Políticas

30/10/1997|562

Aliados extra-Otan de los yanquis

Durante la visita de Clinton, Argentina resignó su soberanía nacional en un grado sólo compatible con su ocupación militar por una potencia extranjera. Sus aeropuertos, el control de su tráfico aéreo y sus comunicaciones fueron puestos bajo el directo control de la CIA y los ‘marines’. Los norteamericanos se desplazaron por las calles de Buenos Aires y de Bariloche haciendo exhibición de armas largas y de material de guerra (bazookas, misiles, helicópteros artillados) como en ciudades ocupadas.


Lo que la prensa calificó como algo ‘excepcional’ por la visita del ‘ilustre’ huésped es, apenas, un ‘diseño’ de lo que ocurrirá con la Argentina en forma permanente como consecuencia de su designación como ‘aliado extra Otan’ de los Estados Unidos.


Ejército mercenario


La consecuencia más evidente de la designación de nuestro país como ‘aliado extra Otan’ de los Estados Unidos se ha podido percibir en los últimos ejercicios militares argentinos. En el realizado en las cercanías de Comodoro Rivadavia por las tres fuerzas armadas en conjunto, el más grande desde la guerra de Malvinas, se “reprodujo una operación militar autorizada por la Onu para neutralizar conflictos armados en una zona limítrofe entre dos países imaginarios (…) el objetivo era eliminar al Movimiento Fundamentalista Independiente …” (Folha de Sao Paulo, 3/10). Poco después se hizo un ejercicio conjunto con las fuerzas armadas brasileñas, “simulando ser una fuerza de mantenimiento de paz de la Onu en un país imaginario, Zambonia, envuelto en un supuesto conflicto interétnico desde 1975” (La Razón, 14/10). ‘Países imaginarios’, ‘operaciones internacionales’, ‘conflictos interétnicos’ son, claramente, las ‘hipótesis de conflicto’ de un ejército mercenario.


Esto se refuerza con la integración de Argentina, el único país latinoamericano, a una llamada “fuerza multinacional de intervención rápida de la Onu(…) para actuar en cualquier lugar del mundo” (La Nación, 5/9).


Argentina se suma, como aliado ‘extra zona’, a una coalición militar en expansión. Recientemente, la Otan se ha extendido hasta las fronteras de Rusia e, incluso, ha comenzado a operar más allá: a mediados de setiembre, en un ejercicio sin precedentes, 500 paracaidistas norteamericanos fueron lanzados sobre la ex república soviética de Kazajstán, en Asia Central. El general norteamericano John Sheenan declaró que el ejercicio se realizó “para enviar el mensaje de que no hay nación en la Tierra que no podamos alcanzar”. En Kazajstán, empresas norteamericanas como Amoco, Chevron y Mobil tienen grandes intereses en la explotación de las riquezas petrolíferas y gasíferas de la región.


La ‘alianza extra Otan’ puede llevar a las fuerzas argentinas a lugares tan remotos como Kazajstán o Chechenia, en defensa de los grandes pulpos petroleros norteamericanos … los mismos que están saqueando a la Argentina.


Carrera armamentista


La designación de Argentina como ‘aliado extra Otan’ es inseparable del levantamiento del embargo norteamericano para la venta de armas sofisticadas a América Latina. Se calcula que la venta de armas a la región superará los 7.000 millones de dólares en los próximos años.


Como Argentina carecería del presupuesto necesario para la compra de armamentos, su condición de ‘aliada’ le permitiría acceder a rezagos militares norteamericanos o a la compra mediante ‘leasing’ (alquiler con derecho a compra) de armas, gozando de la subvención del Estado norteamericano. Mediante estos mecanismos, las empresas norteamericanas podrían vender sus armas a los vecinos de Argentina sin crear un ‘desequilibrio militar’. Por eso, en Brasil califican la designación de Argentina como una ‘operación financiera’ de las empresas armamentistas norteamericanas.


Es inocultable que la designación de Argentina como ‘aliada extra Otan’ tiene por objetivo, además, presionar a Chile y a Brasil para que elijan proveedores de armas norteamericanos.


En Brasil, pero sobre todo en Chile, la disputa entre los pulpos norteamericanos y franceses es, simplemente, despiadada. Los franceses, que ofertan el Mirage 2000 contra los norteamericanos F-16 y F-18, han ofrecido “regalar sus excedentes militares” en determinados renglones a sus compradores de armas (Clarín, 4/9). Los europeos ya se han adelantado a los norteamericanos en otro terreno: Brasil y Chile acaban de comprar decenas de tanques Leopard-I (de fabricación belga, bajo licencia alemana).


Si Chile o Brasil se inclinaran por los aviones franceses, en lugar de los norteamericanos, Estados Unidos podría abastecer más ‘generosamente’ a la Argentina contra Chile y Brasil. Por eso, “militares ligados a la industria bélica de Estados Unidos comentaron que la posibilidad de que Argentina se convierta en aliada extra-Otan es un acontecimiento político que favorece su estrategia de ventas (en todo el Cono Sur)” (Tiempos del Mundo, 4/9).


