Caputo o la fuga del “mago”
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Si el primer acuerdo con el FMI terminó en un completo fracaso, el segundo ha debutado con una crisis política. La renuncia de Luis Caputo al Banco Central no es una anécdota ni una pelea. Concentra todos los elementos del derrumbe económico macrista. Caputo comandó las operaciones de endeudamiento del gobierno en favor de los fondos especulativos. Lo hizo bordeando los dos lados del mostrador, como lo demostraron las revelaciones sobre su participación como socio o apoderado de esos fondos en paraísos fiscales.
La última de estas operaciones fue gestada en ocasión del primer acuerdo con el FMI. Entonces, Caputo convenció a varios de los principales fondos especulativos del mundo -Templeton, BlackRock, Pimco- a traer fondos a la Argentina, bajo el señuelo de que el acuerdo aseguraría una estabilidad cambiaria y -con tasas de interés del 45%- rendimientos jugosos en dólares, al menos por un período.
De este modo, el propio Caputo quiso prolongar la vigencia del ciclo de endeudamiento macrista, el cual había sido fulminado, por un lado, por la suba de las tasas de interés en Estados Unidos y, por el otro lado, por el propio hipotecamiento de la economía nacional. Pero la promesa de Caputo a sus ¿ex? socios resultó un fiasco: en apenas dos meses, el dólar subió de 24 a 40 pesos, dejándole a los especuladores un tendal de pérdidas millonarias si decidían recomprar sus divisas y dejar el país. Caputo intentó, entonces, contener la evolución del dólar para aminorarle a los fondos los daños de una salida de Argentina. Y lo hizo a costa de una nueva sangría de divisas: la “estabilidad” cambiaria de las últimas semanas se sostuvo sobre la venta de 200 a 300 millones de dólares por día. Caputo -¡y Macri!- aspiraban, en última instancia, a recrear un nuevo financiamiento internacional y darle aliento a un régimen en terapia intensiva. Naturalmente, y para que esta operación prosperara, había que arrancarle al FMI un acuerdo “generoso”, con fondos para asegurar el pago de la deuda, pero –también- para estabilizar a la moneda.
Sin embargo, el FMI les cortó el rostro: el “gran” anticipo de fondos del organismo será menor al anunciado. El FMI sólo auxilia para el pago de los vencimientos de deuda. Por lo demás, ha ratificado que el valor del dólar debe “fluctuar libremente”, o sea que la desvalorización del peso –y, por lo tanto, de los salarios y jubilaciones- debe ir tan lejos como lo indique la bancarrota argentina.
Macri aprovechó su viaje a Washington para lanzar su candidatura a la reelección. Los anfitriones lo aplaudieron, pero -a través de Lagarde- le hicieron ver que primero deberá rescatar a los acreedores de Argentina. El régimen político deberá adaptarse a esa exigencia, y no al revés. El FMI exige que la cicuta del rodrigazo sea bebida hasta el final.
Crisis mundial
Sus colegas del gabinete macrista calificaban a Caputo como el “mago”, por su capacidad para articular operaciones de financiamiento exterior. La más reputada fue la del bono a cien años, que una columnista del Financial Times caracterizó entonces como parte de “una burbuja” (ver en Prensa Obrera, 23/6/17, “Caputo Kaputt”). Se refería a la ola especulativa montada sobre los mercados “basura”, a partir de los capitales sobrantes generados por la emisión de moneda de los principales bancos centrales del mundo. Pero la magia se terminó: el ciclo de especulación e hiperendeudamiento de los llamados “emergentes” está agotado. El capital internacional refluye al ‘centro’ y deja una hipoteca que exige cobrar a costa de un salto fenomenal en las condiciones de explotación y de una amplia recolonización económica. El nuevo escenario de la crisis mundial amplifica en Argentina los choques entre las clases sociales y plantea, con más fuerza aún, la necesidad de una reorganización económica y política a costa del capital.