Castells reniega
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Ya lo hizo en otras ocasiones, vuelve a hacerlo ahora; es un reincidente. Una vez que obtiene la excarcelación Castells desparrama elogios a los verdugos de la clase trabajadora. Una vez fueron Menen y Rodríguez Saá, ahora volvió a agradecer por su libertad a Bergoglio y a los López Murphy. Hechos los homenajes, recordó que “ya no cortamos rutas”; el lunes pasado, Aníbal Fernández recordaba a Radio América algo que hasta entonces nadie conocía oficialmente: que almorzó en más de una ocasión con Castells. Entre plato y plato buscaba, dijo, “arreglar los conflictos”. Como se puede leer en otro artículo de esta edición, a los piqueteros que participaron del plan de lucha de hace dos semanas, el mismo ministro les mandó, en cambio, un fuerte contingente de servicios de inteligencia. Un comunicado del SICGBA, el sindicato de la Carne, concluye que lo “más importante” de la liberación de Castells “es la apertura del diálogo entre las diferentes fuerzas políticas”.
Explícita o implícitamente, la única fuerza que liberó a Castells fue la que representan los piqueteros que, a diferencia de Castells, sí cortan calles, y el resto de los trabajadores que luchan y que son atacados furiosamente por “las diferentes fuerzas políticas”. Es solamente el temor a una profundización de esas luchas lo que lleva a la Justicia a aflojar. Tuvieron que morir Kosteki y Santillán para que los gobiernos no quieran, y sólo por ahora, repetir la historia. Cualquier otra conclusión es un insulto para los luchadores, y eso es lo que son las conclusiones de Castells.
No es cierto que López Murphy, Patti o Bergoglio apoyaran la lucha o el reclamo de Castells; lo que realmente hicieron fue pedirle que abandonara el ayuno. Trataron de quebrarlo, no le dieron ninguna clase de respaldo. Castells lame la mano del enemigo y escupe la de sus compañeros de clase.
En la entrevista que tuvimos con Castells discutimos los métodos para conseguir su libertad. Convinimos en que el Mijd participaría de la siguiente reunión de la Coordinación piquetera, que debía tratar la continuidad del plan de lucha. Convinimos en avanzar en acuerdos políticos por la misma vía. Es obvio que una vez obtenida la gracia provisoria de la Cámara de Casación, Castells cambió de opinión o simplemente mantuvo la que nos escondió en la entrevista. Reivindicamos el apoyo que dimos a su huelga de hambre y la proposición de profundizar su lucha personal y del Mijd junto a todo el movimiento piquetero. Fuimos los únicos en ofrecer una salida concreta.
La lucha de clases no es un terreno que ofrezca posibilidades a los francotiradores por mucho tiempo, y siempre los convierte en instrumentos útiles de intereses extraños a los de la mayoría oprimida. Un solo encubrimiento que beneficie a los enemigos de los trabajadores, o sea a los que conspiran cotidianamente contra su lucha, es capaz de destruir mil huelgas de hambre.