Políticas

1/4/2004|844

Ante una nueva situación

Para algunos analistas, el gobierno habría salido indemne o aún victorioso de la crisis política que estalló en la Esma y en el Congreso del PJ. El Presidente “quedó a un paso de obtener una victoria estratégica para su proyecto político: desactivó un posible germen de oposición interna (que no pasa de un estado embrionario) e impuso su liderazgo en la principal fuerza política del país” (La Nación, 30/3). Un análisis de los distintos planos en que se desenvuelve la crisis política permitiría establecer, sin embargo, una conclusión de otro orden.


El gobierno fracasó en el enorme operativo político de convertir al “Museo de la Memoria” en el capítulo final de la lucha por “el juicio y castigo”. Hijos reclamó los archivos ocultos en las fuerzas armadas, la cadena perpetua y la cárcel común para los genocidas y torturadores y no pagar “ni un peso de la deuda externa”. Por otro lado, una multitud de 70.000 personas (contra las 3.000 de la Esma) se erigió la réplica de las limitaciones objetivas del acto oficial. La conversión de la Esma en Museo de la Memoria apunta a preservar a la clase social responsable del “Proceso”, con la que Kirchner cuenta para reconstruir a la “burguesía nacional”.


Con relación al ejército, Kirchner dijo que “allí perduran viejos vicios: un mal entendido sentido de corporación y una incomprensión sobre el principio de autoridad (del) poder civil”, es decir un estado de amotinamiento; ninguno de los generales en actividad quiso (retirar los retratos de Videla y Bignone)” (Clarín,28/3). El otro eslabón de este intento de punto final estuvo en el Congreso, que aprobó “derivar a la justicia” la eventual nulidad de los indultos “con el apoyo de diputados de partidos provinciales, cuyo referente en este capítulo parlamentario que se abre es el ruralista Guillermo Alchourrón” (¡Qué tal!).


“El jefe es Duhalde”


Los gobernadores firmantes de la solicitada enjuiciando al gobierno por no sumarlos al “palco de la reconciliación” en la Esma fueron Busti, De la Sota, Solá, Obeid y Verna: ninguno de ellos hubiera dado ese paso sin la venia o el impulso de Eduardo Duhalde.. El duhaldismo resolvió marcar sus límites ante la tarea febril de cooptación y hostigamiento que se realiza desde la Casa Rosada sobre su propia base política –“desde que asumió, el presidente Néstor Kirchner hizo 33 viajes por el interior del país, en los que comprometió transferencias de recursos por más de 1.300 millones de pesos (que) beneficiaron exclusivamente a provincias gobernadas por el PJ” (La Nación, 16/2) o el reverso de la misma moneda, el retiro de los planes sociales a la patota duhaldista de intendentes en la provincia de Buenos Aires o la retención de los fondos de “financiamiento ordenado” a Córdoba. La bambolla en torno al enfrentamiento de las tres mujeres del PJ dejó en un segundo plano las razones que llevaron a la quiebra del Congreso: el rechazo a la amnistía pedida por el kirchnerismo a favor de todos los peronistas expulsados del partido, lo que permitía el reingreso de los “transversales” fieles al Presidente, y la negativa del duhaldismo a siquiera compartir la conducción. “Sin embargo, lo que más afectó a Kirchner no fueron las dos negativas anteriores sino el diseño político que escondían las decisiones de Parque Norte: al suspenderse las internas por tres años se decidió que el acceso a la conducción del partido estaría cerrado hasta 2007, incluso para él” (Ambito, 29/3).


La “guerra civil” en el PJ


La jueza federal Servini de Cubría acaba de disponer una nueva intervención del PJ de la Capital Federal a pedido del kircherismo porteño, lo que significa el desplazamiento de la trenza duhaldista que dirigía los restos del partido. Casi a la misma hora era elegido titular de la estratégica Comisión de Relaciones Exteriores de la Cámara de Diputados, Jorge Argüello, un hombre puesto por el duhaldismo y votado por el menemismo en oposición al candidato del kirchnerismo. Jorge Argüello fue elegido diputado en las listas de Mauricio Macri, con quien Duhalde ya tiene una alianza en la Ciudad de Buenos Aires.


