Coronavirus: las condiciones para la lucha contra una pandemia

El siguiente artículo fue publicado en Prensa Obrera online, el 2 de marzo, poco antes de la confirmación del primer caso del coronavirus en nuestro país.


Se ha escrito más acerca del efecto deletéreo del coronavirus sobre la economía mundial que sobre su contrapartida: las consecuencias de la crisis capitalista global sobre la propagación y efectos de la enfermedad.


El brote de coronavirus del tipo Covid-19, con origen en China, se está extendiendo rápidamente a más países -55 y en crecimiento. Esta característica, su velocidad de propagación -superior a epidemias anteriores, de otros coronavirus como el SARS y el MERS- hace que el número de casos fatales crezca, a pesar de que se considere que la mortalidad es baja (de 3 a 4%). Especialistas coinciden en que el control de su difusión de fronteras adentro es una utopía y que va a llegar a afectar a un 40 a 70 por ciento de la población mundial (Marc Lipsitch, Universidad de Harvard), esto entre casos manifiestos y portadores asintomáticos. Debe preverse que la enfermedad estará entre nosotros a pesar de las declaraciones optimistas del ministro de Salud.


Un mundo mal preparado


Otros científicos (Osterholm, de la Universidad de Minnesota) sostienen que el mundo “está mal preparado para enfermedades trasmisibles potencialmente mortales”, tanto en materia de la protección del personal sanitario como en la previsión de lugares masivos de aislamiento, hasta en la provisión de insumos y medicamentos. La producción y comercialización de los mismos están alteradas. De un lado, como consecuencia del brote, que trae aparejado cierres de plantas, cuarentenas de regiones geográficas y poblaciones enteras, y caída del transporte; pero también por las medidas proteccionistas y bloqueos propios de una guerra comercial entre las principales potencias. China e India son productores importantes de insumos sanitarios y medicamentos.


Tanto la recolección centralizada de la información como la difusión de medidas preventivas elementales, se ven dificultadas por un cuadro internacional de anarquía capitalista en términos de choques monetarios, comerciales y militares en curso. El coronavirus agrava la crisis económica mundial y, a su vez, ésta interfiere con la lucha contra su propagación. La Organización Mundial de la Salud (OMS) refiere que no llega la información, de todos los países, necesaria para establecer un mayor conocimiento de la enfermedad y mejores medidas de lucha. Según la OMS, la fiabilidad de la información es crucial y de ella depende la posibilidad de superar la emergencia global. La cadena BBC ha difundido que Irán no ha informado la cantidad real de personas que han fallecido a causa del coronavirus en el país. Tratándose de un país asediado por una ofensiva de Estados Unidos y aliados, da cuenta de interferencias políticas en lo que debería ser el rigor científico en el desarrollo de una campaña internacional de lucha contra la propagación de la enfermedad.


Tan trastocado está todo que ambientalistas han destacado hasta un rasgo positivo de la cuestión: la emisión de gases de efecto invernadero ha disminuido un 25% en China debido al parate de la economía y la desaceleración de la demanda energética del país, un 6% de la emisión global de dióxido de carbono. Claro que esperan que, a su turno, el rebote pueda ser peor.


¿Pandemia sí o no?


Otro dato significativo del trasfondo político subyacente lo da la controversia sobre la declaración de pandemia (enfermedad de propagación mundial). La OMS subió a nivel “muy elevado” la amenaza del nuevo coronavirus e instó a los países que todavía no se han visto afectados a prepararse para la llegada del Covid-19. Pero no ha declarado la pandemia y ha manifestado que “lamenta la presión política (de algunos medios y políticos) para que se declare la pandemia del coronavirus y advierte de sus riesgos”. A su juicio, dicha calificación “puede indicar que ya no podemos contener el virus, lo cual no es cierto”. Y agrega: “El uso descuidado de la palabra pandemia no tiene ningún beneficio tangible, pero tiene un riesgo significativo en términos de amplificar el miedo y el estigma innecesarios e injustificados, y los sistemas paralizantes”.


Debe inferirse de esto que existe una diferencia entre las potencias centrales, relativa al impacto que podría tener una declaración de pandemia. El coronavirus ya provocó una caída excepcional de las bolsas y los mercados en todo el mundo.


Al margen de los criterios de salud pública, está en juego la puja sobre quién cargará con los mayores daños de esta crisis. Es reveladora en ese sentido otra declaración de la OMS: “No solo estamos luchando para contener un virus y salvar vidas. También estamos en una lucha para contener el daño social y económico que podría causar una pandemia global… para ello se está trabajando con el Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional (FMI) para estimar el impacto económico potencial de la epidemia y desarrollar una estrategia y opciones de política para la mitigación”, afirmó Tedros Adhanom Ghebreyesus, director general de la OMS (Infosalus, 26/2)


Las condiciones sociales de la salud


Hay que agregar que la crisis capitalista mundial y las políticas de “ajuste” en la mayoría de los países agravan el deterioro de la salud pública y con ello la disponibilidad para la lucha contra las pandemias. Los presupuestos estatales de salud caen sistemáticamente en  favor del lobby de la medicina privada y la industria farmacéutica, donde juegan grandes fondos de inversión.


De puertas adentro, vemos en nuestro país que la reducción de los presupuestos de salud se manifiestan en el déficit grave de infraestructura, de medios diagnósticos, insumos y medicamentos cuyos precios crecen al ritmo de 100% anual y, fundamental, en el deterioro de la situación económica y laboral de los trabajadores de la salud pública, que son un factor esencial en la lucha contra la enfermedad. Finalmente, y no por ello menor, está la condición general socioeconómica de la población, cuyas defensas, condiciones sanitarias generales y acceso a la medicina, al alimento, al agua limpia y la vacunación, caen al ritmo del avance de la crisis y de la pobreza.


En un mundo “mal preparado” para enfrentar estas enfermedades (Osterholm), que requiere de una organización mundial basada en el interés de las masas laboriosas y no en el beneficio capitalista, es decisiva la lucha por un sistema de salud público, universal y gratuito bajo control de los trabajadores y por la condiciones de vida de activos y jubilados, acorde con una reversión de las condiciones sanitarias. Como parte de la unidad mundial de la lucha de la clase obrera por una sociedad organizada sobre otras bases.