A los militantes del MAS

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Hace tres semanas los dirigentes del Mas se presentaron ante la justicia electoral para impugnar el derecho del Partido Obrero a presentar su lista como frente de trabajadores. Es decir que los “socialistas” del Mas y los dirigentes que proclaman que el Estado no debe meterse en las organizaciones obreras, llamó a ese mismo estado a proscribir los términos políticos con los que el Partido Obrero formuló su programa y, consiguientemente, su agitación. Este hecho no pasó desapercibido para numerosos activistas que en esos días expresaron su indignación por este planteo de amordazamiento político del PO por parte del Estado, efectuado por los dirigentes del Mas. En la lucha contra el PO estos dirigentes no vacilaron en recurrir al Estado de los explotadores, lo que constituye hasta cierto punto un planteo de alianza entre uno y otro contra el Partido Obrero. Semejante conducta retrata ampliamente las poderosas inclinaciones de los dirigentes del Mas al compromiso político con la patronal y la marcada tendencia a querer albergarse bajo la tutela del Estado. En oposición a semejante patraña, el Partido Obrero defiende incondicionalmente el derecho de todos los partidos trabajadores a usar el lenguaje, los términos, las consignas y los planteamientos que entiendan convenientes, y se opone terminantemente a cualquier suerte de arbitraje y de proscripción del Estado burgués. En la justicia de la provincia de Buenos Aires el miserable planteo del Mas fue suscripto también por los dirigentes del partido comunista.
Pero si esto retrata a un partido, qué decir de los fundamentos del reclamo. Según los dirigentes del Mas, el PO no tendría derecho a inscribirse como frente de trabajadores porque a) ese encabezamiento había sido utilizado por el frente entre el Mas y el PO en 1985, y porque b) para que haya frente debe haber más de un partido. Tenemos aquí el autorretrato grosero del macaneador, que rompe un frente con - una estrategia política revolucionaria (que plantea el gobierno de los trabajadores), para irse al Frepu, el cual defiende al régimen burgués democratizante, y luego de este desvergonzado viraje pretende todavía quedarse con la “marca registrada” de frente de trabajadores. El Mas ha recurrido al Estado burgués para que éste lo ayude a mantener su doble rostro, uno mirando hacia la burguesía y el otro hacia los trabajadores, guardándose para sí el derecho de decidir cuándo se declarará partidario de la independencia obrera y cuando del sometimiento al régimen patronal. Los oportunistas dirigentes del Mas se las han arreglado para tener en su gaveta todas las marcas de frentes, (de trabajadores, del pueblo), para hacer uso de ellas según las oscilaciones de su política. El Mas no planteó siquiera una vez la cuestión del frente de trabajadores en esta campaña electoral, pero ha tenido la desvergüenza de afirmar que se trata de su política. Exactamente al revés, el PO definió con toda claridad el bloque revolucionario que formó con numerosos activistas sindicales, peronistas y de izquierda en todo el país, un bloque cuya solvencia y cuya política el Estado patronal no puede ser metido a juzgar. La adhesión de los dirigentes del Mas a las políticas, a los frentes y a los principios más divergentes y más disparatados tipifican a una organización centrista, cuya función macaneadora y su falta de programa sirve para confundir a la vanguardia de la clase obrera y para bloquear su organización revolucionaria. El tiro, de todos modos, les salió por la culata, porque en Neuquén, en Córdoba, en Misiones y en la provincia de Buenos Aires, es decir, en el 70 % del electorado, la justicia electoral reconoció en favor del Partido Obrero la consigna de frente de trabajadores.
Pero mientras estos hechos se ventilaban, en la justicia, estos mismos dirigentes del Mas produjeron una importantísima definición en lo que hace al carácter de su partido. Tanto eh su prensa como en los medios de comunicación han declarado sin la menor confusión que el programa del Mas son los 23 puntos del FP. Este programa ha dejado de ser, por lo tanto, un “compromiso” entre el stalinista PC y el “trotskista" Mas, y se ha transformado en la definición de principios de este último. El planteamiento estratégico de un "régimen de democracia con justicia social” ha pasado a ser el propio del Mas, el cual ha despejado así toda duda sobre su ruptura con la doctrina de la dictadura del proletariado y la revolución socialista. El programa del FP es un programa parlamentario, al punto que se lo pretendió viabilizar con un candidato sacado de la burocracia sindical del gremio gráfico. No reúne, entonces las características de un programa de transición, el cual se basa, inversamente al del Frepu, en la movilización revolucionaria de los trabajadores por sus reivindicaciones vitales. Los dirigentes del Mas han vaciado a su partido en el molde del frentepopulismo, es decir de la colaboración de clases. El “furioso electoralismo” del Mas no responde, por lo tanto, solo a las veleidades centristas de esta organización, sino que está inscripto en su programa. Los militantes del Mas debieran reflexionar muy seriamente sobró este hecho decisivo, de que la dirección de su partido les ha metido un programa sin consulta, ni debate, ni congreso, sino por medio de un “comunicado de prensa”, y que ese programa es contrarrevolucionario, desde que no plantea la independencia de la clase obrera, la expulsión del poder de la burguesía y la toma del poder por el proletariado. (Ni tampoco plantea romper con el FMI, consigna que para el PC significaba entrar en choque con las burocracias que han incorporado a sus países al Fondo).
