Políticas

17/8/2017|1470

Córdoba: En carrera para octubre


El gobierno de Schiaretti-De la Sota obtuvo la peor derrota electoral en los casi veinte años que llevan al frente de la provincia. Con el 27% de los votos, quedó lejos del candidato de Macri, que obtuvo el 37%. A la hora de explicar las razones, el gobernador aludió a una inexistente polaridad en la provincia entre macrismo-kirchnerismo, sin mencionar que la mayoría de los integrantes del kirchnerismo local había pasado a formar parte del PJ de la provincia. En realidad, la declinación electoral se debe al agotamiento de un régimen descompuesto donde impera la pobreza (40%), la desocupación, la precariedad laboral y la depredación ambiental en beneficio de las multinacionales automotrices, de los Odebrecht, los sojeros y especuladores inmobiliarios. En el último tiempo, ese gobierno desarrolló a fondo el ajuste macrista, con sus diputados votando todas las leyes en el Congreso que promovió el Presidente y ejecutando él mismo el propio ajuste de la provincia. De este modo, tuvimos en Córdoba rebaja y armonización jubilatorias, recortes en los planes sociales (Paicor, que brinda asistencia alimentaria) y en los presupuestos de salud y educación, y en las aéreas que abordan la cuestión de la mujer. El ajuste capitalista terminó por derrumbar electoralmente al propio gobernador, que se postulaba para encabezar la liga de los gobernadores. Con este episodio se agrava, en perspectiva, la crisis política de los partidos patronales.


 


Ganadores y perdedores ¿juntos?


 


La elección del candidato de Cambiemos, el ex árbitro de fútbol Héctor Baldassi, no viene a cerrar esa crisis. Anunciado como un triunfo “contundente”, la campaña y el resultado obtenido encubren el verdadero contenido de Cambiemos en Córdoba, y que se resume en el quinto lugar en la lista, que ocupa el radicalismo que gobierna el departamento capital. Baldassi se presenta como el candidato de la “antipolítica” y hace campaña jugando partidos de fútbol. Con Baldassi, Macri y la burguesía no han  establecido un régimen político que les garantice llevar a fondo sus planes. Quien mejor lo entendió fue el propio Juan Schiaretti, que en su discurso de balance de las Paso afirmó que no se podía hablar de ganadores y perdedores, porque correspondía concretar un pacto nacional para “producir los cambios necesarios” -es decir, el acuerdo que haga pasar las reformas laboral, previsional y tributaria.


 


Cristinistas


 


Quienes más festejaron el resultado electoral fueron los kirchneristas “duros” que se alzaron con el 9,9%. Este sector, comandado por el secretario general de los docentes universitarios (Pablo Carro), pasó de la “década ganada” y el “volveremos”, a contentarse con este resultado de los K en Córdoba. Con un discurso cristinista y crítico hacia al ajuste del macrismo, este resabio del kirchnerismo logró moderar una caída estrepitosa que se había pavimentado por la participación en el ajuste, tanto en el Congreso como en las provincias donde gobiernan. También por su papel de regimentación del movimiento obrero, impidiendo sistemáticamente cualquier clase de iniciativa de lucha. Carro es secretario de una de las CTA, y con la CGT kirchnerista y las otras centrales, se han negado sistemáticamente a convocar el paro provincial y el plan de lucha que reclaman las luchas en la provincia.


 


La elección del FIT


 


El Frente de Izquierda ingresó a este proceso electoral con importantes expectativas, según marcaban las encuestas y los medios de comunicación, que auguraban nuestro ingreso al Congreso. Esto, debido al protagonismo creciente de nuestras organizaciones y especialmente del Partido Obrero, en todas las luchas que se desarrollaron en la provincia por parte de los trabajadores (UTA, Volkswagen, docentes, salud, etc.), del movimiento de mujeres, y de aquellos que actúan en defensa del bosque nativo y nuestros recursos naturales. La perspectiva de un avance electoral del FIT fue atacada con saña y sistemáticamente. Los ejes de ese ataque se concentraron en la votación en el Congreso sobre Julio De Vido, la huelga de UTA y la “división” de la izquierda, favoreciendo económica y mediáticamente la candidatura del frente oportunista MST-MAS, que se pasó toda la campaña atacando al FIT y planteando que ellos no habían apoyado a De Vido. El Frente de Izquierda obtuvo el 4,3%, lo que no neutraliza la posibilidad de que obtengamos la diputación nacional en octubre, para lo que se necesita un 7%.


 


Debe resaltarse el eco del Frente de Izquierda entre el activismo que lucha contra el ajuste. Los cerca de mil fiscales que se enrolaron con el Partido Obrero en toda la provincia para defender los votos del Frente de Izquierda, agruparon a trabajadores de la UTA, de Volkswagen, de la Alimentación, del Neumático, de docentes y de casi todos los procesos de lucha del movimiento obrero. Todas las asambleas de Polo Obrero en capital y en el interior tomaron en sus manos la fiscalización; el Polo ha crecido notablemente en este período agrupando asambleas enteras que rompen con las organizaciones burocráticas que pactaron con el gobierno. Destacados activistas del movimiento que lucha por el bosque nativo se sumaron a la fiscalización en varias localidades del interior.


 


Estamos en carrera 


 


Los votos que nos faltan pueden ser pocos, si se analiza el proceso político y económico que enfrentamos.Para ese objetivo, que no es otro que levantar una alternativa política que defienda el gobierno de trabajadores como salida a la descomposición capitalista, necesitamos una campaña vigorosa del Frente de Izquierda. Que clarifique el carácter impostor del kirchnerismo, cómplice del ajuste, y el oportunismo de MST-MAS, pero por sobre todo que despliegue en el terreno político la perspectiva de lucha de los trabajadores. 


 


Desde el Partido Obrero planteamos la puesta en pie en forma inmediata de esa campaña. Con materiales comunes, spot comunes, pronunciamientos y un acto de todas las organizaciones que integran y se referencian con el Frente de Izquierda. Está en juego un capítulo importante del desarrollo político de la clase obrera.