Políticas

3/12/2009|1111

Balance de una gran lucha inconclusa

El jueves 26, a las 16 horas, una comisión de delegados autoconvocados firmaba un acta acuerdo por el cual se ponía fin a una lucha que se venía desenvolviendo desde hacía más de siete meses. El acuerdo logra muy parcialmente los reclamos del movimiento (ver nota online), en un momento en que la lucha seguía con todo vigor. El paro por tiempo indefinido era masivo, los hospitales estaban virtualmente bajo control de los trabajadores, las movilizaciones semanales eran multitudinarias. El acuerdo se firmó, además, en circunstancias en que los gremios estatales, tanto los de la CGT como de la CTA anunciaban diversos reclamos y el movimiento piquetero comenzaba a dar muestras de reanimamiento y en la filas de la policía crecía el malestar salarial. La firma del acuerdo ha producido una suerte de shock en las bases trabajadoras. En varias asambleas fue denunciado como una entregada y en varios lugares se ha reclamado una asamblea general en un estadio para que se informe por qué se firmó lo que se firmó.

Los dirigentes autoconvocados han logrado imponer algo que desde mediados del conflicto venían intentado: poner fin a la lucha para construir un sindicato que los tenga a la cabeza. El gobierno que venía criminalizando la lucha, pasó a exaltar el valor del diálogo.

El conflicto dio un brusco giro cuando, el lunes 23, el gobierno presentó por primera vez una oferta escrita. Dicho ofrecimiento fue llevado a discusión en las asambleas de los hospitales.

El martes al mediodía se reunió la asamblea interhospitalaria para decidir. Se pasó a la lectura de los mandatos, la mayoría planteaba que se debía realizar una contrapropuesta sobre prácticamente todos los puntos. Posteriormente, se pasó a un plenario de delegados más reducido, para puntualizar la contrapropuesta y luego someterla a la consideración de los hospitales. En esa reunión, el bloque conciliador armó un fraude, haciendo votar a un delegado de un sector del sur de la provincia que nunca había participado y cambiaron el sentido de algunas votaciones, fundamentalmente para lograr una mayoría a favor de la aceptación de la propuesta salarial del gobierno. Simultáneo a ello se aceptaba un punto a favor de un criterio de productividad. La comisión negociadora decidió que esa acta debía ser llevada sin ninguna consideración a la nueva reunión con el gobierno, e incluso arbitrariamente convocó a dirigentes nacionales del Fesprosa para que actuaran como garantes. El miércoles y el jueves a la mañana, varias asambleas de los hospitales dirigidos por sectores combativos votaron realizar un plenario de emergencia que suspendiera las negociaciones para estudiar más a fondo la contrapropuesta. En el caso de la Maternidad se fue más lejos: se decidió revocar el mandato de uno de los delegados autoconvocados –el principal referente del PCR– por traicionar a las bases. Precisamente en la Maternidad se realizó el plenario de delegados que fue saboteado por todo el bloque conciliador. La comisión negociadora monopolizada por este sector desconoció a ese plenario y firmó el acta acuerdo.

La lucha está muy lejos de haber concluido, pues la aplicación del acta acuerdo está muy lejos de haber disipado las tensiones y va a ser fuente de múltiples atropellos y nuevos conflictos. Por lo pronto, los Autoconvocados de la salud municipal quedaron al margen, y siguen con la lucha.

De ninguna manera se puede hablar de derrota. El gobierno no pudo cesantear a ningún autoconvocado, se comprometió a devolver los días caídos y a levantar los sumarios.

El movimiento autoconvocado durante estos siete meses ha puesto en pie una organización formidable de delegados. Ha emergido una camada de luchadores extraordinarios. La lucha impactó sobre el conjunto de los trabajadores y sectores populares de la provincia, marcando un rumbo. Las burocracias de todos los colores están más desprestigiadas que nunca y el gobierno sufrió un enorme desgate.

En el último período, todos los bloques colaboracionistas y conciliadores se unieron para imponer su supremacía en un momento crucial. Esta santa alianza de delegados juristas (justicialismo disidente), clericales, y de toda la gama de los izquierdistas, en primer lugar del MST y el PCR, ha demostrado tempranamente que tiene todas las características de una nueva burocracia. Eso explica la abierta hostilidad del bloque conciliador al bloque combativo liderado por el PO, al que excluyeron completamente de la comisión negociadora. Intentaron hacer lo mismo en las movilizaciones, pero allí fracasaron. El bloque conciliador, a medida que fue avanzando la lucha fue perdiendo los escrúpulos, violentando numerosas veces los mandatos de asambleas, boicoteando las acciones que surgían de los sectores más combativos de la lucha (instalación de la carpa), promoviendo a toda la politiquería patronal que pisó la provincia (Cobos, Stolbizer, Pino Solana, etc.), impusieron la mediación de la Iglesia e intentaron meter a la patronal del campo como aliado de la lucha, y no vacilaron en difamar a dirigentes reconocidos como el doctor Gustavo Arques, atacado por la burocracia del Colegio Médico, o difamando a la doctora Nieto cuando fue despedida.

Para un sector muy importante de los luchadores han quedado claramente demarcados los principios y los métodos de los dos bloques: el combativo e independiente de Tribuna de Salud y el PO, y el de los conciliadores y colaboracionistas, con una política de integración y concertación con el Estado. Es esta delimitacion reposa el fuerte reagrupamiento de la vanguardia independiente que se prepara para intervenir y liderar las próximas fases de la lucha.