Bush-Techint, el nuevo eje de Duhalde
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La semana pasada el gobierno de EE.UU. determinó que las exportaciones de Siderar, del Grupo Techint, podían ingresar libremente en su territorio ya que no contenían subsidios del Estado ni se vendían a precios de dumping (por debajo de sus costos). En cambio, aplicó derechos compensatorios (aranceles más altos) a Brasil, Francia y Corea. A las brasileñas Usiminas/Cosipa le impuso un 12,58%, a la CSN 8,22% y al resto de las siderurgias brasileñas el 11,9% (O Estado de Sao Paulo, 2/3).
Además, el miércoles 6, el presidente Bush aplicará salvaguardias al comercio del acero, por lo que subirá los aranceles y/o fijará cuotas a las importaciones de EE.UU. sobre 33 productos siderúrgicos. “En la Casa Blanca, hay una propuesta de aplicar tarifas del 20 al 25% y en algunos casos (Japón, Corea y Rusia) cuotas reducidas” (Clarín, 4/3).
“La decisión amenaza con desatar una rápida represalia de la Unión Europea, Japón, Corea o Rusia si son alcanzados por el ‘proteccionismo’ norteamericano. Mientras esos países sostienen que la siderurgia norteamericana se protege porque perdió productividad, en EE.UU. dicen que por el exceso de producción mundial —100 millones de toneladas— esos países exportan con ‘dumping’” (ídem). De este modo la “guerra del acero” amenaza con convertirse en un nuevo campo de disputa de los pulpos capitalistas.
“El gobierno y la siderurgia argentina tienen la esperanza de que la Argentina quede excluida de la salvaguardia norteamericana” (ídem). Se basan en el antecedente de la exclusión de Siderar de la aplicación de los “derechos compensatorios”. Pero esa “esperanza” no tiene nada que ver con los subsidios que recibiría o no Siderar, algo que todo el mundo sabe que sí los recibe, y que sí vende a precios de dumping. Solamente la devaluación y la pesificación de las deudas bancarias significa para Siderar un subsidio de 226 millones de dólares y, para Siderca (otra empresa de Techint), de 186 millones de dólares.
La explicación es otra. “A mediados de febrero, se conformó un Consejo Bilateral entre EE.UU. y la Argentina con el objeto de destrabar los puntos que pesan sobre el comercio entre ambos países. En la primera reunión —en Washington el 20 de febrero— el secretario de Relaciones Económicas Internacionales de la Cancillería argentina, Martín Redrado, planteó al representante norteamericano Peter Allgeir las denuncias que pesaban sobre el acero argentino. Se interpreta que ese ámbito habría contribuido para la solución del caso Siderar. Ahora se espera que se puedan alcanzar acuerdos en torno a la miel, lácteos, madera, carne y cítricos, sobre los que también hay trabas norteamericanas” (ídem). Por su parte, Ambito Financiero (27/2) interpretó que lo que pasó con el acero es “el segundo capítulo de las conversaciones que están manteniendo el gobierno de Eduardo Duhalde con el de George Bush para conseguir ayuda internacional para la Argentina”.
Este tratamiento diferenciado del gobierno norteamericano hacia Techint *en momentos en que Bush se “pinta la cara” contra las siderúrgicas europeas, japonesas, coreanas, rusas y brasileñas*, podría responder a las necesidades de EE.UU. de conseguir aliados en la “guerra del acero”. Pero, también, consumada la devaluación y la pesificación de las deudas, marcaría el pasaje de Techint a la “solución” que propugna el imperialismo norteamericano para la Argentina: control norteamericano del sistema bancario y reforma de la coparticipación de impuestos para garantizar el pago de la deuda.
Si esta variante se consolida, estarían contados los días de Ignacio de Mendiguren (la marioneta de Techint) al frente del Ministerio de la Producción. El eje de Techint pasaría a ser su nueva marioneta, Martín Redrado, quien rechazó integrar el gobierno de Rodríguez Saá y fue colocado luego en el estratégico puesto de secretario de Relaciones Económicas Internacionales por Ruckauf.
No por casualidad, el domingo 3, bajo el sugestivo título “Duhalde podría darle un giro a su gobierno”, el periodista Joaquín Morales Solá plantea que el gobierno marcha hacia “un claro alineamiento internacional del país” con el Fondo y el Tesoro de EE.UU., que impulsarían Remes Lenicov, Blejer, Carlos Ruckauf y Eduardo Amadeo. Y concluye que “los nombres de Jorge Capitanich, Rodolfo Gabrielli y José Ignacio de Mendiguren danzan entre el poder y el adiós”. Capitanich y Gabrielli formaron parte del gobierno de Rodríguez Saá y De Mendiguren es una figura de Techint, que ahora caería en desgracia si se consolida el eje Techint-Redrado-EE.UU.
El argumento argentino es que si EE.UU. cuestiona el escaso sesgo exportador argentino y quiere un plan “sustentable”, no debería trabar las exportaciones a ese país. Y se especula que si Bush excluye a la Argentina de las sanciones del acero comenzarían a destrabarse las negociaciones bilaterales para ir conformando el Acuerdo de Libre Comercio de la Américas (Alca).