Políticas

20/2/1996|482

Cada vez peor

No hay maquillaje, por cierto, que pueda ocultar la realidad por mucho tiempo. La cháchara según la cual el ‘plan Cavallo’ había salido fortalecido del ‘efecto tequila’ y que señalaba que la economía argentina comenzaba a recuperarse a partir del último trimestre del año pasado, fue literalmente sepultada por los títulos catástrofes de los diarios, al hacerse públicos los índices de la producción industrial del último trimestre de 1995, que registran un retroceso de casi el 11% en el período y del 5,5 por ciento a lo largo de todo el año.


“Fuerte retroceso de la industria (…). Nunca se produjo la reactivación que anunció el gobierno” (Clarín, 6/2/96); “Industria: el ‘tequila’ costó más de U$S 10.000 millones” (Ambito, 31/1/95) o “grave: industrias perdieron U$S 2.500 millones en 3 meses” (Ambito, 6/2/96) fueron un contundente ‘mentís’ para los gurúes económicos patronales que aseguraban una lenta pero segura recomposición económica.


En realidad, la magnitud de la caída en la producción, la acentuación de la crisis bancaria, la caída en la recaudación impositiva, la extensión del cuadro recesivo a sectores más amplios de la actividad industrial, el aumento de la desocupación, el incremento sistemático de la deuda externa; significa que se ha ingresado en una fase más profunda de descomposición económica.


La ‘realidad’ no hace más que corroborar el análisis expuesto en Prensa Obrera Nº 480 (ver “Por qué se discute la convertibilidad”), del 16 de enero, cuando, veinte días antes de que se conocieran los índices oficiales, se señalaba que las críticas a la convertibilidad y el llamado a modificarla o superarla de parte de economistas y políticos patronales, tenían como base el derrumbe del ‘plan Cavallo’ y “el ingreso a un nuevo episodio de la crisis, con devaluación incluida, (que) será más doloroso todavía que la enorme recesión y desocupación actuales, y también más en términos de crisis política” (Prensa Obrera, 16/1/96). Todavía diez días después, el factótum de los gurúes, Miguel Angel Broda, decía sin ruborizarse que “la economía se había recuperado levemente durante el cuarto trimestre (de 1995), con un aumento del 1.2 por ciento … (y que) Con esta proyección el PBI caería entre el 3.7 y el 4 por ciento en el año (cifra que contrasta con la oficial de, por ahora, 2.5 por ciento de caída), pero que coincide con nuestra visión de que a partir del cuarto trimestre se comienza a salir de la recesión”(El Economista, 26/1/96).


Esta grave situación, de la que “se desprende que el año pasado, a medida que pasaban los trimestres, la producción se fue deteriorando cada vez más” (Clarín, 6/2/96), se combina en forma explosiva con una caída en picada de las ventas (que en el último trimestre del año cayeron un 13 por ciento con respecto a igual período de 1994), el retroceso en flecha de la recaudación impositiva y previsional, los compromisos de pagos al exterior por el endeudamiento externo a los que está comprometido el gobierno durante 1996 (cerca de 11.000 millones), y la persistencia de la crisis bancaria.


El agudo cuadro recesivo ha profundizado la insolvencia del Estado. La recaudación impositiva de 1995 apenas iguala a la obtenida en 1992, cuando se iniciaba el ‘plan de convertibilidad’ y cuando “aún el Estado poseía cuantiosos activos para vender para poder financiarse. Estas comparaciones autorizan entonces a decir que en forma indudable, el actual es el peor momento fiscal de todo el actual plan económico” (Wálter Graciano, Ambito, 26/1/96). El rojo en la recaudación se expresa, por ejemplo, en que el principal impuesto del sistema tributario, que es el Impuesto al Valor Agregado (IVA), recaudó en diciembre último  prácticamente la misma cifra que un año atrás, lo que implica un retroceso real en la recaudación del orden de los 200 millones de dólares, porque “se debe considerar que la tasa del IVA era del 18 por ciento (en enero del ‘95) y la actual es del 21 por ciento” (Clarín, 3/2/96). En el mismo tono, las cifras de recaudación de enero de la DGI mostraban una caída con respecto al mismo mes del año pasado del 40.3 por ciento (Ambito, 29/1), en tanto que “la parte previsional suscita las más serias preocupaciones, puesto que en aportes y contribuciones se registra una caída del 16 por ciento con respecto a un año atrás (…) una situación que, de no revertirse, puede llevar al desfinanciamiento del sistema” (Clarín, 3/2/96). Si Cavallo pretendía resolver el déficit fiscal apelando al mecanismo de la moratoria, el panorama se completa con un 40 por ciento de los inscriptos que, directamente, dejó de pagar. Esta realidad, combinada con el abultamiento sistemático de la deuda externa (a la cual apela Cavallo para salvar su déficit), genera “uno de los mayores problemas que debe soportar, en estos momentos, el plan de convertibilidad, (cual) es la combinación de recaudación en baja y deuda pública en alza. Si este cóctel no es más letal, es sólo debido a que las tasas internacionales están en niveles bajos y estables (…)” (Wálter Graciano, El Cronista, 24/1), una situación que, según The Wall Street Journal, no durará demasiado. Para el diario especializado, “es probable que una tormenta financiera reviente las tasas de interés como un barco en un tifón” (5/2/96), pronóstico que va acompañado de la pregunta (ya también contestada en Prensa Obrera Nº 480) de si se viene la recesión mundial.


En cuanto a la crisis bancaria, simplemente mencionemos que la incobrabilidad de los préstamos, promedio, en datos disponibles de agosto del ‘95, ascendía al 20 por ciento, un nivel del doble al que “provocó, en países como Japón, la más grave crisis financiera de la historia” (La Nación, 28/1/96), lo que se reflejó en todo el año en el cierre de 83.000 cuentas bancarias por morosidad, tendencia que en 1996 “se mantendrá estable o levemente creciente” (Página 12, 7/2/96).


Asímismo, la devaluación del real en Brasil y la reducción de las tasas de importación de aquel país (lo que permitirá el ingreso en mejores condiciones para productos competitivos con los exportados por Argentina) colocan un serio signo de interrogación sobre el mercado de exportación más importante para el país en la actualidad.


El ingreso a esta nueva fase de la crisis del ‘Plan Cavallo’ se muestra con mayor contundencia cuando se observa que el agravamiento de la situación se consuma a pesar de que el gobierno agotó todos los recursos para la salvación del enfermo, con la posibilidad latente de una nueva fuga de capitales sustentada en la “persistente recesión, el creciente déficit fiscal; el crecimiento de la deuda externa y una posible crisis bursátil internacional” (Prensa Obrera Nº 480, 16/1/96).