A propósito de una propuesta del profesor Rozenwurcel

Guillermo
Rozenwurcel, economista de la UBA y de la Universidad de General
Sarmiento, ha enviado a sus colegas una propuesta de declaración
para defender “la independencia de nuestra autoridad monetaria”
ante los decretazos kirchneristas contra las reservas y por la remoción
de Redrado. Rozenwurcel dice que la condición para “asegurar la
estabilidad macroeconómica” es una “separación tajante de las
hojas de Tesorería y de la autoridad monetaria”.

Las
razones para discrepar con Rozenwurcel son varias. En primer lugar,
parece no haber notado que la “estabilidad macroeconómica” se
encuentra formalmente destruida a partir del rescate de los grandes
bancos internacionales por parte de los bancos centrales de los
principales países. Solamente Estados Unidos ha creado reservas por
más de dos billones de dólares contra la dudosa garantía de los
títulos del Tesoro norteamericano y de los activos tóxicos de los
bancos. El monto de garantías comprometidas para esos mismos bancos
asciende a más de diez billones de dólares, según coinciden las
principales fuentes. Como contrapartida de esta emisión espuria de
moneda, China, Brasil, Japón y Alemania han acumulado más de cuatro
billones de dólares en reservas. Estamos ante una “inestabilidad o
desequilibrio macroeconómico” epocal. Las naciones con superávit
en cuenta corriente se han visto forzadas a incrementar la demanda de
dinero-dólar, con grandes perjuicios para su “estabilidad
macroeconómica interna”. Han debido emitir moneda local y producir
una inflación creciente o absorber esa emisión a tasas de interés
superiores a las que paga la Reserva Federal o el Tesoro
norteamericano. La deuda del Banco Central de Argentina está pagando
una tasa de interés promedio del 14% anual, mientras que el rendimiento
de sus reservas no pasa del 0,5%. El doctor Rozenwurcel deberá
admitir que una autonomía monetaria tan gravosa está lejos de
representar una “estabilidad macroeconómica” y que seguramente
constituye una fenomenal confiscación del patrimonio nacional. Lo
interesante, si cabe la palabra, es que todo este desquicio
internacional fue combinado entre los bancos centrales y sus
respectivos gobiernos, incluyendo a Redrado y Kirchner.

El
relato anterior descubre una trama que la autonomía del Banco
Central se empeña en ocultar, a saber: la completa falta de
independencia de la autoridad monetaria respecto a la banca privada.
No se trata solamente del hecho de que los bancos que forman la
Reserva Federal tienen accionistas bancarios, como también ocurre
con la Banca de Italia, por ejemplo. En estos mismos momentos, el
Senado de los Estados Unidos está auditando al secretario del
Tesoro por su responsabilidad en el rescate de la aseguradora AIG,
cuando aquél ocupó el cargo de presidente de la Reserva Federal de
Nueva York. Ocurre que el señor Timothy Geithner operó en secreto
para rescatar a los principales acreedores bancarios de AIG en las
vísperas de su derrumbe, comprando sus acreencias a la par. En el
affaire se fagocitaron cerca de 70 mil millones de dólares. La
operación contó con la complicidad de la Comisión de Valores (SEC)
y no podría haber escapado al conocimiento de la FED, antes o
después de la quiebra de AIG. La banca central, en todos lados, es
un apéndice de los intereses financieros. Lo mismo ha ocurrido en
Argentina cuando Cavallo estableció los seguros de cambio para un
conjunto de operadores, al mismo tiempo que congelaba la tasa de
interés en el 8% anual y producía con ello una enorme salida de
depósitos y la consiguiente inflación de demanda, además de la devaluación
internacional del peso. Los que compraron el seguro de cambio
estatizaron así su deuda externa y quienes habían obtenido
crédito local se beneficiaron con una desvalorización enorme de sus
deudas. El licenciado Redrado, en su calidad de presidente del
fenecido Banco de Desarrollo, avaló una operación similar a fines
de los ’80. Es de conocimiento general el enorme beneficio que
significó la pesificación de 2002 para los llamados ‘capitanes de
la industria’ y el perjuicio enorme para los ahorristas. La
devaluación de 2002 fue largamente planificada a espaldas de la
población.

Esta
descripción del funcionamiento de la autonomía de la autoridad
monetaria nos lleva al tema del sigilo de las operaciones de la banca
central y al secreto comercial. En su sociedad democrática, la
ciudadanía desconoce cómo se maneja su patrimonio. Hay operaciones
de futuro que son verdaderas bicicletas financieras, que redundan en
una manipulación efectiva de la moneda. Tres bancos internacionales
están manejando el llamado canje de deuda en default con una total
discreción, lo cual constituye un monopolio de información
confidencial (‘inside trading’) que permite jugosos beneficios
en las operaciones con títulos públicos. Deberíamos convenir que
es necesario abolir el secreto comercial, que las negociaciones
monetarias deberían ser públicas y que incluso el directorio del
Central, aunque sometido a la representación popular en el Congreso,
debería ser electo y revocable por la ciudadanía. No se trata,
claro está, de lo que quiere hacer la señora Presidenta -quien
pretende manipular la moneda y el patrimonio nacional por medio de
decretos de necesidad y urgencia.

La
discrepancia sobre la autonomía que se desarrolla en la actualidad,
entre oficialistas y opositores, es para engañar a incautos, pues
Redrado y Kichner han manoteado reservas, sea para pagar al FMI o
para financiar una gigantesca salida de capitales (40 mil millones de
dólares). El concepto mismo de reservas está mal utilizado, pues se
trata de moneda espuria, el dólar, que no tiene garantía líquida,
fundamentalmente oro. Por eso, los analistas más serios pronostican
un derrumbe de la cotización del dólar y una disparada de la del
oro.

Ningún
enfoque institucional puede remediar una crisis mundial que anida en
el sistema de organización de la producción -el capitalismo. Los
economistas deberían considerar al capitalismo como una forma histórica
transitoria de la organización humana y proceder a su crítica.
Solamente así podremos enfrentar las catástrofes económicas y la
destrucción del medio ambiente.