El completo abandonó de los principios de la revolución proletaria y su sustitución por el democratismo burgués más chabacano, recorre como un hilo conductor todo el programa del Mas. Con el concurso de unas declaraciones de Maradona, los dirigentes del Mas pasaron a agitar la consigna de “Cuba con democracia", lo que en nuestro medio tiene una sola acepción: abolición del capitalismo sin revolución social. El socialismo del Mas pretende ahorrarle a la historia argentina el pasaje por la revolución y hacerlo parir del vientre alfonsinista o constitucional. La burguesía no podría estar más encantada con un socialismo tan civilizado. La obligación de un partido marxista es explicar a los trabajadores la necesidad de la revolución y de la dictadura del proletariado como régimen de transición a una sociedad socialista, y no cometer el crimen de aportar ilusiones “izquierdistas” en el régimen democratizante. Hay que explicarle a los trabajadores la diferencia de principios entre la dictadura del proletariado y la dictadura de una burocracia; el carácter accidental de esta última y su obligada superación por una revolución política; y no oponer a esta dictadura de una burocracia la “democracia”, el “pluralismo” y otros macaneos, con los que los capitalistas procuran ocultar su propia dictadura de clase, así como el carácter de dictadura de clase de toda forma de Estado.
Es natural que toda esta degeneración política salte con furia, por parte del Mas, en una campaña electoral, porque es en este momento que la presión electorera y el desborde demagógico le salta por todos los poros a los partidos sin principios. Inversamente, la política. revolucionaria del PO en tales circunstancias, demuestra su solidez programática.
La borrachera democratizante de los dirigentes del Mas ha trasvasado esta vez todos los límites. Sus cerebros sobrevivientes no han encontrado mejor cosa que anunciar el “primer" proyecto de ley que su eventual diputado entregaría al parlamento, acentuando así la charca parlamentaria de esta gente, que' ni siquiera ha notado que el primer deber de un político obrero y marxista es señalar y denunciar las limitaciones insalvables del parlamentarismo burgués. Pero lo que aún supera estos límites es que ese proyecto de ley, que en cualquier circunstancia debería plantear las tareas de transición de un gobierno de trabajadores, plantea en su primer punto un salario mínimo de 400 australes, es decir que el “socialismo” del Mas arranca de un salario que está por debajo del promedio histórico del salario bajo el capitalismo en Argentina, constituye un nivel de indigencia y no cubre la reproducción del valor de la fuerza de trabajo en un sistema de explotación. El proyecto es tan. Infamante que una bancada de izquierda debería rechazarlo, votando en contra. La diferencia entre un salario de indigencia de 400 australes y el costo de subsistencia de 900 australes, es un valor social que si no va a los bolsillos de los trabajadores deberá ir a los de los capitalistas o de la burocracia estatal. De este modo el “socialismo en democracia” debuta con un acto despótico de consolidación del salario de indigencia de los trabajadores, en beneficio de los capitalistas o de la burocracia, algo que sólo podría imponerse en un régimen burocrático. Estos “demócratas” de pacotilla están condenados, por su indigencia no salarial sino ideológica, a arribar a las mismas posiciones que dicen combatir.
En un reportaje en el diario La Nación le preguntan a Parrilli su opinión sobre el parlamento, y contesta que ha fracasado totalmente “en su misión”. ¿Pero cuál es la “misión” del parlamento burgués sino precisamente la de “fracasar” como factor de lucha nacional y triunfar como factor de distracción de los trabajadores? No Parrilli, el parlamento no ha fracasado “en su misión”. Es a partir de este macaneo que Parrilli se propone lograr el éxito del parlamento patronal, mediante “tres iniciativas” de leyes, entre las cuales la del salarlo de indigencia. Parrilli llega a declararse “totalmente a favor” de la reforma constitucional, la que el radicalismo concibe para reducir las libertades democráticas y acrecentar la regimentación estatal. Sólo hace la salvedad de que esa reforma la debe hacer una “asamblea constituyente soberana”, pero no explica qué sería esa “soberanía”. Para serlo debe expulsar al poder existente, es decir, encabezar una. revolución, pero esto es imposible en semejante parlamento El carácter auténtico de una asamblea constituyente depende del poder que la convoca; bajo el actual poder sólo puede ser reaccionaria. Apoyar una asamblea constituyente convocada por el gobierno actual es votar por la reforma reaccionaria de la constitución.
En semana santa, los dirigentes del Mas corrieron con los del FP a la casa rosada a firmar las actas democráticas, rechazando la propuesta del PO de sacar un volante en repudio a ellas. En la casa rosada, el representante del Mas no se pudo “tragar” el punto 3 de las actas, no así el resto de los planteos de defensa del orden burgués que la corriente del Mas firmó durante toda su vida, como lo demostraron todas las declaraciones “multipartidarias" que firmó desde 1973. Pero a pesar de no haber firmado estas actas en la casa rosada, los dirigentes del Mas llaman hoy a la unidad de la izquierda sobre la base del programa del Frepu, programa democratizante que, como lasadas, defiende al orden burgués. La campaña electoral ha reafirmado la caracterización del Mas como un partido centrista democratizante, que recurre al arbitraje del Estado contra la libertad de expresión política de los revolucionarios.