Políticas

19/10/2023

Casi $320.000 para no ser pobre: los salarios caminan, los precios corren y los alimentos vuelan

La canasta alimentaria subió más del 160% en un año y cae el consumo de las familias trabajadoras.

Crece la pobreza.

El Indec dio a conocer los valores de la Canasta Básica Total y Canasta Básica Alimentaria del mes de septiembre, totalizando $319.422 y $147.881, respectivamente. La disparada de los bienes más consumidos por las familias trabajadoras responde a la aplicación del ajuste del FMI y a la devaluación pos Paso del gobierno nacional, que arrasan con el poder adquisitivo de los trabajadores.

Estos números son preocupantes en la medida que dan cuenta de una escalada inflacionaria que empuja a millones de trabajadores a la pobreza y la indigencia, dejando rezagados los ingresos salariales, jubilatorios y sociales.

En términos absolutos, el salario mínimo –que viene de un reciente aumento por parte del Consejo del Salario- apenas llega a $132.000, mientras la jubilación mínima, con bono incluido, se ubica levemente por arriba de los $124.000; ambos montos están por debajo de la canasta de indigencia de septiembre. Cabe añadir que más del 30% de los asalariados no alcanza a cubrir tampoco la canasta de pobreza, la cual tampoco incluye ítems claves como vivienda.

En términos relativos la canasta alimentaria tuvo un aumento interanual del 160,7%, en una carrera contra los ingresos populares donde acelera y saca distancia de salarios y jubilaciones. El salario mínimo subió 116% en 12 meses (valores tomados a septiembre), mientras que las jubilaciones lo hicieron en un 146% para el mismo periodo. Si tomamos el Ripte como promedio de la evolución salarial registrada tendremos que a la última publicación de agosto nos encontramos con un aumento interanual de los salarios estables del 120%.

Estos datos son consecuentes con otros indicadores que dan cuenta del crecimiento de la pobreza y la indigencia en el país. En el primer semestre del 2023 la pobreza se ubicó en 40,1% y la indigencia en 9,3%, contra el mismo periodo de 2022 con un 36,5% de pobres y 8,8% de indigentes.

Este deterioro en la situación social y la calidad de vida de millones de trabajadores también tiene sus manifestaciones en la caída del consumo. Según un relevamiento de la consultora privada Focus Market en septiembre el consumo se contrajo un 14,9% interanual, una caída que se acelera al 23% en las primeras semanas de octubre.

Esto no se debe a un cambio en las costumbres de consumo o a una tendencia repentina al ahorro sino a la pérdida del poder adquisitivo de los trabajadores que, con iguales ingresos, acceden a menos bienes y servicios.

La disparada de los alimentos y otros bienes de consumo masivo se da incluso en el contexto de “esfuerzos excepcionales” del gobierno para que la inflación no se desmadre de cara a las elecciones presidenciales, con congelamientos momentáneos de precios en combustibles y transporte públicos y compromisos laxos con las empresas. Pero atizada, a la vez, por las propias medidas devaluatorias e inflacionarias que devienen de la aplicación del pacto con el FMI.

Pasado octubre -o noviembre de haber ballotage- todas estas tendencias se agravarían sea cual fuera el resultado de la contienda entre los principales candidatos patronales, debido a que tanto Massa, como Bullrich y Milei, vienen con más ajuste bajo el brazo, con los ojos puestos en el cumplimiento de las metas del FMI.

Solo la izquierda, con los candidatos del Frente de Izquierda Unidad, plantea un curso alternativo al ajuste del FMI, que tiene por base la recomposición general de los salarios, el salario mínimo por arriba de la canasta básica, el 82% móvil para los jubilados y la apertura de los libros en las principales empresas de bienes de consumo masivo y alimentos para la intervención, bajo control obrero, de toda la cadena de valor.

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