Políticas

22/8/2002|768

Asesinatos de policías y escuadrones de la muerte

Diego Peralta habría sido asesinado por una banda mixta de policías y de­lincuentes encabezada por los efectivos de la comisaría de El Jagüel. Como la certe­ra piña piquetera contra el asesino Franchiotti, la pueblada contra la comisaría de Miramar ante el asesinato de Natalia Mellman, o la de los vecinos de Floresta por el asesinato de los tres pibes, otra vez ¡a rebelión popular dio exactamente en el blanco.


La misma banda que asesinó a Diego Peralta, denuncian los vecinos, podría ser la responsable del asesinato de otros tres jóvenes en la zona y regentea el de­lito, al que le otorga “zonas liberadas”.


Como en el crimen de Cabezas, en los asesinatos de jóvenes de Don Torcuato, los crímenes de las prostitutas marpla- tenses y en los secuestros en las distintas zonas de la provincia, las bandas mixtas son la forma dominante y virtualmente exclusiva del accionar delictivo: los poli­cías reclutan y arman a los delincuentes, les indican “objetivos” y les suministran “inteligencia”; se llevan la parte del león del botín y luego los eliminan cuando se vuelven inservibles o “peligrosos”. Estas bandas, también, funcionan como “escua­drones de la muerte”; pueden eliminar desde rateros molestos para los comer­ciantes de un barrio hasta, como en el asesinato de Cabezas, actuar a cuenta de personajes poderosos.


El aumento del número de policías asesinados es una directa consecuencia de la proliferación de estas bandas mixtas. En algunos casos, porque los delincuentes saben que si son sorprendidos actuando sin la “protección” de la banda policial que regentea la zona, serán fusilados; en otros, porque los policías, reconocidos por otro policía, asesinan a sus propios com­pañeros. Así fue asesinado en un robo bancario el cabo Ernesto Ayala, de la Fe­deral: “lo mataron porque reconoció entre los asaltantes a su instructor de tiro en la escuela policial” (Clarín, 11/8).