La venta de armas no es como la de cualquier otra mercancía; se trata de ‘negocios de Estado’, promovidos y subsidiados por los Estados imperialistas, íntimamente ligados a los pulpos fabricantes. Crea, por lo tanto, un conjunto de obligaciones de subordinación política, militar y diplomática de los compradores hacia los vendedores; en otras palabras, refuerza la subordinación colonial del continente.


Esto salta a la vista si se considera que la compra de aviones norteamericanos, por ejemplo, obligará a las fuerzas aéreas de Chile, Argentina y Brasil a‘standarizar’ sus entrenamientos y su instrucción con la de los pilotos norteamericanos e, incluso, a recibir asistencia técnica y entrenamiento en los Estados Unidos durante los próximos treinta años, período de vida útil de estos aviones. Más aún, como informa El Mercurio (12/10), “los aviones de guerra de la última generación dependen del GPS (el Comando Espacial de la Fuerza Aérea norteamericana) (porque) los satélites que permiten el funcionamiento de sus sistemas son monopolizados por los EE.UU. Es decir, desde un centro de operaciones como Monte Cheyenne (en Colorado) se puede virtualmente tener el control de todos los aviones, propios o ajenos, que se mueven por el mundo”.


Radarización y narcotráfico


Con su nuevo ‘status’, Argentina se integra íntimamente al dispositivo de penetración militar imperialista en la región. Dos aspectos claves son la‘radarización’ (que les permitiría a los norteamericanos el control de toda aeronave que circule por el continente) y la llamada ‘lucha continental contra el narcotráfico’.


Con esa excusa, Estados Unidos encontró un argumento para dominar todavía más la vida económica del continente. Actualmente, las mercancías latinoamericanas sólo tienen libre acceso al mercado norteamericano, si sus países de origen reciben un ‘certificado de buena conducta’ que otorgan unilateralmente el Departamento de Estado y el Congreso norteamericano en relación al ‘combate al narcotráfico’. Se trata de una completa hipocresía, si se recuerda que los bancos norteamericanos son los principales lavadores del dinero proveniente del narcotráfico.


A esto hay que agregarle que, con la misma excusa, los militares norteamericanos y los agentes de la CIA han conseguido operar libremente a través de las fronteras de los países latinoamericanos, creando verdaderas zonas de operación ‘extraterritoriales’. El gobierno norteamericano y el Pentágono (el actual jefe de la lucha antidrogas, Barry McCaffrey, es el antiguo jefe del Comando Sur norteamericano) presionan abiertamente por ampliar la participación de los militares en la ‘lucha contra el narcotráfico’ y en poner el control del tráfico aéreo de la región en manos norteamericanas, mediante la instalación de radares de ‘última generación’ destinados a monitorear el desplazamiento de pequeños aviones.


Una de las disputas más serias entre Brasil y los Estados Unidos estalló recientemente, por la decisión brasileña de concentrarse en la lucha contra el‘tráfico interno’ de drogas, lo que lo llevó a desactivar las tres estaciones de rastreo que los norteamericanos habían instalado para monitorear la Amazonia. Según documentos de la inteligencia militar brasileña, “las crecientes presiones norteamericanas terminarían por conducir a un control externo de la región” (Tiempos del Mundo, 21/8).


La Argentina, como ‘aliada’ de los Estados Unidos, ha puesto a su disposición “datos de inteligencia e infraestructura” (La Nación, 21/10) y ha sido el primer país latinoamericano en apoyar la creación de un ‘centro continental antinarcóticos’ en Panamá, bajo la batuta de los norteamericanos, que tendría por objeto no sólo ‘la lucha contra el narcotráfico’, sino también “lanzar operaciones militares” hacia todo el continente.


Intimamente ligado a esto, el gobierno menemista ha lanzado el “plan de radarización”, cuyo objetivo es el “control de los vuelos ilegales” (La Nación, 24/10). En la disputa por el contrato han entrado cuatro de los grandes pulpos armamentistas mundiales —dos norteamericanos, uno italiano y otro francés. Dado los compromisos políticos, diplomáticos y militares que acaba de adquirir la Argentina, salta a la vista qué pulpos se beneficiarán con los 420 millones del contrato.


Como en Brasil, el control del espacio aéreo argentino por los norteamericanos y el libre tránsito de sus militares y los agentes de la CIA por el territorio argentino, ‘terminarían por conducir a un control externo de la región’, es decir, de toda la Argentina.


Un ejército mercenario, con las comunicaciones y el espacio aéreo controlados por una potencia extranjera, cuyos militares y agentes secretos gozan de una virtual ‘extraterritorialidad’: éste es el ‘escenario’ colonial de la Argentina ménemo-aliancista.