Políticas

7/9/2006|962

‘Antisemitismo’: Un operativo contra los luchadores, en especial los judíos que luchan

La frase de Goebbels ilustra perfectamente la campaña del sionismo argentino para colgar el mote de antisemita a quienes se han pronunciado contra la masacre israelí en Palestina y El Líbano, incluidos los judíos que repudian la política terrorista del estado de Israel.


El sionismo quiere ametrallar poblaciones civiles y caravanas de refugiados, secuestrar medio gobierno palestino y mantener en las cárceles diez mil presos políticos, incluidos niños, sin tener que cargar, para el caso, con un cargo de conciencia.


Pero lo que le preocupa por sobre todo al sionismo en Argentina es la solicitada que circuló, en julio pasado —“No al genocidio en Medio Oriente”—, firmada por Juan Gelman, Diana Dowek, León Rozitchner, Rosa Lerner, Andrés Rivera, Juan Carlos Volnovich, todos judíos, y varios centenares de intelectuales, académicos, artistas, etc. Denunciaba que “la política oficial del gobierno israelí propone explícitamente destruir el pueblo palestino con el simple argumento de combatir y vencer terroristas”. Y exigía “la inmediata detención de los asesinatos militares, el retiro de las tropas israelíes del Líbano, la apertura de negociaciones bajo control internacional para asegurar hoy más que nunca el legítimo derecho de ambos pueblos a vivir en paz bajo sus respectivos gobiernos democráticamente determinados”.


Los firmantes —del mismo modo que la casi totalidad de los periodistas que informaron sobre la guerra en Medio Oriente— son hoy objeto de una campaña calumniosa que los sindica de filo-terroristas, montada desde la Embajada de Israel, la DAIA y la AMIA a través de declaraciones, cadenas de mails y una docena de páginas web. ¡Son los mismos que les vendían armas a Videla mientras la dictadura torturaba y asesinaba a dos millares de judíos!


El sionismo no tiene ningún derecho en reclamar la identificación entre sionismo y judaísmo, porque fue él mismo, desde sus orígenes, que limitó su responsabilidad a defender a los judíos que emigraban a Israel para expulsar a la población árabe; nunca lo hizo con los judíos que seguían viviendo en el exterior, incluso bajo el nazismo. Ben Gurión, líder histórico del sionismo, respondió a un reclamo de ayuda y hasta de acción militar en defensa de los judíos en la Alemania nazi, diciendo que si querían evitar el genocidio debía partir hacia Palestina. Las embajadas de Israel apoyaron a Videla y Pinochet mientras estos secuestraban, torturaban y mataban a judíos chilenos y argentinos.


También están circulando dos solicitadas. La ‘progre’ —motorizada por la ibarrista Manuela Fingueret y el camarista Leopoldo Schiffrin—“cuestiona la magnitud de la ofensiva desplegada por Israel sobre El Líbano, considerándola desproporcionada.” Matemos, pero poquito. La segunda (motorizada por José Eliaschev y Diana Sperling) cierra filas sin matices con Condoleeza Rice y Olmert (Cl 5/9). La DAIA no ha podido evitar esta diferenciación, que ha existido siempre, entre los judíos reaccionarios y los verdaderamente progresistas. El escudo del antisemitismo, en este caso usado de un modo manipulador, se utiliza contra el peligro mortal de una evolución combatiente de capas crecientes del pueblo judío. Los sionistas temen hasta el pánico la posibilidad de que las voces del judaísmo que reside fuera de Israel se transforme en un punto de reagrupamiento de los trabajadores e intelectuales judíos en Israel, lo que de ocurrir abriría el camino para una lucha común con los trabajadores palestinos contra el imperialismo y sus burguesías.


Este es el sentido de fondo de la campaña sionista que ataca el antisemitismo supuesto de los otros.


Precisamente a contrarrestar un reagrupamiento contra la guerra de opresión por parte del sionismo en Israel, obedeció la convocatoria efectuada por residentes argentinos en Israel a una marcha frente a la embajada argentina en Tel Aviv. Una buena parte de esa gente es recién llegada al Medio Oriente y quiere arrebatar más tierras de palestinos para la ‘colonización’ sionista.


Todos los que han reaccionado contra la solicitada de encabezada por Rozitchner y Horowitz, coinciden en que el brote antisemita se expresa… en los carteles y en las marchas de repudio a la guerra. Para dejar de ser antisemita hay que apoyar las guerras que cuentan con el visto bueno del antisemita Bush y que son financiadas por el ‘establisment’ antisemita de Estados Unidos, formado por ‘blancos-anglosajones-protestantes’.


Ningún sector de la dirigencia comunitaria quedó afuera del macartismo sionista. Meretz de Argentina, que se llama a sí mismo sionista de izquierda, denuncia “la escalada propagandística antisemita desencadenada en Argentina a raíz de la guerra en Medio Oriente, que se manifiesta en afiches que identifican a los judíos con los nazis alemanes, y en demostraciones callejeras en favor del terror islámico fundamentalista y la destrucción de Israel” y convoca a “la opinión pública democrática y progresista a frenar el fascismo antijudío”. Curioso fascismo este, que repudia al nazismo y a la ‘limpieza étnica’, sistemáticamente ejercida por el sionismo. “En la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, en agosto, empezaron a aparecer pintadas antisemitas al mismo tiempo que aparecían carteles anti-israelíes que llamaban a destruir al Estado de Israel o lo denominaban nazi, genocida o “fascista”, denuncia el periódico Nueva Sión.


La denuncia del brote antisemita se suma al descarado intento de la DAIA, la AMIA y la Embajada de “reorientar” la información de los medios de comunicación sobre Medio Oriente (presiones que ninguno fue capaz de denunciar… ni de desmentir). El objeto es amedrentar, silenciar y desinfomar. Canjean a sus abuelos asesinados en Auschwitz por sus crímenes en Gaza.


Señores: la última Ana Frank murió esta semana por una de las bombas de racimo con las que sembraron El Líbano. Ese es el libro que leerán nuestros hijos.