Políticas

9/5/2002|753

¿Adelantamiento electoral o bandera de un golpe?

A la semana siguiente de que el Congreso le rechazara el plan Bonex y de que firmara el acuerdo con los gobernadores, Duhalde formó un nuevo gabinete, con la benevolencia del Congreso que lo repudió y sin el acuerdo de los gobernadores que lo apoyaron. De todos modos, como nadie quiso ingresar en el nuevo gobierno, Duhalde no tuvo más remedio que recurrir a las huestes de Barrionuevo. Barrionuevo, sin embargo, no tiene ningún programa político; sólo le interesa la estatización de las deudas de las obras sociales de los sindicatos, el control de la caja del Pami y, ahora, también la gobernación de Catamarca.


Las tareas pendientes dejadas por el gabinete anterior, siguen por su lado en el lim bo. No hay acuerdos sobre el plan Bonex, ni sobre la Ley de Quiebras, ni sobre la subversión económica. El costo de vida de la canasta básica, mientras tanto, ha crecido un 40% en sólo cuatro meses. Como los precios mayoristas han crecido mucho más que los minoristas, crecen las opiniones que auguran una hiperinflación. Antes de esto todavía, la caída del salario ha superado la tasa que tuvo en la híper de 1989. En una palabra, la crisis social está más cerca que nunca de un estallido superior al de la rebelión de diciembre pasado. El Banco Central ha vuelto a imprimir moneda para los bancos, algo que ya supera los 16.000 millones de pesos, exigido por los banqueros que afirman que se están quedando sin liquidez. Al mismo tiempo se están quemando las reservas en dólares. La marcha a una hiperinflación sigue sin pausa. El 14 de mayo, cuando el gobierno tendrá que pagar ochocientos millones de dólares al Banco Mundial, fue tomado incluso como una fecha cierta y programada de la caída de Duhalde.


En estas condiciones, el tema del momento ha seguido siendo el adelantamiento de las elecciones y las opiniones divergentes entre los que se oponen a ello porque lo ven como una catástrofe para peronistas y radicales, y los que lo defienden con el argumento de que a septiembre del 2003 no llega nadie. Como ambos tienen razón, la sensación de impasse política crece, por momentos con más fuerza que la tendencia a un nuevo estallido popular, aunque por supuesto dándole mayores bríos y oportunidades.


El adelantamiento de las elecciones oculta, sin embargo, un asunto mucho más importante, que es el del golpe de Estado. No es necesario ser muy perspicaz para darse cuenta de que para proceder a una convocatoria electoral, primero habrá que voltear a Duhalde, como Duhalde lo volteó a Rodríguez Saá para hacer lo contrario, o sea obtener un mandato hasta el 2003. El consultor Hugo Haime ha escrito en El Cronista que Duhalde está preparando la resistencia. El punto más importante de una convocatoria electoral es, precisamente, quién se hará cargo de controlar las elecciones, porque de ello dependerá, en mayor o menor medida, nada menos que sus características y hasta los resultados. El planteo de llamar a elecciones se presta a infinitas maniobras, incluida la de usarlo para echar a Duhalde y luego darle largas a la convocatoria. Lo que de cualquier modo es cierto es que hace un par de días todo el gobierno yanqui, desde Powell para abajo, desfiló para denunciar la corrupción en Argentina, algo que equivale a llamar a un golpe. La segunda funcionaria del FMI llegó hasta anunciar un plan para Argentina, lo que recuerda el planteo reciente de dos economistas norteamericanos para que se establezca un Protectorado económico internacional en nuestras orillas. Diga lo que se diga, el Estado más corrupto del mundo es el norteamericano, que con más de 300.000 millones de dólares en el presupuesto de Defensa, alimenta a una descomunal jauría de vividores y chupasangres no sólo en Estados Unidos.


La cuestión del golpe de Estado está inscripta naturalmente en una situación catastrófica como la actual. El brutal choque entre las clases que caracteriza a una situación revolucionaria, no puede ser mediado o arbitrado a la larga por medios deliberativos como los de un régimen constitucional. El arbitraje entre las clases asume, en estos casos, características extraordinarias, o sea despóticas. Esto ya ha sido probado como tendencia política, por el sistemático recurso a los decretos de necesidad y urgencia. La reforma del Coeficiente de Reajuste (CER) fue efectuado por este procedimiento… ¡a pedido del propio Congreso! *el cual ha declarado que prefiere ser sometido a la necesidad de dar un sí o un no a decisiones ya tomadas, que deliberar para tomarlas. Esta metodología podrá imponerse mientras el Congreso diga sí; el día que se le ocurra rechazar los decretos se cae la estantería. Ya le pasó al gabinete Remes.


