Políticas

31/10/1996|517

Carta al Congreso del CTA

El congreso del CTA, convocado para los próximos 4 y 5 de noviembre, tiene el propósito declarado de “construir una nueva estrategia de poder en la Argentina”. Las implicancias del objetivo podrían ser considerables, porque la sola circunstancia de que una central sindical se plantee un horizonte semejante significa que pretende, no ya reivindicar en nombre de sus afiliados, contra los patrones y los gobiernos existentes, sino ejercer ella misma las funciones de gobierno en representación de los trabajadores. 


Lo nuevo


 ¿Pero por qué una ‘nueva’ estrategia? ¿Acaso la clase obrera, o incluso el movimiento sindical, tuvo en el pasado más o menos reciente alguna ‘estrategia de poder’ que hoy hubiera caducado?


El planteo supone que el peronismo fue, históricamente, una estrategia de poder propia de los trabajadores, y que con el menemismo habría llegado a su completo fin. Si se parte de esta caracterización, resulta claro que la ‘nueva estrategia’ no sería otra cosa que un sucedáneo, adaptado a las condiciones actuales. En este caso, la pretensión de construir una ‘nueva’ estrategia se convierte en una versión actualizada de la ‘vieja’ estrategia.


Los trabajadores no podemos plantearnos una ‘nueva’ estrategia de poder, por la simple razón de que, estrictamente hablando, nunca tuvimos una. El peronismo fue sí, incuestionablemente, una ‘nueva’estrategia de poder, pero no de los trabajadores, sino de la burguesía. Una ‘nueva’ estrategia que resultó, por un cierto tiempo y en ciertos aspectos, mucho más conveniente para los trabajadores que las‘viejas’ estrategias de poder de los regímenes oligárquicos. Pero no era ‘nuestra’ estrategia, sino la de ellos, porque mantuvo su régimen social, el capitalismo; su régimen político, el Estado burgués; sus beneficios, la explotación económica de la clase obrera.


El menemismo no representa el agotamiento y derrumbe de la ‘vieja’ estrategia de poder de la clase obrera, sino el agotamiento y el derrumbe de una de las viejas formas de dominación de la clase capitalista.


En un período internacional que fue bautizado más tarde como el del ‘Estado de Bienestar’, la burguesía nativa inauguró una política de concesiones sociales, por medio de un régimen de gobierno muy especial como el peronismo. En otro período internacional, que mentirosamente es caracterizado como de ‘Globalización’, la misma burguesía ‘nacional’ demuele los restos de su política anterior con una ilimitada ofensiva contra los trabajadores. Los patrones reemplazaron su vieja política por otra nueva; nosotros, los trabajadores, nunca tuvimos una política propia, es decir una estrategia independiente de la de nuestros enemigos de clase.


Para no caer en una variante de lo ‘viejo’, no tenemos que plantearnos una ‘nueva’ estrategia de poder, sino tener, ¡por fin!, una que sea realmente de los trabajadores. Si el CTA, una central sindical, en lugar de establecer una estrategia propia de la clase obrera, elabora una ‘nueva’ estrategia para los capitalistas, lejos de plantearse gobernar en nombre de la clase obrera y con la clase obrera, estaría actuando dentro de nuestras organizaciones como una representante de intereses sociales extraños a los nuestros. 


Lo viejo


 Es lo que lamentablemente ocurre con el planteo que la dirección del CTA lleva al congreso. En uno de los documentos dice que su objetivo estratégico es “construir coaliciones electorales capaces de expresar intereses sociales consonantes con una estrategia de transformación y profundización democrática… para restituir los equilibrios sociales”. Hugo Yasky, de Suteba, fue más ‘callejero’: hay que “organizarse, dijo, para derrotar electoralmente al menemismo, porque los problemas son políticos”.


Es decir que la dirección del CTA nos quiere convertir de ‘columna vertebral’ del peronismo en la ‘columna vertebral’ del chacho-terragnismo. Por este camino, lo que es seguro es que nos vamos a romper la columna por segunda vez.


Los ‘equilibrios sociales’, sin embargo, no los rompió Menem, sino el régimen capitalista. La desocupación tiene un alcance mundial; el ataque a los trabajadores tiene una alcance mundial; la liquidación del derecho laboral tiene un alcance mundial; lo mismo ocurre con la intensificación y alargamiento de la jornada de trabajo y con la reducción de los salarios. Es la crisis descomunal del capitalismo la que ha roto los ‘equilibrios sociales’ de la vieja miseria para hundirnos en una mayor. Sobre la base de las leyes, métodos y estructuras del capitalismo, cualquier intento de ‘reequilibrio social’ está condenado de antemano al fracaso.


Una ‘nueva coalición’ en la que volvamos a ser el furgón de cola de las patronales para recomponer un antiguo equilibrio que ha sido sepultado por la historia, no es una salida para los explotados.


El concepto mismo de ‘coalición’ traduce una estrategia política que se limita a los reacomodos en el poder y que da por supuesto el orden social de explotación que prevalece. Es por eso que los partidarios de las ‘coaliciones’ se hacen buches diarios con frases tales como el respeto a la constitución y a la ley, es decir, a lo que ya está. La clase obrera no puede sumarse a una ‘coalición’; si pretende transformar el actual orden inhumano de cosas, debe luchar por aliar a todos los sectores explotados detrás de un proyecto revolucionario común con relación a ese orden de cosas. Traducido en términos de poder, debe luchar para conquistar para su estrategia política a la mayoría explotada nacional. Tener, por fin, una estrategia de poder es plantear el gobierno de los trabajadores y la organización política independiente de la clase obrera.


