burocracia sindical, lo que dejó al desnudo la necesidad de una nueva dirección política de los trabajadores. “Patear” el alcance de la movilización hacia las elecciones del 91, apunta a proseguir la tregua actual de la burocracia sindical con relación a la redoblada ofensiva privatizadora del gobierno. Así tenemos a Foetra y a la Intersindical ferroviaria paralizadas y a la Asociación Bancaria impulsando con inigualable perfidia los despidos en masa en el Hipotecario, Nacional de Desarrollo y la Caja, y dentro de poco tiempo más en los bancos privados que se van a "racionalizar”.
La mayor parte de los “balances” y “evaluaciones” pasan por alto la magnitud de la crisis del régimen político actual y del aparato estatal, que fue un poderoso factor para impulsar la movilización del 1°. La “crisis de gobierno” en cerca de la mitad de las provincias del país y su total estado de bancarrota; la lucha feroz entre los pulpos capitalistas que se manifiesta en la cuestión petrolera, en la evasión del IVA por parte de las cerealeras, en la disputa por ENTel; las cargas insoportables que establece el nuevo convenio con el FMI; el crecimiento constante de los precios y el agotamiento de la “estabilidad" que siguió a la última hiperinflación; todo esto pone de relieve que no existe la posibilidad objetiva de tregua para los trabajadores y que ello acentúa la perspectiva de nuevas luchas. La movilización del 1° de Mayo refuerza, entonces, la vigencia de los planteos de lucha por los salarios, contra la desocupación y las privatizaciones, y a la huelga general como respuesta colectiva de los explotados a la imparable crisis capitalista.
Por todo esto, lo primero que se observa en algunos balances de la propia izquierda es la suplantación de las circunstancias concretas de la movilización y de su carácter de acción directa de los trabajadores, por la especulación electoral o de tipo similar, que dejan de lado la relación del acto del 1° con la lucha de las masas por el pan cotidiano.
Naturalmente que semejantes “caracterizaciones” del 1° de Mayo corresponden exactamente a lo que sus autores sostenían ya antes del 1° y a la finalidad que le dieron a la convocatoria. Ya habíamos dicho antes del 1° que se pretendía usar a la movilización como “un recurso extremo” para forzar un “frente del no”, es decir de todos los que se declaran opositores al plan oficial, aunque defiendan en todos los terrenos al presente régimen económico y estatal, en especial cuando se trata de golpear a la clase obrera, como ocurre, entre otros muchos ejemplos, con la reglamentación del derecho de huelga.
Electoralismo (1)
Es natural, entonces, que uno de los oradores del acto, Néstor Vicente, afirme que “ahora se trata de ensanchar la Plaza y que, en las elecciones de 1991, cuando en el juego democrático se tome la temperatura de la sociedad... la Izquierda puede proponer una alternativa auténtica... (que) daría cabida a todos sin exclusiones” (Sur, 8/5). Vicente es abogado y no médico, menos aún político revolucionario, por eso su termómetro no registra la elevada temperatura que revelan las luchas, las crisis y los desplazamientos políticos en curso. Esto pone de manifiesto la gran contradicción del 1° de mayo, que consiste en que un político para tiempos electorales fuera puesto en la dirección de una movilización "fuera de temporada”. No solamente Vicente, sino muchos comentaristas, se han preocupado por concluir de que es necesario “ampliar el espacio de la izquierda”, por supuesto que no hacia los explotados sino hacia la “centroizquierda” que “pierde espacios” diariamente por su impotencia, su “dulce espera” del 91 y hasta su sometimiento al gobierno de Menem, al cual defienden en nombre de las “instituciones democráticas”. Esta "nueva alternativa popular” englobaría a los que defienden la “autorregulación de las huelgas” (Auyero, "bloque de los 8”) y a los que frenan la lucha contra las privatizaciones (Abdala, Esquivel).
Se trata, por lo tanto, de una expropiación política de los trabajadores y la juventud que concurrieron a la Plaza de Mayo en beneficio de los políticos patronales o de “clase media”.
La perspectiva política puesta en las elecciones de 1991 constituye una violentísima contraposición con el carácter de la movilización, cuyo éxito obedeció a la convicción de los asistentes de que ella servía para dar un golpe práctico a la política de miseria, de entrega y de hambre, y para apoyar también en forma práctica las luchas obreras. Es evidente que la presencia militante del PO en la Plaza permite poner de relieve todas estas contradicciones de la movilización y hacerlas concientes entre sus protagonistas. Estuvimos ahí con toda claridad: “para Izquierda Unida —dijimos antes del 1°— la movilización del 1° de Mayo es un medio de presión extremo para forzar un acuerdo o frente con los ubaldinistas y las tendencias políticas que podrían girar en su torno, incluida la centroizquierda” (PO, 301, 24/4).
Electoralismo (2)
El balance del Mas tiene aspectos contradictorios sobre los cuales vale detenerse.
