Alchourrón y Richard Handley: “Neutralismo" y “belicismo” al servicio de los mismos intereses
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La decisión de enviar naves de guerra al Golfo Pérsico llevó a un sector de radicales, de centroizquierdistas y aún de justicialistas a reflotar “la tradición neutralista de la diplomacia argentina", que habría sido violada por Menem.
El propio presidente echó leña a favor del argumento al afirmar que “en el nuevo esquema internacional ya no hay lugar para la neutralidad argentina".
¿El envío de las naves argentinas al Golfo significa —como afirman coincidentemente Menem y sus opositores patronales— un “giro radical" en la diplomacia argentina?
De este modo, un problema político determinado por intereses de clase concretos de los explotadores, ha sido llevado al limbo de los “principios” para mejor ocultar la verdadera motivación de Menem, de un lado, y la nueva charlatanería de los “opositores" caputianos, del otro.
¿“Tradición neutralista"?
Es absolutamente falso que la diplomacia argentina tenga una tradición de neutralidad, pues no es ésta la primera vez que las fuerzas armadas argentinas salen del país para defender los intereses imperialistas contra los pueblos oprimidos.
En 1962, el gobierno de Guido envió fuerzas aeronavales a sumarse al bloqueo montado por los yankis y la OEA contra la Cuba revolucionaria. Tres años más tarde, en 1965, el envío de tropas argentinas a Santo Domingo para respaldar la invasión de los marines fue frenado por una gigantesca movilización popular, algo que también “olvidan” los defensores de la tesis neutralista. Después de 1979, la dictadura envió escuadrones para apoyar a la “contra" nicaragüense.
La neutralidad: una operación comercial
El mito de la “tradición neutralista” argentina surge de la posición adoptada por nuestro país en las dos guerras mundiales (1914/18; 1939/45).
Tanto en una como en otra, Argentina fue neutral, no por una supuesta “doctrina diplomática", sino porque ésa era la posición que mejor servía a los intereses del comercio exportador agrícola argentino-británico.
Los embarques argentinos de carne y cereales llegaban a Gran Bretaña con más seguridad si Argentina era neutral y es por esto que la propia Corona británica sostenía el neutralismo argentino.
Es falso que Argentina haya sido equidistante de ambos campos imperialistas en las guerras mundiales; se alineó enteramente en el del imperialismo inglés, socio comercial de la oligarquía argentina. Se mantuvo formalmente neutral para mejor cumplir su papel —clave en un esfuerzo bélico— de abastecedor de alimentos de las tropas de la Corona.
La defensa del comercio exterior de la oligarquía agropecuaria y de los pulpos exportadores imperialistas radicados en el país ha sido históricamente la piedra angular de la diplomacia argentina. Esto la llevó repetidas veces a chocar con la diplomacia de sus competidores cerealeros yankis.
Esto se hizo evidente en 1980, cuando la dictadura militar proimperialista y anticomunista de Videla y Martínez de Hoz se negó a adherir al embargo cerealero contra la URSS decretado por Reagan en represalia de la invasión soviética a Afganistán. El nada sorprendente “giro pro-soviético" de la dictadura videliana se explica porque —en aquellos años— la URSS era el principal comprador de granos argentinos.
Los mismos intereses —la defensa de las exportaciones de la oligarquía— que dictaron la neutralidad en 1914/18, en 1939/45 y en 1980, bajo distintos regímenes políticos, son los que hoy imponen a Menem la intervención militar en el Golfo Pérsico, aunque hoy se deba agregar también la defensa de los títulos de la deuda externa, que la burguesía argentina tiene en buena parte en su poder.
La Intervención militar: otra forma de operativo comercial
El comercio exterior argentino está hoy en ruinas, como consecuencia de la sobreproducción mundial de granos y la política de subsidios seguida por Estados Unidos y la Comunidad Económica Europea (y el consiguiente derrumbe de sus cotizaciones). Las cerealeras argentinas dependen hoy enteramente para colocar su producción de los mercados de Irán, de Irak y de Egipto (en Medio Oriente), y del Brasil.
Irán ocupa un lugar preferencial. “Desde 1988 se convirtió en el segundo comprador de granos argentinos y el comercio bilateral en el rubro alimentos muestra un rápido crecimiento” (Clarín, 23/9). La defensa del mercado iraní, que este año absorberá 1,4 millones de toneladas de trigo argentino es vital para los exportadores, al punto que el presidente de la Junta Nacional de Granos se desplazó a Teherán a concertar las operaciones de venta.
El envío de tropas por parte de Menem apunta a dar seguridades a Estados Unidos de que las ventas de cereal al Medio Oriente no pretenden ser una forma de “puentear” el bloqueo o una forma oculta de acuerdos “trigueros" con Irak (Argentina-Irán-lrak).
El envío de las naves está en función de defender el mercado iraní para las cerealeras (Nidera, Cargill, Bunge y Born y Continental) frente a las presiones yankis. “Sería una incongruencia total—afirmó el canciller Cavallo— pensar en eso (el “desvío” de trigo argentino a Irak) cuando el presidente Menem decidió el envío de tropas". Claro está que las multinacionales como Bunge y Borny Cargill no se privarán de hacer llegar trigo argentino a Irak, si a cambio de ello obtienen precios dos o tres veces mayores a los del mercado mundial. La Armada argentina se hará presente para salvar las apariencias.
La "cobertura naval” de la venta de granos a Irán —y eventualmente a Irak— explica la inmediata adhesión de Alchourrón y de la Sociedad Rural a la decisión presidencial de enviar las tropas al Golfo.
El Partido Obrero dio exactamente en la tecla cuando dijo que “al Golfo vayan los Alchourrón y los Richard Handley” porque son exactamente sus intereses de clase los que las naves argentinas van a defender contra el pueblo iraquí.