A partir de Tucuman, una nueva etapa
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La Marcha de la Bronca, en Tucumán, el 9 de julio, puso de manifiesto la profundidad de la crisis de gobierno y la conformación de un nuevo escenario político. La mayor parte de los comentaristas de los diarios, los que decidieron enviar la movilización tucumana a las páginas policiales, simplemente han puesto al desnudo, además de su mala fe y de su profunda hostilidad de clase a las masas, su propia ceguera.
Si Kirchner vio frustrado su anhelo de celebrar el día de la independencia desde el balcón, la causa principal es el avanzado grado de descomposición del oficialismo de la provincia y, en definitiva, del nacional. A pesar de que la movilización fue anunciada con dos meses de anticipación, las medidas previstas para hacerle frente fracasaron por las divergencias entre las fracciones de Miranda y Alperovich, o sea entre Duhalde y Kirchner. Basta señalar como prueba de esto que los punteros de Miranda se guardaron la plata que les asignó el gobierno para llevar gente a la Plaza; el aparato mirandista trabajó para mostrar, otra vez, que Alperovich no puede gobernar la provincia. Un factor más claro de crisis fue la política bajada desde Buenos Aires de no responder a los reclamos salariales de los trabajadores del Estado, en función de los compromisos que plantea la ley de responsabilidad fiscal. Como consecuencia de esto, el conflicto de los gremios docentes de la CTA continuó hasta último momento a pesar de la voluntad de sus direcciones de ponerle fin.
La ‘crisis por arriba’ potenció el desarrollo de un gran movimiento ‘por abajo’. En Tucumán, la fusión de una parte de los sindicatos con el movimiento piquetero alcanzó una altura superior a otras provincias, pero además ésta se caracteriza por una gran participación de las bases, nuevos métodos de acción y organización, y el planteo de perspectivas más avanzadas y audaces. Las columnas que convergieron a la Plaza mostraron una enorme cohesión para desbaratar los insistentes bloqueos policiales. El descalabro de los punteros peronistas nunca se habría puesto de manifiesto si antes no se hubiera expresado esta enorme militancia de los marchantes de la bronca. Se ha lanzado la propuesta de convocar a un congreso de delegados de los sindicatos y organizaciones piqueteras de toda la provincia, esto en el marco de la continuidad del plan de lucha. Si en el 2000, el Congreso de Desocupados de Salta y el corte de la ruta 3 en La Matanza fueron el punto de lanzamiento del movimiento piquetero como fenómeno nacional, la reciente Marcha de Tucumán marca otro punto de inflexión, que abre la perspectiva inmediata de un congreso piquetero sindical, que plantee una nueva perspectiva política a partir de los propios explotados. La reciente traición a la huelga de estatales bonaerenses, por parte de la burocracia oficial y de la CTA; la desintegración de la CTA bajo la presión de los agentes oficiales D’Elía y Depetris; la recuperación de varias seccionales docentes importantes, por parte del activismo; la expulsión del Soip de un pichonaje de burócratas traidores, asegurando con ello la continuidad clasista del sindicato obrero más importante de Mar del Plata; todo esto y otros factores más se potencian a partir de la Marcha de la Bronca para desarrollar nuevas perspectivas.
Esta nueva fase de la crisis política oficial y del desarrollo del movimiento obrero combativo empalma con una crisis cada vez mayor en relación a la negociación de la deuda externa e incluso a una parte importante de la política económica. Los reiterados llamados a reprimir los piquetes son ataques oblicuos que esconden la pretensión de acabar con el período y las medidas transitorias provocadas por la bancarrota del 2001. Un ajuste de cuentas al interior del gobierno abriría también una etapa de ofensiva brutal contra los movimientos de lucha.
La postergación de la aprobación de los acuerdos por parte del FMI inicia una etapa de definiciones políticas. La dilación, sin embargo, refleja una tendencia más general del capitalismo mundial, que pretende iniciar una nueva ofensiva de ajustes contra las masas. Lo prueba así el ataque a las 35 horas semanales en Francia; la prolongación de la jornada laboral en Alemania, sin mejoras o aun con reducción de salarios; la reducción de la calificación financiera al Estado italiano, cuya deuda pública sin maquillajes supera el 110 por ciento del PBI.
Pero esta nueva postergación sacó a la luz una fractura dentro del gobierno, al hacerse público el documento que Lavagna presentó a la Bolsa norteamericana para negociar la deuda, donde expresa planteos divergentes con Kirchner, tanto en puntos económicos como políticos. A partir de esto, el enfrentamiento entre Duhalde y Kirchner puede convertirse en una fractura del gobierno, con la salida de Lavagna, adelantando todos los tiempos del desenlace. La circunstancia de que, en estos mismos momentos, las entidades empresarias de la burguesía nacional se vengan a quejar de que el gobierno no les facilitó el arreglo de la deuda externa privada (Clarín, 9/7), contribuye para acelerar las definiciones. Si Kirchner transa la conservación de Lavagna por una mejora todavía mayor a los acreedores y al FMI, se acabaría por desmoronar cualquier ilusión de que pueda mantener algún apoyo popular. Si, en cambio, lo echa, la crisis política entraría en una fase tormentosa.
El conjunto de la situación política desnuda una crisis de poder que condiciona la lucha popular, es decir, que la obliga a asumir, sobre la base de la pelea por las reivindicaciones, una conciencia cada vez más política de las alternativas. Por eso las convocatorias, para la provincia y para el país, que parten de Tucumán, deben ser recogidas por todo el movimiento popular.
Los explotados argentinos están siguiendo una gran metodología de construcción de clase, social y política, que hay que hacer conciente entre todas las clases sociales oprimidas.