¿Vamos a ir de ‘columna vertebral’ de Raúl ‘hiperinflación’ Alfonsín; Rodolfo ‘patria exportadora’ Terragno; o Chacho –‘intervención a Santiago del Estero’– Alvarez? Los trabajadores ocupados y desocupados, mayores y jóvenes, braceros o de la ciudad, necesitamos algo mejor.


El planteo de 1945 tenía la grandeza de la tragedia, éste del ‘96, el de una farsa.


Cuando haya que ir a elecciones tenemos que hacerlo en foma independiente de los capitalistas y de sus partidos; con nuestros hombres y mujeres; con nuestro programa; al servicio de nuestra estrategia. 


Electoralismo no es estrategia


 Al analizar la situación actual del país, hay que preguntarse lo siguiente: ¿el ascenso popular que se materializó con los paros generales se ha agotado y se ha puesto a la orden del día el enfrentamiento al menemismo en las elecciones del 97? ¿O, por el contrario, plantear como cuestión inmediata la intervención en esas elecciones no representa más que un intento de abortar el presente ascenso popular?


Al plantear como la cuestión prioritaria la ‘coalición electoral’, la dirección del CTA nos está diciendo que no tiene en su agenda política la necesidad de un inmediato paro de 48 horas, un plan de lucha y la huelga general, para obligar al gobierno a retirar sus proyectos de liquidación de convenios y de indemnizaciones del Congreso, a abandonar la privatización de la salud o la aplicación de la ‘reforma educativa’, y para obligar al gobierno y a las patronales a discutir en paritarias libremente elegidas por los trabajadores nuevos convenios colectivos de trabajo, donde establezcamos un aumento salarial, el seguro al desocupado a cargo de las patronales y el Estado, el cese de la flexibilización laboral y el reconocimiento del salario por jornada de trabajo de ocho horas.


¿Cómo pretende el CTA derrotar los inminentes despidos masivos en la administración pública: con la ‘coalición electoral’? (Que, además, sólo disputará la renovación del parlamento y recién dentro de un año).


El planteo electoral no solamente está fuera de lugar por la prioridad que impone la necesidad de continuar con la lucha emprendida. También lo está porque desplaza la atención del pueblo de otra cuestión esencial: la crisis política del gobierno menemista. ¿Qué clase de ‘estrategia de poder’ es una que deja pasar el momento de mayor debilidad del enemigo? La continuidad del menemismo significaría objetivamente dos cosas: o que se recupera de la crisis y puede golpear con más fuerza aún al movimiento popular, o que se debilita todavía más y suma, entonces, a su política antiobrera, los desastres y las penurias que provoca la descomposición política.


El movimiento obrero tiene planteada la lucha por echar a Menem, por un lado como consecuencia de la lucha reivindicativa que ha entablado por la defensa de los convenios, las indemnizaciones, la salud, la educación; por el otro lado, como consecuencia de la descomposición política objetiva del régimen menemista. Es necesario, por lo tanto, organizar el paro de 48 horas y la huelga general para que se retiren los proyectos anti-obreros del Congreso, y es necesario organizar una campaña política de denuncia de las fechorías jurídicas, sociales, políticas y económicas del menemismo, para unir a los trabajadores y al pueblo en la convicción y en la lucha para voltearlo. La ‘coalición electoral’ es distraccionismo político. 


Alternativa


 El CTA se propone ser una central de nuevo tipo y, para algunos, una alternativa a la CGT. Pero antes necesitaríamos que la inmensa mayoría de los trabajadores supere a esta CGT. Así como la autoproclamación de vanguardia es vanguardismo, es decir, caciques sin indios, la autoproclamación de alternativa es alternativismo, es decir, aparatos sin masa. El paso más importante para superar a la CGT, o sea, echar a su burocracia y convertir a los sindicatos en organizaciones independientes de lucha, es presionar por todos los medios a la CGT para continuar la lucha emprendida, con un paro inmediato de 48 horas. La movilización de masas de los trabajadores de todos los sindicatos y centrales sindicales es el primer paso para poder superar el ‘sindicalismo empresarial’.


La iniciativa de los trabajadores, sin embargo, no se agota con los que están sindicalizados ni se encuentra esperando lo que decidan las burocracias. Impulsar al movimiento obrero a ingresar en una nueva etapa histórica significa, precisamente, apelar a la iniciativa de abajo. En el marco de la presente lucha, esto significaría llamar a un Congreso, no sólo de los ‘encuadrados’, sino de bases —de los delegados, de los ocupados, desocupados y de la juventud.


Llamamos al congreso del CTA a convocar y a llamar a que se autoconvoquen los trabajadores en un gran congreso nacional de delegados, para deliberar y votar una real ‘estrategia de poder’. Al Congreso anti-nacional de los parlamentarios de la entrega y al gobierno en descomposición, opongamos un Congreso realmente nacional de la mayoría explotada del país.

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