BOLIVIA | El Gobierno cede y la derecha quiere más

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Desde que el Movimiento Al Socialismo (MAS) asumió el Gobierno, en 2006, se ha caracterizado por los pactos y las concesiones a la oposición. La Nueva Constitución Política del Estado (NCPE), aprobada por el 61,4 por ciento en el referendo del 25 de enero pasado, es producto de uno de los pactos más importantes a favor de la derecha. En octubre de 2008, el Congreso usurpó las funciones de la Asamblea Constituyente y modificó más de 100 artículos de su proyecto. Uno de ellos tocaba el tema que más preocupaba a la oligarquía terrateniente de la media luna: la tenencia de la tierra. Gracias al MAS y al pacto en el Congreso, no habrá reforma agraria en Bolivia y los latifundios se conservarán intactos, pues el artículo 398 de la Nueva Constitución establece un límite de cinco mil hectáreas para la tenencia de la tierra. Sin embargo, se aseguraron de que esa disposición no fuera retroactiva. Así tiraron por la borda la aspiración de más de dos millones de campesinos sin tierra y sacramentaron el latifundio a nombre del cumplimiento de la Función Económica Social.
Pero ese pacto no fue el único, ni el primero ni el último porque mientras el Gobierno cede, la derecha va por más. En abril de 2009 vendría “la batalla” por la aprobación de la Ley Electoral Transitoria, como lo habían anunciado los personeros del Gobierno el 25 de enero: “Luego de la aprobación de la Constitución, vienen los consensos en el Parlamento”. Consenso para el MAS es sinónimo de capitulación y pactos con la derecha latifundista.
Del cerco al padrón biométrico
Luego de promulgada la Nueva Constitución, el Parlamento tenía 60 días para aprobar la Ley Electoral Transitoria, que daría lugar a elecciones generales el 6 de diciembre de este año.
El MAS, con amplia mayoría en Cámara de Diputados, aprobó el proyecto. El Senado, controlado por la oposición, aprobó una ley modificatoria. Al no existir acuerdos, la discusión pasó al Pleno del Congreso; de esa manera, oficialismo y oposición tuvieron la posibilidad de continuar con el show ante el pueblo boliviano, mientras tranzaban y pactaban por debajo.
Una vez más, el argumento de la oposición fue el padrón electoral, al que denominaron “fraudulento”. Prefecturas, comités cívicos y brigadas parlamentarias opositoras, al unísono, pidieron otro padrón y se mostraron dispuestos a lanzarse a un referendo para lograrlo. El MAS, junto a los “movimientos sociales” aliados, anunciaron un cerco al Congreso hasta que la Ley fuera aprobada. Acto seguido, amenazaron con el cierre del Parlamento mediante la renuncia de los diputados oficialistas. En última instancia, Evo Morales, la Conalcam y la Central Obrera Boliviana ingresaron en huelga de hambre.
Mientras otros sectores se sumaban a la huelga y los opositores hacían abandono del Congreso, el Gobierno pretendió mostrar como un acto de desprendimiento y democracia lo que en el fondo fue otro pacto con la derecha (no tan vergonzoso como el artículo de tierras), y proclamó la realización de un nuevo padrón, uno biométrico, “de última tecnología”, como diría el vicepresidente de Bolivia.
Los escaños indígenas
La NCPE establece la conformación de una Asamblea Legislativa Plurinacional, que reemplazará al actual Parlamento. En ella, 34 pueblos indígenas pretendían incorporar 18 representantes propios entre los 166 asambleístas. A la hora de negociar con la derecha, al indigenista MAS no le importó el respaldo constante que ha tenido de los indígenas, incorporando tan sólo las exigencias de la derecha, que además del padrón exigía el reconocimiento a los estatutos autonómicos y la reducción de los escaños indígenas a siete.
Los pueblos indígenas, con la esperanza de ver plasmadas sus reivindicaciones en el marco del Estado burgués, fueron los principales demandantes de la Asamblea Constituyente. Pero ahora han sido marginados por el Gobierno que se dice “indígena”. “Hemos apostado por una izquierda, pero el MAS está siguiendo el mismo sistema de los partidos tradicionales”, manifestó Lázaro Tacoó, representante de la Confederación de los Pueblos Indígenas de Bolivia (Cidob).
La lucha de los indígenas por el número de representantes dentro del Parlamento burgués (sí, burgués, tenga el nombre de Asamblea Plurinacional o no) y su reciente fracaso devela el papel traidor del Gobierno y su presidente aymara. Demuestra, además, la inviabilidad del denominado “Estado Plurinacional”: en el marco del Estado burgués, por muy indígenas que sean los presidentes, los ministros o los parlamentarios, no puede existir un Estado Plurinacional que respete las formas de organización de las naciones originarias, porque este Estado es su principal opresor.
¿Para qué tanto show entonces?
La astucia del MAS ha consistido en la utilización de los métodos de lucha de los explotados: bloqueo de carreteras, cerco al Congreso, marchas a la sede de Gobierno y, como ahora, huelga de hambre. Pero no con una orientación revolucionaria, sino para presionar, negociar y pactar en condiciones de ventaja con la derecha opositora. De ninguna manera para aplastarla, como se ha visto claramente en septiembre del 2008: cuando la masa tenía la predisposición de acabar con la derecha, el MAS desmovilizó, fue en su rescate y la premió con una capitulación sin precedentes, pactando la modificación de la NCPE en los términos exigidos por los golpistas.
Evo Morales y el MAS podían evitarse el show y aceptar de buenas a primeras las exigencias de la derecha en torno al padrón. Ambos bandos –que aparentemente están en desacuerdo, pero terminan pactando– tienen sus intereses de por medio y por eso montan semejante circo: ambos apuestan a sacar el mayor rédito posible con miras a las elecciones generales. Sin embargo, a diferencia de la derecha, el papel del MAS es más sucio, pues de manera consciente juega con el sentimiento y las expectativas de las masas, se apoya en ello para desviar la lucha por las demandas y reivindicaciones más genuinas hacia la arena del parlamentarismo burgués. De la consigna “¡cierre del Parlamento!”, enarbolada por la masa en la insurrección de octubre de 2003, el MAS (estos días de huelga) pretendió sustituirla por otra totalmente opuesta: “¡Que sesione el Parlamento!”. Evo Morales y el MAS son distraccionistas y desviacionistas profesionales, son el verdadero freno del proceso revolucionario en Bolivia.