A 70 años del 17 de octubre Ni siquiera una conmemoración
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En pocas horas, la celebración por el 17 de octubre, que el comando de campaña electoral de Daniel Scioli llegó a imaginar como una movilización multitudinaria e inapelable en cuanto a la lozanía del peronismo, pasó de Plaza de Mayo a una ceremonia íntima.
Los argumentos fueron demoliendo cada instancia: Plaza de Mayo no porque sería una provocación para CFK, que no quiere competidores en la plaza del poder político y jamás celebró el 17 de octubre; una cancha de fútbol tampoco porque “sería riesgoso convocar multitudes” (en la última celebración de masas, en 1983, en Vélez, una silbatina “bajó” del escenario a Lorenzo Miguel).
Una vez más, y como hace tiempo, ni el gobierno K ni el peronismo celebrarán el 17 de octubre como una fecha popular, como la burocracia sindical tampoco lo hace con el 1º de Mayo.
Se ha producido de este modo una situación no única, pero históricamente peculiar. Un movimiento político que debutó con una huelga y movilización obreras de características antiimperialistas, y embanderado en reivindicaciones obreras y sociales de viejo arrastre, oculta su propio origen porque no se corresponde con su desintegración política ni con la evolución política de la clase obrera, que hoy tiene planteado un cambio de identidad política: la fusión del movimiento obrero con el socialismo revolucionario.
Hace 70 años
El 17 de octubre de 1945, una movilización política a la Plaza de Mayo desde las fábricas y barrios obreros, forzó la libertad del entonces coronel Perón, detenido en la isla Martín García por el alto mando militar. Fue el acta de nacimiento del peronismo.
El proceso político que llevó a esta jornada se había iniciado con el golpe militar del 4 de junio de 1943, que llevó al gobierno a una fracción militar nacionalista. Perón, que ocupaba los cargos de vicepresidente, ministro de Guerra y secretario de Trabajo, suscribió numerosos decretos a favor de los trabajadores, como el aguinaldo, que buscaron y lograron atraer a una amplia capa de dirigentes sindicales. Su contrapartida fue una vasta reglamentación del derecho de huelga y de la organización gremial.
La oligarquía, y principalmente la gran burguesía industrial (la UIA), reclamaron el desplazamiento del gobierno militar y la asunción del gobierno por la Corte Suprema, todo en nombre del “regreso a la democracia”. Su plataforma política era la Unión Democrática, un frente de los partidos obreros (PC y PS) con la UCR, la Democracia Progresista y los conservadores, con el auspicio del embajador norteamericano Spruille Braden.
La crisis política expresó una división estratégica en las clases dominantes y atravesó todas las instituciones del Estado. La clase obrera fue partida al medio por esta división. Un sector de la dirigencia sindical -que incluía socialistas, anarquistas y también comunistas- se alineó detrás de Perón, reivindicando la legislación social que éste había impulsado. Buscaba una integración al Estado a través de una fracción militar. Otro, a través del PS y el PC, actuó en la Unión Democrática, materializando en el país el acuerdo internacional entre el imperialismo yanqui y la burocracia de la entonces URSS, establecido en Yalta en 1945. Propiciaba también la integración al Estado, sólo que a través de un frente popular de los partidos obreros con la burguesía.
La crisis de octubre
El 9 de octubre, una fracción del Ejército, con el apoyo de otras armas, destituyó a Perón. El golpe de estado estuvo acompañado de marchas y contramarchas que pusieron de relieve la división la división en la burguesía. Sólo así se explica que Perón, apoyado por una fracción del gobierno, lograra realizar un acto de despedida como secretario de Trabajo transmitido en cadena1.
Luego de una semana de vacilaciones, la CGT decidió convocar a un paro nacional para el 18 de octubre que no reclamaba la libertad de Perón: sólo se oponía al gobierno de la Corte y reclamaba el mantenimiento de las conquistas sociales. Sin embargo, un día antes, columnas de obreros marcharon sobre la Plaza de Mayo para exigir la liberación de Perón.
Aunque un sector del Ejército y de la policía dejaron correr la movilización, la reacción de la clase obrera fue inesperada tanto para la reacción burguesa imperialista -que confiaba en que el PC y el PS eran una valla de contención de las masas- como para el propio Perón y el aparato que lo rodeaba. Perón sostuvo, ya destituido, que su carrera política estaba terminada2.
Una movilización relativamente pequeña (40.000 personas, la mitad de la plaza), pero en un escenario político de profunda división en la burguesía y confusión en el alto mando militar, transformó por completo la crisis política. El propio alto mando que había destituido a Perón dispuso su libertad y su traslado a los balcones de la Rosada, como la única autoridad que podía encuadrar a las masas. La libertad de Perón fue el fruto de un acuerdo político sobre la base de eliminar toda movilización independiente de las masas y dirimir la crisis política a través de elecciones, a celebrarse el 24 de febrero de 1946. Desde el balcón, Perón planteó su conocido “retornen tranquilos a sus casas”. En lugar de aprovechar el empuje de las masas para golpear al imperialismo y la oligarquía, el llamado a la desmovilización.
Octubre y la izquierda
El PC y el PS fueron a fondo en su apoyo a la coalición burguesa e imperialista, al punto de rechazar el cobro del aguinaldo, sancionado por el gobierno militar en diciembre del ’45, considerándolo la trampa de un régimen pro nazi.
Los incipientes grupos trotskistas se alinearon en torno a los dos campos en que se partió el escenario político.
Abelardo Ramos, el elogiado numen de la Izquierda Nacional que forma parte de la escenografía histórica de los gobiernos K, era entonces “socialista puro” -opuesto al planteo de la liberación nacional. Sostuvo que “el coronel Perón explota en su provecho esa política traidora del estalinismo y consigue arrastrar a algunos sectores obreros políticamente atrasados detrás de su aventura demagógica”3.
Nahuel Moreno sostuvo que el 17 de octubre fue “una movilización fabricada y dirigida por la policía y militares, y nada más”, una posición que sostuvo hasta 19494.
La crisis abierta en octubre del '45 se cerró el 24 de febrero del año siguiente. El peronismo no volverá jamás a protagonizar otro 17 de octubre -una movilización semiespontánea. Las manifestaciones de masas desde esa fecha serán movimiento regimentados y encuadrados. La victoria electoral de Perón no inauguró una fase antiimperialista y de movilización sino de regimentación feroz de los sindicatos y la recomposición de relaciones con los explotadores.
El 17 de octubre se dirimió la disputa dentro de la clase obrera entre la fracción imperialista (PC y PS) y la estatizante nacionalista. No hubo ninguna expresión de independencia política de la clase obrera, que actuó como furgón de cola de esta última, en el enfrentamiento nacional entre Perón y el imperialismo yanqui. Esto facilitó la estatización de los sindicatos que llega a un punto culminante hacia 1949.
Después de 1945 y para borrar las huellas de su propio origen, el 17 de octubre pasó a ser el día de la Lealtad a la jefatura burguesa de Perón. Un concepto reaccionario, desde el momento que el movimiento obrero no debe tener más lealtad que a sí mismo, a sus intereses inmediatos e históricos.
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1. Reyes, Cipriano: Yo hice el 17 de octubre, Centro Editor de América Latina, Buenos Aires, 1984.
2. Borroni – Vacca: La vida de Eva Perón, Galerna, Buenos Aires, 1970.
3. Ramos, Abelardo: Revista Octubre, octubre 1945.
4. Moreno, Nahuel: revista Revolución Permanente, 21/7/49.