“Brotes verdes”, con tarjeta y en seis pagos
Límites y contradicciones de la “recuperación económica”
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En las últimas semanas, los voceros del macrismo se han empeñado en presentar evidencias de los llamados “brotes verdes”. O sea, señales de que la economía estaría saliendo de la recesión e iniciando una curva ascendente. Los propagadores de esta especie seleccionan a su gusto algunas estadísticas, pero no se detienen en los mecanismos y, sobre todo, en las bases sociales de un eventual repunte. Por lo pronto, y a despecho de los que buscan los “brotes”, la producción industrial acumula en los primeros ocho meses del año una caída del 4,5%, en un cuadro donde industrias estratégicas –como la automotriz o el acero- superan los diez puntos porcentuales de retroceso.
En julio, la actividad económica fue casi un 6% inferior a la de hace un año. En un panorama signado por una caída del salario real del 10 al 15% y el aumento de la desocupación abierta, el consumo doméstico cayó sin la contrapartida de un aumento de la inversión fija, que también declinó. La consecuencia necesaria de lo anterior es la fuga de recursos al extranjero: la salida neta de divisas del país acumula unos 9.000 millones de dólares en ocho meses.
Ni la devaluación, ni la batería de incentivos al gran capital -eliminación de retenciones, elevación de subsidios- han servido para remontar una crisis capitalista que se remonta a hace casi un lustro. El único “resultado” de esta montaña de beneficios ha sido el aumento del déficit fiscal.
Endeudamiento privado
¿Dónde están, entonces, los “brotes verdes”? Lo que los diarios han hecho sonar con bombos y platillos en estos días es el crecimiento del crédito privado, el cual, por primera vez en el año, estaría superando a la tasa de inflación.
Rápidamente, esa recuperación ha sido exhibida como consecuencia de un supuesto aumento del poder adquisitivo, el cual contaría ahora con aliento para sostener un mayor nivel de endeudamiento. Esta pretensión, sin embargo, choca con los datos de ingresos y de pobreza, que revelan que cerca de dos tercios de las familias trabajadoras (incluso con sueldos en blanco) no llegan a la canasta familiar. Por eso mismo, la información sobre la deuda privada aporta otro dato revelador: el rubro que lideró su aumento es el de las tarjetas de crédito, la forma más cara de endeudamiento de las familias. La estadística bancaria no informa sobre la naturaleza de estos gastos con tarjeta.
Pero es sabido que una parte de ellos se dirige al financiamiento de compras de consumo inmediato (supermercados). Los entusiastas de los “brotes verdes” deberían informar qué parte de este estallido del crédito responde a la realidad de familias que no llegan a fin de mes y financian sus gastos corrientes, con consecuencias naturalmente explosivas a mediano (y no tan mediano) plazo.
En la misma información, y en relación con otras formas de crédito, se atribuye la expansión a “las campañas agresivas que lanzaron los bancos para aprovechar el último tiempo de tasas altas” (Ámbito, 22/9). Los bancos están actuando compulsivamente para colocar préstamos. Cuando estos tienen lugar a tasa fija (y alta), la apuesta a una baja de la inflación les augura márgenes enormes a la hora de su repago. Desde luego, la contrapartida la vivirán los deudores, atados a intereses gravosos con una inflación (y ajustes salariales) en baja.
Estos “brotes verdes”, fundados en el endeudamiento de consumo, podrían conducir, más temprano que tarde, a un estallido agravado de la crisis económica.
Endeudamiento general
Pero lo que ocurre en el ámbito de los créditos privados es un botón de muestra del conjunto del programa económico oficial, a saber, la tentativa de reciclar la bancarrota que dejó el kirchnerismo a través de una gran operación de endeudamiento. Siempre en relación al aumento de la deuda privada, los observadores señalan una fuerte tendencia de los exportadores a tomar deuda en el exterior colocando como garantía a sus ventas futuras –o sea que los ingresos de la balanza comercial comienzan a tener como contrapartida una acreencia sobre el país (los dólares a privados deben ser provistos, en última instancia, por el Banco Central). Más aún: los bancos están ofreciendo líneas de crédito en dólares para financiar ¡los pagos del blanqueo!, o sea que la gran fuente de recursos que prevé el gobierno para enjugar sus déficits será también una fuente de endeudamiento.
Argentina se encamina a una deuda externa (pública y privada) cercana al 40-45% del PBI, ello con una balanza comercial tambaleante y, en perspectiva, deficitaria (¡más aún si se confirmaran los “brotes verdes”, o sea, una reactivación, que conduciría a un aumento de las importaciones de insumos!). El macrismo procura patear para adelante los monumentales desequilibrios económicos que dejó el kirchnerismo, como resultado de una década de rescate sistemático a los mismos intereses sociales que hoy celebran el regreso a los mercados de deuda. El capital internacional, resignado a obtener tasas de interés negativas por sus recursos sobrantes en los grandes mercados del mundo (ver Rendimientos negativos, un nuevo eslabón de la crisis capitalista), celebra este hipotecamiento argentino que deberá conducir, más temprano que tarde, a una crisis de pagos. El ingreso de dólares para endeudamiento refuerza las tendencias a la inflación en moneda dura y, por lo tanto, a la agudización de la competencia internacional. Sin embargo, una devaluación, como consecuencia de esos desequilibrios, mandaría a la quiebra a los “nuevos” endeudados.
Los límites y contradicciones de los dudosos “brotes verdes” de la economía macrista son inocultables. Los trabajadores y la izquierda debemos oponer un programa de salida a la crisis fundado en una reorganización económica a costa del capital.