Políticas

10/5/2012|1221

Chau, Rajoy; bienvenido, Obama

El ‘relato' nacionalista de la reprivatización petrolera

Las acciones de YPF comenzaron a trepar cuando se confirmó el nombre del nuevo presidente de "nuestra" petrolera. La carrera de Miguel Galuccio comenzó en la YPF menemista de José Estenssoro, para seguir en una de las mayores multinacionales de tecnología petrolera, donde se especializó "en lo que pretende fomentar la Presidenta: ‘contratos con grandes productoras'" (La Nación, 3/5). La misma fuente señala que, según los funcionarios oficiales, "Obama interesó a la Presidenta en las compañías de su país". En esa línea, "la mandataria se inclinaría por la gigante Exxon, con cuyas autoridades ya se reunió De Vido" (Urgente 24, 7/5). Clarín aprueba: el gobierno -dice- busca "atraer inversión en el área y mostrar alianzas con los grandes jugadores, preferentemente si son firmas de los Estados Unidos" (6/5). Hasta el recalcitrante Magnetto está mirando con cariño a los reprivatizadores oficiales.


La reprivatización exige cerrar el choque con Repsol, para evitar que querelle a sus rivales internacionales que decidan entrar en el negocio argentino. Según Ambito, esto podría culminar en una reunión cumbre entre Cristina y Rajoy (3/5). Para suplantar a Repsol en la importación de combustibles, los ‘nac & pop' han recurrido a otros pulpos -entre ellos, la British Petroleum- e incluso con precios aún mayores, pagados con la caja de YPF. El gas natural que viene de Bolivia es provisto, sin embargo, por la propia Repsol, a un precio cuatro veces superior al del mercado argentino.


El nombramiento de Galuccio no sólo euforizó a la Bolsa. Advertidos de la reprivatización que se viene, Carrió y Prat Gay decidieron abstenerse -o sea, dar un apoyo crítico a los K. Lo mismo hizo la privatista María Estenssoro, cuando CFK le informó que su modelo es la YPF privatizada presidida por su padre, quien comenzó el proceso de desguace que culminó Repsol. Macri o De Narváez, los que votaron en contra, dejaron sentado su acuerdo con la empresa "mixta" que plantea el oficialismo. El peronismo federal presentó un proyecto ‘alternativo', que contempla también la expropiación onerosa de Repsol y la formación de una "sociedad anónima". El PRO habilitó luego el quórum para que la Legislatura porteña pudiera pronunciarse en apoyo a la ‘recuperación de soberanía' del gobierno. Los K contemplan formar un "comité técnico pluralista", con la participación de los ex secretarios de energía de Alfonsín y De la Rúa, quienes vienen reclamando un tarifazo.


El ‘defol' político del FAP y de Proyecto Sur


El apoyo del centroizquierda al proyecto, "sin saber en que consistirá la futura política petrolera", como dijo Solanas en el recinto -o sea, entregando un cheque en blanco a los vaciadores-, merece un capítulo aparte. Es una declaración de ‘defol' político, pues convierte al FAP y a Proyecto Sur en un furgón de cola del ‘cristinismo'. El apoyo político del centroizquierda es la admisión de que no representa una alternativa estratégica o principista al oficialismo. Cristina Kirchner, quien caracterizó al voto opositor como una expresión de "unidad nacional", definió perfectamente que estaban en juego cuestiones de Estado. El centroizquierda salió al socorro del régimen político cuando éste declaró que enfrentaba un "colapso energético" y "la inviabilidad como país". Las denuncias de Lozano a las limitaciones del proyecto oficialista tenían una envergadura suficiente para rechazar el proyecto; pero esto no ocurrió, porque estaba en juego un desafío sistémico. El fracaso del proyecto no hubiera salvado a Repsol, sino expuesto una crisis política que habría afectado la continuidad del actual régimen político y obligado a discutir una alternativa de conjunto -de sistema. El apoyo de todas las tendencias del centroizquierda a la reprivatización petrolera -o sea, al ingreso de los yanquis y al tarifazo energético- demuestra que es una rueda auxiliar del Estado capitalista, que se ha convertido en una colectora del oficialismo. El apoyo a "la recuperación del 51%", ‘apoyo crítico' -claro- fue también la posición de la mayor parte de la izquierda. La oposición estratégica planteada por el Frente de Izquierda, lograda luego de una discusión política, significa un gran paso adelante de parte de una oposición obrera y socialista.


La crisis


Los opositores que avalaron la seudoestatización petrolera justifican su postura en que "el gobierno está fuerte" -en ese caso, no se entiende por qué tenían que salir en su socorro. El gobierno ha ganado fuerza, por el contrario, como consecuencia del apoyo opositor -en especial del centroizquierdismo. El régimen de Once, Boudou-Ciccone y el colapso petrolero y energético es incapaz de obtener una fortaleza estructural (o sea con raíces en el desarrollo de las fuerzas productivas); lo arranca mediante una política de extorsión permanente a sus opositores políticos e incluso a la burguesía. ‘Surfea' la crisis por medio de un arbitraje permanente entre las clases en pugna. Es lo que hacen en este momento la inmensa mayoría de los gobiernos frente a la bancarrota capitalista mundial. Pero el recurso a la "unión nacional" se agota -como lo demuestra lo ocurrido el fin de semana en Europa. La "reprivatización"es una salida de emergencia: necesita atravesar el tarifazo, que es la condición para el ‘éxito' de la reprivatización. Se ha creado un principio de crisis con las provincias, "que ya prevén que no cobrarán las regalías como hasta ahora" (La Nación, íd.) El neuquino Sapag está armando su propia "reprivatización" (ver recuadro). Los 208 votos del Congreso no han aportado una sola salida para estas contradicciones. Pero sí le han servido al gobierno para reforzar su ofensiva verbal y práctica contra la clase obrera que lucha.


La lucha por la nacionalización integral del petróleo y del gas, así como por su gestión obrera, exige una alternativa política de los trabajadores. Esto sólo puede alcanzarse mediante una delimitación sistemática de la pequeña burguesía, la cual se envuelve en las banderas nacionalistas de contenido capitalista.