Políticas
23/1/2017
Clarín: una larga historia de luchas y represión (SEGUNDA PARTE)
La pelea por recomponer la interna y los despidos de 1982 (en memoria de la querida compañera y amiga Ana Ale)
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Foto: tapa de Clarín del 31 de marzo de 1982, un día después de la movilización de la CGT.
-¿Nos conocemos?
-Creo que sí…
-¿Por qué no tomamos un café en algún momento? Me parece que va a ser muy útil recordar de dónde nos conocemos.
El autor de esta nota había comenzado a trabajar en Clarín a comienzos de 1980, en la sección Deportes. Alberto Guilis, con quien se cruzó días después en los pasillos del diario, era prosecretario de Internacionales. La utilidad de rememorar de dónde se conocían ambos -llevaban cuatro años de “tabicamiento” impuesto por la dictadura- no era otra que la de contribuir a un proceso de recuperación de las organizaciones sindicales que, lentamente, ya había comenzado. (Y no tan lentamente: el año anterior, en abril de 1979, una huelga general había involucrado a 4 millones de trabajadores y semiparalizado al país; a pesar del terror, esa huelga mostró que el final del régimen estaba próximo).
Todavía en la clandestinidad, ese proceso recorría el gremio de prensa. También en Clarín, que como contamos en la edición de Prensa Obrera digital del domingo 22, había despedido a 59 trabajadores en febrero de 1976, incluida la interna completa, y a 600 más luego del golpe del 24 de marzo. Como ocurrió con toda la burguesía argentina, el terror dictatorial le permitió a la patronal de Ernestina Herrera y Héctor Magnetto imponer a sus trabajadores un fuerte retroceso en materia de salarios y condiciones de trabajo. En Deportes, por ejemplo, la mayoría de los periodistas figuraban en condición de “colaboradores”; un fraude laboral alevoso, porque cumplían funciones de redactores (trabajaban todos los días, 6 horas diarias) e incluso tareas que correspondían a secretarios o prosecretarios (titular, por ejemplo).
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En reuniones muy reservadas entre los compañeros (muchas veces en el domicilio de quien escribe esta nota, próximo al diario) se empezaba a conversar sobre las posibilidades y las formas de poner coto a esos atropellos. Aquel reencuentro con Guilis sirvió, entre otras cosas, para saber que en otras secciones empezaban a registrarse movimientos parecidos. Por cierto, más allá de las reivindicaciones había un objetivo estratégico: recuperar la organización sindical del diario, recomponer la interna. Esa resistencia soterrada, y a veces no tan soterrada, de una franja cada vez más extendida de trabajadores, indicaba que la dictadura se acercaba a su crisis final.
Fuera del diario, empezaba a organizarse la Comisión Pro Recuperación del Gremio de Prensa (la Coprepren), que ya en 1979 se reunía -también clandestinamente- en el comedor o en habitaciones del hotel de la Fraternidad Ferroviaria, en la calle Hipólito Yrigoyen. El propósito de la Coprepren era dar la pelea por echar a la intervención militar de la vieja Asociación de Periodistas de Buenos Aires (APBA), que como dijimos en la nota anterior ya había sido intervenida, en diciembre de 1975, por el gobierno de la camarilla terrorista de Isabel Perón y José López Rega.
El año 1982 fue terminal para la dictadura en términos económicos (crisis de la deuda, inflación galopante) y sobre todo políticos (la enorme manifestación del 30 de marzo que enfrentó durante horas a la represión policial, la guerra de Malvinas). La crisis aceleró la lucha de los trabajadores. También en Clarín, y la patronal mostró los dientes con un propósito declarado: que no hubiera comisión interna ni en la redacción ni en los talleres gráficos. En setiembre de ese año la empresa dio un aumento de sueldos ridículo, del 12 por ciento, que no cubría ni la mitad de la pérdida salarial impuesta por la inflación. Poco antes, el 7 de junio, el Día del Periodista había sido motivo para que, con la excusa de la conmemoración, hubiera una asamblea en el diario después de seis años. (Queremos recordar la dignidad de Enrique Sdrech, encargado de pararse bajo el antiguo reloj de la redacción, golpear las manos y llamar: “¡compañeros!”, para que la asamblea empezara).
En septiembre los reclamos se tornaron abiertos. En Deportes se presentó una demanda colectiva por mayor aumento salarial y, sobre todo, por el pase a planta de los colaboradores.
La respuesta de la empresa fue brutal, como siempre: al otro día recibieron telegramas de despido cinco trabajadores, entre ellos el autor de esta nota y otros dos compañeros de deportes, además de Guilis y Alejandro Horowicz, de la sección Economía.
Sobrevino una fortísima lucha, con reuniones y asambleas fuera del diario y la edición de un boletín: Clarinete, que casi a diario informaba sobre el desarrollo del conflicto. Aquellos cinco despidos, finalmente, no pudieron revertirse pero la reorganización del diario, gracias a esas asambleas, persistió y se fortaleció. Pocos meses después se elegía en Clarín una comisión interna de prensa sin que la empresa pudiera evitarlo: se le había doblado el brazo a una patronal particularmente represiva.
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