Pero la tendencia al golpe como metodología política para zanjar una crisis histórica, no nos dice nada todavía sobre su carácter. Todas las fracciones enfrentadas preparan su propio golpe. Un golpe inspirado por la Embajada yanqui no sólo vendría acompañado de “ajustes” antiobreros y de promesas electorales, también sería apoyado por una operación económica internacional. Lo que quiere decir que los yanquis necesitan llegar primero a un acuerdo con la Unión Europea y con España. Aunque hay indicios de que el acuerdo estaría prosperando, como lo demostrarían diversos comunicados conjuntos del G-7, las divergencias aún son enormes. Es que el premio para los yanquis de un derrumbe español es muy apetecible: quedarse con las joyas de la Bolsa de Madrid. En la reciente reunión de Bush con Aznar, el español habría ofrecido actuar como agente diplomático de los yanquis en la Unión Europea, a cambio de salvar al BBV, al Santander y, si esto fuera aún posible, a Repsol.


Detrás de Duhalde, sin embargo, se encuentran todavía importantes intereses capitalistas, y no solamente nacionales, que no quieren ver modificada la Ley de Quiebras y que necesitan la estatización de sus deudas locales y con el exterior. Está presente aquí la tendencia al golpe “populista”. Moyano le reprocha a Duhalde, precisamente, no haber dado ese golpe durante la última crisis, poniendo de ministro a Carbonetto. El plan nacional y popular se propone una megadevaluación, que termine con los ahorros y con las deudas medidos en dólares, y que ponga en el centro de los privilegios a la “patria exportadora”.


Entre el golpe “nacional y popular” y el golpe yanqui existen, con todo, numerosas coincidencias, toda vez que el plan Carbonetto no afecta el corazón de los intereses norteamericanos: el pago de la deuda externa. Con dólar alto e inflación, el plan Carbonetto ofrece el superávit fiscal y comercial que necesita el pago de esa deuda. Los yanquis y el Grupo Productivo que encabeza Techint, ya se unieron una vez *para voltear a De la Rúa. El terreno de mayor conflicto entre los yanquis y la burguesía “populista” tiene que ver principalmente con Brasil, cuya burguesía resiste el planteo del mercado libre de América. Desde febrero pasado, cuando varios funcionarios yanquis sacaron el tema de la corrupción en Brasil, está en marcha una ofensiva para voltear a los rivales norteamericanos en ese país. El llamado riesgo-país de Brasil ya se encuentra en los mil puntos. La burguesía argentina tiene que decidir si se alía a Brasil para resistir a los yanquis, o si se rifa a éstos para evitar el camino de la bancarrota definitiva.


Que en este cuadro Duhalde se reúna con frecuencia con el general Brinzoni, forma parte del cuadro natural de las cosas. Más interesante es que Brinzoni insista en la disposición del alto mando de acatar cualquier orden represiva que emane del “gobierno constitucional”. Es posible que las Fuerzas Armadas respalden a la burguesía argentina endeudada, con el argumento de que el “neoliberalismo” eyectaría un estallido social. Pero el Ejército deberá escoger con cuidado su campo, porque un error a la hora de elegir al árbitro le puede ser fatal. Quien, de cualquier modo, piense que las Fuerzas Armadas y los organismos de represión y espionaje son puro papel pintado en la crisis, con la excusa de que perdieron en Malvinas, comete un serio error político. No pueden dirigir un golpe, pero son claves para sostenerlo. Incluso hoy la Policía y la Gendarmería ya están demostrando lo vitales que son para el sostenimiento del Estado, contra los caceroleros, los ahorristas, las asambleas y los piqueteros.


El planteo electoral, en este cuadro de crisis, es funcional a un golpe. Pero además es enormemente confusionista, porque ofrece una salida dentro del cuadro estatal presente, dentro de su constitución, dentro de su régimen de partidos, dentro del sistema de dominación de banqueros, acreedores y grandes capitales. Las elecciones, en este cuadro, ni siquiera serían libres. El planteo electoral podría ser considerado táctico, pero incluso en este caso se aparta de la viga maestra estratégica de esta etapa histórica: construir, por medio de la lucha social y política, un poder de los explotados. La táctica que sí armoniza con la estrategia de esta etapa histórica es el planteo de la Asamblea Constituyente soberana, porque plantea la cuestión del poder y porque opera como un puente o una transición entre el derrocamiento de los gobiernos capitalistas que profundizan la catástrofe nacional y social, y el gobierno de los trabajadores.


En resumen, denunciamos la conspiración golpista que opera detrás del planteo de llamar a elecciones y denunciamos su insinceridad, porque no pasan de una promesa y de ningún modo serán libres. Que se vayan todos. Fuera Duhalde, el Congreso, las legislaturas, intendentes y concejos. Por una Asamblea Constituyente libre y soberana.