Políticas

27/11/2003|827

Conferencia fabril y sindical del Polo Obrero

Congresos de delegados de base en la nación, las provincias y los municipios

¿Cómo medir la realidad del movimiento de lucha en el período actual? Si fuera por la percepción que arroja la estadística habría una merma de huelgas que, en octubre, afectaron a casi 300.000 trabajadores, “una baja no sólo en relación con octubre de 2002, sino también frente a setiembre de este año” (las huelgas más importantes correspondieron a trabajadores del sector público: docentes, judiciales y bancarios) (La Nación, 4/11). Pero el mismo día en que se publicó esta encuesta, se produjo una movilización que los medios reconocieron como la más importante de la gestión Kirchner. Una estadística integral debería incluir las movilizac iones o cortes de ruta que vienen creciendo en los últimos días. ¿Y por qué no los cacerolazos por la seguridad, que apuntan a la propia cabeza del Estado?, ¿o los que se plantearon por los cortes de luz?, ¿o las luchas estudiantiles en Ingeniería de la UBA, Medicina de Rosario o Tucumán?, ¿o el reinicio de las movilizaciones en el sur contra los pulpos mineros? Si la estadística recogiera todos estos datos, la conclusión política sería que el país está viviendo un estado de motín permanente y que, por arriba, hay “pus en cualquier lugar que se aprieta” (se acaba de confirmar con el descubrimiento de la central de secuestros en el propio Comando en Jefe del Ejército, a metros de la Rosada).


Salarios, una ficción


Es frente a las tendencias potencialmente explosivas de la situación política y del movimiento de lucha de los trabajadores que el Gobierno resolvió por decreto el aumento del salario y la jubilación mínimas. La decisión, presentada en nombre de la “reactivación”, es casi irrelevante desde el punto de vista del consumo del trabajador: sólo uno de cuatro trabajadores privados está en “blanco”, y de éstos sólo uno de cada siete cobra salarios por debajo de los 350 pesos del nuevo salario mínimo.


Para las empresas, los aumentos salariales del Gobierno son apenas un rasguño: “tener un empleado en blanco en una empresa industrial cuesta un 38% menos que hace dos años”. Para quienes emplean en “negro”, el costo laboral “cayó un 53,9% para la industria y un 34,6 en las empresas dedicadas a comercio y servicios” (Fiel, La Nación, 23/11); en cualquier caso, “tres de cuatro nuevos empleos son en negro” (Universidad Di Tella, Página/12, 4/11).


Es este escenario lo que le da a la lucha del Soip contra el trabajo en negro de las falsas cooperativas, en gran medida pantalla de grandes empresas, un carácter estratégico y referencial para todo el movimiento obrero. La clase capitalista reclama el “libre” funcionamiento de las convenciones colectivas de trabajo, pero es ficticio: “Desde la última convocatoria a paritarias, anunciada hace ya más de un año, sólo se alcanzaron ante el Ministerio de Trabajo 35 convenios y, de ellos, 27 son simplemente acuerdos puntuales y tan sólo los ocho restantes representaron negociaciones colectivas”, en su mayoría acuerdos por empresa (Página/12, 17/11). La Conferencia Fabril y Sindical del Polo Obrero se propone lanzar una campaña por el salario, uniendo trabajadores en blanco y en negro, exigiendo la inclusión del conjunto en convenios únicos y defendiendo a rajatabla la asamblea general para decidir los pliegos de reclamos y la elección de paritarios de base. Esto implica una política de lucha genuina contra el congelamiento salarial y las direcciones de la Cta y la CGT “oficial” que lo amparan.


Congreso de bases


Existe una descomposición de la burocracia sindical, comprometida en un pacto con el gobierno y la UIA. Atanasof, mano derecha de Duhalde, acaba de perder el control de la Federación de sindicatos municipales de la provincia de Buenos Aires. El Ministerio de Trabajo lleva un año y medio sin otorgar la certificación definitiva a la nueva conducción del Sindicato del Pescado de Mar del Plata (Soip), luego de la derrota histórica de una burocracia de cuarto de siglo. Hugo Moyano ha debido salir a enfrentar las rebajas de salarios y los despidos que amenazan su propio gremio, pero su horizonte político y gremial muere en el apoyo al gobierno firmante del acuerdo con el FMI.


Esta situación explica, a su turno, el apresuramiento del gobierno en conformar una burocracia “piquetera”, de la que D’Elía (Ftv/Cta) se ha declarado parte, anunciando el fin de los “cortes de ruta” frente a un gobierno “nacional y popular”. Y la promocionada “guerra entre piqueteros” que nace en la Casa Rosada y está en la línea de descalificar, aislar y dividir al movimiento de lucha que ha ganado “la batalla de las calles”. En lo inmediato la preocupación es el 19 y 20 de diciembre: “Es inocultable la inquietud que existe en el gobierno ante la anunciada protesta nacional piquetera para el segundo aniversario de la caída de Fernando De la Rúa” (La Nación, 23/11).


La Conferencia Fabril y Sindical del Polo Obrero lanzará una campaña por congresos de bases en los municipios, las provincias y la nación, que planteen la unión entre ocupados y desocupados, y constituyan una convocatoria independiente y de lucha a todas las expresiones genuinas del combate popular. La movilización por el 19 y 20 de diciembre del Bloque Piquetero Nacional y la Asamblea Nacional de Trabajadores por el salario y el trabajo, por el no pago de la deuda externa, por la ruptura con el FMI, por un gobierno de trabajadores y el pueblo, por la unión socialista de América Latina frente al Alca y el Mercosur, tendrá al Polo Obrero y al PO como protagonistas.