Políticas

19/8/2016

CGT: ni unidad, ni lucha

La burocracia que apoya el ajuste no puede unir al movimiento obrero


El Congreso del 22 de agosto consagrará un nuevo reparto en la división de la burocracia sindical y en absoluto unidad alguna. Al plenario previo del 5 de agosto no concurrió el 40% de los sindicatos y el acuerdo del otro 60% es en torno a un triunvirato, lo que, desde el vamos, indica la existencia de tres fracciones que siguen organizadas y estructuradas como tales, o sea divididas.


 


El 40% de ausentes, agrupados en torno a Gerónimo Venegas, un agente directo de la Sociedad Rural y de Macri -con el sello de las 62 organizaciones- y un grupo de gremios fuertes referenciados en el PJ disidente de Diego Bossio, indican los límites previos de la movida.


 


La cuestión del triunvirato debe ser examinada en detalle. Cualquiera de las tres fracciones tendrá poder de veto sobre las otras, por ejemplo frente a la propuesta de un paro nacional o un plan de lucha.


 


En el pasado reciente, cuando empezó a apretar el ajuste kirchnerista, se produjeron formidables paros nacionales, convocados por sólo una fracción de los sindicatos, incluso minoritaria en términos de afiliados. Recordemos que Caló y los gordos carnerearon todos los paros contra el impuesto a las ganancias y por otras reivindicaciones.


 


Más atrás ocurrió algo similar. En los ’90, la ruptura de Hugo Moyano, con una minoría de sindicatos, con acompañamiento de la CTA y de movimientos piqueteros, fue el canal de movilizaciones y paros de importancia contra Menem y Cavallo, que canalizaron parte del gran movimiento de lucha posterior al santiagueñazo.


 


En el triunvirato en ciernes, Barrionuevo ha declarado dos cosas importantes: que a un gobierno se lo espera dos años y que la nueva CGT servirá para unir al peronismo bajo el liderazgo de Sergio Massa.


 


De hecho, dos de los tres triunviros -Daer y Acuña- son diputados massistas, uno en el Parlamento nacional y el otro en la provincia de Buenos Aires. Moyano a su vez, tiene a su hijo Facundo también como diputado de Massa.


 


Pero el camionero ha planteado también una visión estratégica en torno a la etapa: “El sinceramiento económico es inevitable”, dijo. Y fue el estratega de la “parlamentarización” del reclamo contra los 200 mil despidos de Macri que terminó en el bochorno del veto presidencial a la llamada “ley antidespidos”, frente al cual nadie abrió más la boca. Ni para un paro, ni tampoco en el Parlamento, donde sus representantes políticos y la oposición tenían buen número para insistir contra el veto.


 


La homeopática devolución de fondos de las Obras Sociales que, en total e indexados, más que duplican los 29 mil millones de pesos depositados en la cuenta del Banco Nación, es sin duda una moneda de cambio de la ostensible “tregua” de la cúpula sindical en su conjunto, al igual que ocurre con el acompañamiento de los gobernadores a Macri y al tarifazo. La caja ordena a la coalición del ajuste, incluidos, dentro de ésta, a los sindicatos.


 


Sin embargo, sería un error reducir los problemas de la unidad al reparto de la caja. En el pasado, Perón definió al movimiento obrero como columna vertebral del peronismo (nunca su cabeza). Hoy ¿podría serlo?


 


Al revés, la burocracia sindical aporta todos los días su propia descomposición a la del peronismo. En la Cámara de Diputados ya son ¡37! los bloques, mayoritariamente provenientes de la diáspora peronista. Y eso no tiene arreglo a pesar de las intenciones de Barrionuevo.


 


Recordemos que éste también fue desoído cuando propuso “dejar de robar dos años”: por si acaso la corrupción se duplicó.


 


Naturalmente, la oportunidad de realizar un paro para descomprimir tensiones y para no quedar tan pegados a un gobierno antiobrero de los pies a la cabeza y que aplica una ofensiva contra la clase obrera en todos los flancos, será evaluada en algún momento por estos experimentados integrantes de la vieja burocracia sindical.


 


El documento que se aprobó el 5 de agosto, titulado "De mal en peor", plantea una fuerte crítica a la marcha de la economía y describe un agravamiento de la situación de los trabajadores, pero elude toda definición sobre las medidas de fuerza que se prometían. Será la próxima conducción –dice- la que evaluará “convocar a las acciones gremiales que correspondan". Trillada fórmula para pisar la pelota.


 


Los ausentes al plenario no descartan la opción de romper y armar un sello disidente. Los acerca el rechazo a “entregarle el movimiento obrero a Massa”.


 


Hasta el 22, las “roscas” estarán a la orden del día. Pero no pasa por allí una perspectiva de salida para la clase obrera, cruzada por huelgas petroleras contra los despidos, por huelgas docentes por la reapertura de paritarias, por movilizaciones de desocupados y jubilados, por cacerolazos populares.


 


Sólo un Congreso de Bases, con delegados mandatados por asambleas de todos los sindicatos del país, sin distinción, podría alumbrar una unidad del movimiento obrero. Claro, alrededor de un programa que incluya sus aspiraciones vitales, un plan de lucha para llevarlas adelante y un plan económico para que la crisis la pague el capital y no los trabajadores.