Al Frente Grande le ha salido una patita…
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En un análisis previo a las elecciones (PO Nº 315) el Partido Obrero destacó la incomprensión de la situación política de parte de la izquierda, dentro y fuera del FIS, que sólo vio en la Constituyente una maniobra distraccionista y no un nuevo frente de ataque político de la burguesía. El rasgo común de todas estas fuerzas —agravado entre quienes no sufrieron la presión política del PO— fue complementar esta miopía con un planteo constitucionalista, es decir enmarcado en el orden jurídico-político existente.
Una de las fuerzas que más estruendosamente levantó este planteo fue la corriente Patria Libre, que basó su campaña botoblanquista en la dennuncia de que “estas” elecciones eran un circo, que la constituyente era trucha (como si bajo el régimen capitalista pudiera haber alguna “verdadera” en relación al interés de los trabajadores), que no estaban planteadas las reformas que el pueblo necesita.
Este planteo que fue derfendido como “antielectorero”, acaba de pegar ahora una enorme voltereta.
Según Patria Libre, en un editorial de “En marcha” (Nº 47 – abril ’94), “El principal canal a través del que se expresa la esperanza de que es posible pelear por otro sistema y es posible construirlo” es el… FG, al que los votos habían convertido en “oposición nacional al modelo”.
Se hace difícil a Patria Libre justificar este mote de “opositor” y por eso no lo intenta, pero si el FG se opone a algo… ¡jamás es al modelo cavallista!, al que nunca le opuso un programa. Las “diferencias” entre el FG y el modelo, como ellos mismos explican, es que quieren dotar al mismo de justicia social, en el mejor de los casos, algo así como la cuadratura del círculo, ya que por definición no se pretende que los explotados superen al régimen de los explotadores.
Pero esta “diferencia” con el “modelo”, en última instancia… ¡es la misma que tiene Patria Libre!, para la cual “la contradicción principal no es estabilidad o hiperinflación”, sino si “tenemos un país para las minorías… o para las mayorías”, tomando abstractamente a la estabilidad como una simple categoría económica y no como el plan concreto de sometimiento de la clase obrera al capital. Por algo, tampoco Patria Libre plantea fuera Menenm-Cavallo. Por supuesto, Patria Libre pone en duda si el FG cumplirá con las expectativas (¿del electorado que supo engañar o de Patria Libre?), y abona esas dudas —de la manera más suave posible— con algunos de los claros ejemplos de la naturaleza contrarrevolucionaria del FG. Pero no da todo por perdido, e insta a los convencionales del frente, no a boicotear la constituyente tan trucha que era antes, sino a plantear (sic) “que se anule el paquete cerrado entre Menem y Alfonsín para avocarse a consagrar los derechos al trabajo, a la salud, a la educación y a una vida digna para todos los argentinos”. Consagración que, ni difiere de la actual, ni le sirve absolutamente a nadie.
Pero sería aburrir a los lectores de Prensa Obrera, que siguieron los debates con el morenismo, reiterar que significa esta posición política.
Después de todo esto, la corriente Patria Libre está obligada a considerar que su posición votoblanquista fue errónea, que si el FG es el “principal canal” de las “esperanzas populares” le convendría solicitar su ingreso ya “que ha empeñado tantos esfuerzos contra la corrupción” (sic).
Aunque el centroizquierdismo se vista de combativo, centroizquierdismo queda.