Políticas

20/4/1993|388

Cara y peor

Sobre la ineficiencia de las obras sociales sindicales la prensa capitalista ha escrito páginas “elocuentes”. El manejo por parte de la burocracia sindical de un presupuesto del orden de los 3.500 millones de dólares por año ha sido una fuente de corrupción en detrimento de la salud de los trabajadores. Se trata, con todo, de una corrupción compartida con los grandes sanatorios y laboratorios que realmente manejan el negocio de la salud, algo que la prensa capitalista silencia por completo.


El renovado ataque al que asistimos contra las obras sociales no tiene, sin embargo, el propósito de eliminar esa corrupción sino permitir que la llamada medicina pre-paga, las compañías de seguro y los sanatorios capturen directamente una porción mayor del suculento negocio. La llamada “desre-gulación” de las obras sociales es un paso en ese sentido.


La completa “privatización” de la salud (bajo la cobertura de las obras sociales está ya en gran parte “privatizada”) es presentada como un medio de darle mayor competitividad y “transparencia” a la prestación médica, y por lo tanto como un beneficio directo de los trabajadores —dice la propaganda oficial y capitalista. Es decir que la “privatización” redundaría en una mejor atención y en una reducción del precio que hoy pagan los trabajadores.


Pero que se trata de un verso completo, y que el resultado que se quiere obtener es el contrario, lo revela el cuadro que publicamos adjunto, el cual fue extraído del estudio realizado por una consultora de “primer nivel” que asesora a los grandes sanatorios de medicina pre-paga. Como se puede observar en el cuadro, las obras sociales ofrecen una cobertura médica promedio ampliamente superior a la de las medicinas pre-pagas (prestación promedio). Es decir que con la “privatización” , tendremos una caída general del servicio de salud, el cual puede ser incluso peor que lo que se muestra porque, en general, las empresas de medicina pre-pagas pueden cambiar inconsultamente los planes de atención, y porque establecen períodos de carencia (por ejemplo, cubren el parto a partir de los 12 meses de afiliación, que demora la urgencia del servicio que prometen). Las pre-pagas no tienen planes no médicos, en tanto que muchas obras sociales sí, por ejemplo, turismo, club, colonias de vacaciones para los niños, etc.


No se trata solamente, sin embargo, de la diferente amplitud de la cobertura médica entre las obras sociales y las medicinas pre-pagas; también es brutal la diferencia de costos monetarios para el trabajador. Según los datos oficiales, las obras sociales recaudan en promedio 200 pesos por año por afiliado, mientras el precio promedio de las pre-pagas es de 800 pesos por año. Cuatro veces más. La pre-paga más barata está en 500 pesos y las más caras en 2.000.


Las obras sociales sindicales, incluida toda la corrupción y los enjuagues de la burocracia con los servicios del Estado y los grandes sanatorios, son más baratos y completos que las modernas empresas “de medicina pre-paga”. Aún más baratas y más eficientes serían las obras sociales si se sustituyese a la burocracia por un control obrero. Por el mismo precio se podría elevar la calidad de la atención médica, aumentar las prestaciones y ampliar las coberturas sociales. Para ello se requiere el control y la administración obrera, en base a delegados elegidos en asamblea, revocables en cualquier momento por decisión soberana de los trabajadores.


La privatización de la salud es cara y peor.