Solidaridad Socialista, (n° 329, 3/5), por ejemplo, afirma que “(en la Plaza de Mayo) surgió una nueva dirección”, con lo que señala una perspectiva o posibilidad que no había siquiera esbozado con anterioridad. En realidad, el Mas había llamado a Ubaldini a cerrar el acto, sin exigirle que movilice a la CGT y a los sindicatos en defensa de los trabajadores, ni que tampoco rompa su integración al Estado burgués. De modo que si en la Plaza surgió una nueva dirección, ello ocurrió a pesar del Mas.
El PO, sí había planteado, en cambio, con anterioridad al acto, que la convocatoria demostraba la caducidad de las viejas direcciones y la necesidad de una nueva.
Pero si esta nueva dirección surgió en la Plaza, ésta no puede ser otra que Izquierda Unida, esto porque toda dirección es antes que nada un programa y una organización. Pero Izquierda Unida nunca se ha planteado ser nueva dirección sino el embrión de un "frente amplio". Para unos éste debería ser un “frente de liberación”, para otros el “frente del no”, en ambos casos está ausente el planteo de construir una dirección obrera independiente, es decir un partido obrero o de trabajadores.
De cualquier manera, la caracterización de que habría surgido una “nueva" dirección desnuda nuevas contradicciones en Izquierda Unida. Revela, por otro lado, una evidente confusión con relación a su política futura.
Otra conclusión del Mas es que el acto ha revelado la existencia de una "alternativa de gobierno”, que no se sabe si está constituida por el “frente (o la plaza) del no”, por IU que monopolizó el acto o por el Mas que es el autor de la idea. Tantas alternativas no permiten saber si la “alternativa de gobierno” que habría surgido es una alternativa “nacionalista” (el “no”); democratizante (I.U.) u obrera parlamentaria (Mas). Todo esto traduce, aunque solo hasta cierto punto, una enorme confusión política.
El concepto “alternativa de gobierno” tiene, en especial si el que la formula frecuentó la literatura trotskista, un contundente carácter electorero. Significa simplemente la posibilidad de ganar las elecciones y ocupar el poder ejecutivo. El poder político, es decir el Estado, seguiría siendo capitalista e instrumento de la dictadura de clase de la burguesía. El gobierno, sea nacionalista o izquierdista, sería el gerente transitorio de ese Estado. La dirección del Mas ha tomado el éxito de la movilización del 1°, para jugar a fondo la carta de partido electoral.
El "socialismo con democracia” queda desnudado así, no como el régimen de la democracia obrera de un Estado proletario, sino como el subterfugio del “socialismo electoral”.
Estamos ante una distorsión extremadamente evidente, toda vez que la movilización de la Plaza fue política, lo cual significa siempre y en todas las circunstancias que tuvo un carácter de poder. Se movilizaron los trabajadores y la juventud contra el Estado, en nombre del conjunto de los trabajadores y de los explotados. Una cosa así es, larvariamente o como tendencia, una oposición de poder. El desarrollo consecuente de esta tendencia debe llevar la suplantación del Estado burgués por el obrero, en tanto que la derrota de esa tendencia o su estrangulamiento debe llevar a la atomización de los explotados o a su regimentación, con lo que cesan por un tiempo sus posibilidades de oposición política al régimen burgués. Los trabajadores no protagonizaron el 1° una acción electoral, lo que significaría que proclaman la sustitución o subordinación de la acción colectiva por la papeleta electoral, ni tampoco se trató de un movimiento reivindicativo parcial. Precisamente porque tuvo el carácter de movilización política, el 1° planteó la cuestión de una nueva dirección, y nueva dirección significa “alternativa de poder” y no de “gobierno”. Estamos ante otra contradicción en las conclusiones del Mas.
Estas serias contradicciones políticas pueden ser armonizadas por medio de una demagogia de contenido electorera, pero es esencialmente reclaman la necesidad de superarlas.
Por un partido de trabajadores
La naturaleza exacta de la movilización del 1o de Mayo es que puso de relieve la tendencia de una parte de los trabajadores a la movilización política independiente. Este hecho es una respuesta evidente a la caducidad del nacionalismo burgués y de la burocracia de los sindicatos para proteger a los trabajadores de los ataques del capital. Es decir que la Plaza fue la expresión de una situación de conjunto de los explotados.
Todo esto solo puede encontrar expresión concreta en un partido obrero o partido de trabajadores, es decir en una organización política independiente de la clase obrera. La cuestión que se plantea es, por esto, colaboración de clases, frente popular o partido de trabajadores. Un partido obrero significaría un giro histórico para los trabajadores, por eso solo puede ser el resultado de la lucha, lo cual excluye a la burocracia de los sindicatos que está integrada al Estado o expresa el sometimiento político de los trabajadores y de los sindicatos a la burguesía y al Estado capitalista.
La posibilidad de un partido obrero ha sido frenada varias veces en los últimos cuarenta años, pero no es casual que ello llevara a las grandes derrotas de la clase obrera de este período.
El llamado fundamental que el PO dirige a los trabajadores, a los activistas sindicales, a los luchadores, y a la izquierda que pretende hablar en nombre de los intereses históricos del proletariado, es que formemos un partido obrero, un partido de trabajadores, que impulse una acción histórica independiente de las masas bajo la dirección del proletariado.