Políticas

15/12/2021|1634

A luchar por el salario, por el blanqueo y los convenios

Las tareas del clasismo en 2022

Un joven trabajador argentino gana en dólares un tercio de lo que ganaría en Chile, la mitad de lo que percibiría en Perú y un 35% menos que lo que ganaría en México o Brasil, según Adecco. Notemos que la comparación está hecha en dólares, que aumentó en el año un 27%, mientras la inflación fue de más del 50%, por cual se presenta una potencial devaluación enorme de cara al 2022, lo que hará peor la relación tanto con respecto al costo de vida como en la comparación a los otros países latinoamericanos (que no se destacan por sus índices sociales).

Agreguemos a estos números que los nacidos entre 1997 y 2004, jóvenes de entre 17 y 24 años, sufren un 26% de desocupación, más del doble de la actual tasa general de 10,2%, en absoluto pequeña. Más de la mitad de los que tienen empleo está en negro y entre formales e informales el promedio salarial es menor a 50.000 pesos mensuales. Y no se trata solo de empleos descalificados: el 23,5% son oficinistas; el 20,3% son empleados de comercio; el 14% trabajan en la industria; el 4% en sistemas; en gastronomía, hotelería y catering, 3%, y el tercio restante en los demás oficios. Esto desmiente que la calificación y el entrenamiento resuelvan el problema, ni de ocupación ni de salarios.

Recordemos a estas alturas dos cosas, que la línea de pobreza estaba en octubre en 75.500 pesos, es decir, el promedio salarial de toda esta juventud trabajadora apenas alcanza dos tercios de la canasta básica y apuntemos que los promedios son mentirosos, puesto que encubren desigualdades brutales. Entre la juventud -y no tanto- se ha extendido como un cáncer el trabajo por piezas, por metros cuadrados, por pedido entregado, etc., es decir, el trabajo a destajo contra el que luchó hace más de cien años nuestra clase obrera en su etapa inicial y en la etapa fundacional de los sindicatos, hoy ajenos por completo en la lucha contra esta brutal explotación.

Además, la burocracia sindical está dejando pasar otro factor fuerte de flexibilización laboral que es el trabajo virtual. Todos los trabajadores reconocen que trabajan más horas que en la presencialidad, o sea que a la violación de la jornada laboral por múltiples convenios por empresa y en el trabajo en negro se suma la extensión de la jornada debido a la superexplotación que promueve el trabajo on line. La ley es limitada y no se aplica, requeriría todavía más organización y accionar de los sindicatos que en el trabajo presencial. La burocracia sindical, militante de la desorganización y la “paz social” frente al ajuste y la superexplotación creciente, se vale de todos estos fenómenos para reforzar su capacidad de contención y sus transas con el poder político y patronal.

Contra esta realidad se han levantado las juventudes protagonistas de las revueltas y rebeliones populares en Chile, en Colombia y en otros puntos de América Latina. La izquierda y el clasismo tenemos que ser factores fundamentales de organización de esta juventud, una tarea que el Polo Obrero ha tomado en sus manos a partir de las barrios más sumergidos en todo el país, pero es tarea de toda la intervención de la izquierda obrera y socialista desde todas las trincheras de lucha. Otra herramienta de enorme importancia que ha dado grandes pasos es la Agrupación de Trabajadoras de Casas Particulares, que va por un verdadero sindicato de la actividad y se plantea una organización masiva de un sector sometido a salarios de hambre, precarizado al máximo y con un nivel descomunal de informalidad, del orden del 70%.

La cuestión salarial, las paritarias y las jubilaciones son las otras patas que merecerán todo nuestro empeño en este 2022. La jubilación mínima en 29.062 pesos flota en la línea de indigencia y el sistema está en la mira del FMI. En materia de paritarias, solo un puñado de gremios alcanza el 50% proyectado para este año y la inflación del 60/70% del año que viene requeriría partir de un nuevo mínimo que tenga que ver con la canasta familiar y aplicar cláusulas de garantía inflacionaria, algo que prohibió virtualmente el gobierno albertista-kirchnerista con el concurso de toda la burocracia, tanto de la CGT como de las CTAs. Para botón de muestra basta el gremio gráfico, cuya escala está por debajo de la línea de pobreza en sus diez categorías. Los estatales y docentes, por supuesto, llevan la peor parte y el peor futuro cuando el gobierno con apoyo de todas las fuerzas patronales suplican un pacto con el Fondo en las condiciones que sea porque se acabó el financiamiento. En las antípodas de la entrega de la burocracia sindical, con sus métodos de organización, democracia sindical y lucha resalta el Sutna, que superó incluso las inflaciones, y también las grandes luchas como la salud autoconvocada de Neuquén o la huelga aceitera de fines del año pasado. Es nuestro camino. Y a ese camino contribuirán las numerosas batallas electorales fabriles y sindicales del clasismo que estamos dando y daremos en los próximos meses.

El voto a la izquierda en noviembre y la gran Plaza del 11 de diciembre son testimonios de una vanguardia que despierta, se moviliza y mira a la izquierda. Tenemos la responsabilidad, mediante agrupaciones que luchen con el método de la asamblea, el delegado electo, los pliegos paritarios y delegados electos por la base, mediante la organización de los desorganizados ser un factor activo de las grandes luchas que más tarde o más temprano se expandirán en el movimiento obrero argentino, el formal y el informal, el ocupado y el desocupado, el activo y el jubilado. La clase obrera es una y el clasismo tiene el programa para unirla.