Cólera: Privatización y peste

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Después de semanas anunciando que “el cólera está controlado” el ministro Araoz ha debido rendirse ante las evidencias y reconocer “que la situación es explosiva en la frontera con Bolivia” (La Nación, 28/3). Apenas en los últimos días se han producido una decena de nuevos casos en Salta, una situación que puede agravarse en los próximos días y que el gobierno pretende atribuir al ingreso de trabajadores desde Bolivia para la zafra azucarera.
El ministro, sin embargo, sigue engañando a la población.
Un reciente informe publicado por La Nación (28/3) revela que la situación en el Gran Buenos Aires es “explosiva”. El informe señala que 150.000 familias —casi un millón de personas—vive en las cercanías de basurales o directamente sobre ellos. La existencia de basurales se ha multiplicado en los últimos años en el Gran Buenos Aires como consecuencia de la privatización de los servicios de recolección domiciliaria de basura y la consiguiente desregulación y falta de control sobre el destino de los desechos por parte de las municipalidades del Gran Buenos Aires. Estos basurales —que contaminan las napas subterráneas, de las cuales obtiene el agua para consumo una enorme proporción de la población del conurbano— han prosperado porque se han convertido en un gigantesco “negociado” para los “amigos” de los intendentes que se han alzado con la privatización de los servicios de recolección.
Los desechos domiciliarios son, con todo, una pequeña parte de las enormes fuentes de contaminación bonaerense. La otra fuente de contaminación son los desechos industriales. Estos han “sembrado” el Río de la Plata de fenoles, cianuro, mercurio, cadmio, cromo, plomo, fósforo, fosfatos, hierro, manganeso y plaguicidas varios y el Reconquista de plomo y aluminio (“Ciudad Abierta”, publicación de la Controladuría General Comunal). Los capitalistas, que arrojan a los ríos los desechos industriales sin ningún tipo de tratamiento, son “intocables” tanto para los municipios como para el gobierno provincial y el nacional, pese a ser conocido el hecho de que “si las industrias siguen arrojando a las aguas esos metales, Obras Sanitarias tendrá problemas para depurar el agua, cuyo consumo para todo Buenos Aires se verá afectado” (ídem).
Pero esto no es todo. “Pasada la primera gran epidemia de cólera en 1867, Buenos Aires fue la primera ciudad de América Latina en estrenar una red de agua potable. Hoy, en ese rubro, Argentina ocupa el puesto 14 dentro de la región. Según el censo de 1980, catorce millones de personas (48% de la población) deben procurarse el líquido elemento por sus propios medios, mientras que veintiún millones (70% de la población) carecían de cloacas. En el decenio transcurrido (desde 1980), la situación sufrió el deterioro más agudo por obra y gracia de una brutal desinversión: en 1975 se destinaba al área el 3,4% del PBl, en tanto que en 1990 el porcentaje arañó el 0,4%” (ídem). “El pasado 26 de abril (de 1991), cuando el fantasma del cólera se erguía amenazante, los técnicos de Obras Sanitarias denunciaban que ‘hoy tenemos cloro para tres días y es crítico el abastecimiento de sulfato de aluminio, cal y polielectrolitos’, insumos esenciales para el proceso de potabilización. Continuaban diciendo que ‘si llegara a romperse un par de equipos de bombeo, Buenos Aires quedaría sin agua por falta de máquinas de repuesto”’ (ídem).
Pero “según la Cámara Argentina de la Construcción, la meta de lograr niveles aceptables de cobertura sanitaria en el año 2000 —90% en agua potable y 60% en desagües urbanos— requeriría partidas de 300 millones de dólares al año” (ídem), es decir apenas una pequeñísima fracción de lo que se ha comprometido a pagar Cavallo a los banqueros después de la "reducción de la deuda externa”. Y como “sobre llovido mojado”, el menemismo planea la privatización de OSN “sin ninguna contraprestación inicial... ni dinero, ni títulos de deuda, ni nada... Una vez a cargo del servicio, los concesionarios se dedicarían a cobrar la tarifa (que sería) sustancialmente elevada” (ídem).
El avance del cólera, como se ve, no está ocasionado por el ingreso de inmigrantes bolivianos.