La unidad del PJ, que le permitió al gobierno sostener sus iniciativas en el Congreso, se ha quebrado. Pruebas al canto: fracasó la aprobación de una ley que anula las exenciones al IVA y la da al Presidente la facultad de reimplantarlas porque “los cordobeses y los santafesinos se resistieron a aprobar esos poderes especiales a Kirchner y Lavagna”. La crisis ya tiene paralizado al Congreso.


Durante diez meses de gobierno, Kirchner gobernó con el “método de la crisis permanente”. Carente de representación política (22% de votos de los cuales sólo el 6% son propios) y de mandato, buscó su equilibrio atacando adversarios a diestra y siniestra, pero sin llevar nunca ese ataque hasta su consecuencia última. Este método se impuso al gobierno a pesar de sí mismo como fruto del conjunto de contradicciones sobre las que se asienta: la rebelión popular, la bancarrota económica, la demolición de los partidos tradicionales.


Las limitaciones de ese método de gobierno han quedado definitivamente al desnudo. “Nadie aseguraba el fin de semana el éxito de algunas de las leyes que pidió y pedirá el ejecutivo”. Ya ha estallado una crisis con los gobernadores en torno al proyecto de ley de coparticipación exigido por el FMI; es “que en 2005 vence el 70 % de la deuda y va a ser necesario un fondo para atenderla” y el gobierno pretende contar, a la vez, con un fondo de 2.400 millones de pesos anuales dirigido a los “grandes aglomerados urbanos”, algunos de ellos “considerados cabezas de playa del kirchnerismo” (El Cronista, 10/3).


En la base de la crisis política está la economía. El “gurú” del BID, Guillermo Calvo, acaba de exigir, otra vez, dejar caer el dólar para pagar más deuda: “Tendría que llegar hasta 2.10 pesos para que 3% del superávit alcance para hacer frente al pago de la deuda reestructurada” (Ambito, 29/3). En el campo contrario salió a militar Terragno (La Nación, 29/3).


De todos modos, Kirchner es incapaz de romper con el PJ y armar una fuerza ‘transversal ’propia. Luego de denunciar a las “corporaciones tradicionales”, “la transversalidad que alienta no deja de ser una idea interesante pero hasta ahora no pudo abandonar el laboratorio” (Clarín, 27/2).


Santiago y el estado de rebelión


El gobierno ha decidido, a pesar suyo, la intervención de Santiago del Estero. Incapaz de enfrentar a los clanes oficiales, de chocar con los socios del duhaldismo o de desenvolver cualquier proceso de movilización popular, se ha visto obligado a ingresar en un nuevo escenario de crisis, y tomar una decisión contra el gobierno emblemático de la patota justicialista, lo que abre un nuevo escenario de crisis. La base inocultable de la caída de la camarilla de los Juárez es la rebelión popular vigente en Santiago.


La agudización de la crisis política plantea un nuevo escenario en relación a la lucha de los trabajadores y los explotados, lo que ya se advierte en estas horas. Los petroleros privados de Santa Cruz han reiniciado la huelga por tiempo indeterminado por el salario y han vuelto a ocupar las plantas de Las Heras, Pico Truncado y Cañadón Seco, en paralelo a la huelga general de los maestros de Adosac y la gesta de las piqueteras de Caleta en reclamo de trabajo efectivo. La lucha de los estatales sigue en pie en la Capital, a pesar de la capitulación de la burocracia de ATE a desenvolverla; se reinician los paros bancarios por la jornada de siete horas y el salario. En oposición a este esfuerzo por abrir un rumbo colectivo de la clase obrera, la foto de la burocracia unida en el Congreso del PJ, desde Moyano a Barrionuevo, aportando sus hombres a la patota, habla por sí misma.


Denunciamos la política sin salida que se expresa en la carestía, que compromete el plan oficial; el boicot del crédito y de la inversión, los empleos en negro y flexibles; el pago de la deuda externa, los negocios de los grandes pulpos, el congelamiento del salario y la continuidad de la ofensiva flexibilizadora. Es necesario desenvolver las luchas y movilizaciones por el salario, contra la impunidad, resolviendo los bloqueos, las trabas y el aislamiento a que las someten las burocracias sindicales y las agencias de los partidos tradicionales. El Congreso del PO, primero, la Asamblea Nacional de Trabajadores, después, serán laboratorios de la experiencia de construir una dirección revolucionaria de masas.